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"Hay que bancarse que las chicas se venguen de tanto machismo"

Un amor asimétrico es el punto de partida para un balance. Escrito en segunda persona, el texto pone en escena a una profesora enamorada de un alumno, una coartada perfecta para que el autor experimente con el lenguaje.

Por Ivana Romero

Una profesora de 30 años se enamora de su alumno universitario. Y cuanto más frustrante es ese amor, más revisa ella toda su vida hasta entonces: las fiestas rave donde se sentía "una liebre saltando en la pista de un boliche", la convivencia anodina con un chico que la adora pero que para ella es "nada más que bueno", un padre postrado que pasa los días en una pieza a oscuras con el televisor que repite películas porno, un amigo gay, una amiga adorada que se perdió en las épocas donde nunca amanecía. "Dar clases era un trabajo de una vez por semana que te permitía salir, tomar pastillas, mirar todas las películas de cine francés y leer todos los libros que quisieras sin que tu mamá o tu papá te presionaran. La hija típica de la clase media de los noventa. Ese subtipo snob que vivía su pasado menemista con culpa", se lee en un tramo de Electrónica, la nueva novela de Enzo Maqueira. Editado por Interzona, el libro propone un viaje de a ratos alucinado y de a ratos pasmosamente real por "los gestos y tradiciones de cierta clase social en boga", según señala Washington Cucurto en la contratapa. Pero se trata además, de un experimento con el lenguaje a través de una historia contada casi íntegramente en segunda persona.

–¿Cómo empezaste Electrónica?
–La empecé en 2009. La primera versión era una historia más convencional entre un profesor universitario y una alumna. Pero mientras avanzaba, me di cuenta de que estaba escribiendo algo como Lolita. También me parecía que estaba hablando de un mundo que ya no era el mío. Me refiero al modo en que estaban planteadas las relaciones humanas, los prejuicios de un momento que no es este. Entonces decidí que fuera la historia de una profesora con un alumno, que es algo que no está tan explorado. También, que esa chica diera clases no tanto por el prestigio si no por una necesidad de ver qué hace con su vida mientras tanto. Además decidí hablar de lo que conozco: gente que tiene un vínculo natural  y desprejuiciado con las drogas, gente que fue a muchas fiestas rave donde la pasaba rebien escuchando a DJ como Tiësto. Hoy no es escandaloso ni inverosímil que una chica de 30 se enamore de un pibe de dieciocho. Ella tiene un amigo que convive con VIH y eso tampoco tiene la carga traumática de otras épocas. A la vez, lo que se plantea es el final de la adolescencia que, sabemos, es cada vez más tardía hasta que te das cuenta de que ya no disfrutás tanto de salir a bailar o de hacer cualquiera. El asunto es para dónde va tu vida entonces.

–Me contabas que Viva la música, de Andrés Caicedo, fue un libro inspirador, que también está contado de manera vertiginosa.
–Sí, ése también es un libro nocturno. Electrónica tiene su propia banda de sonido, desde Thom Yorke a Radiohead. Esa la música que escuchábamos en la época de las rave porque finalmente uno no escribe una autobiografía pero escribe sobre lo que te interesa, que muchas veces tiene que ver con cosas vividas. En cuanto a la historia, es lo que ella escuchaba cuando creía que estaba en su mejor momento, en las noches interminables, en esas fiestas. La idea era contar cómo es que la protagonista llega finalmente a darse cuenta de que su mejor momento es ahora. Me interesó que la música fuera el hilo conductor y que el libro fuera como un disco que no para en ningún momento. Además, cuando terminé de escribir este libro, que estructuré en el taller de Diego Grillo Trubba, se lo mandé a Cucurto porque él fue un gran impulsor del chileno Caicedo acá en Argentina. 

–¿Cómo apareció esta voz en segunda persona?
–Empecé escribiendo en tercera persona pero me estaba aburriendo. Y sobre el final, aparece esa frase "Para vos era un flash" así, en segunda persona. A partir de ahí, desarmé todo y volví a empezar desde esa voz. Me interesa que cada novela sea una experimentación con el lenguaje. La literatura tiene que ser arte, si no, mucho no interesa. La idea es construir un mundo que permita el desarrollo de esa historia aunque la idea es que no sea completamente experimental, que haya ahí un relato con un pie en la realidad. No se trata de hacer un arte elitista sino una escritura que le interese a la mayor cantidad posible de gente, aunque ya sabemos que es poca la gente menor de 60 años que lee narradores contemporáneos de Argentina. 

–Los personajes femeninos son más fuertes y decididos que los masculinos. Incluso aparecen un terapeuta y un Meditante del Amor bastante patéticos. Y desde un costado más oscuro, el padre de la protagonista está postrado mientras la madre sostiene la situación. 
–Ahora hay que bancarse que las chicas empiecen a vengarse después de tantos años de machismo. El mundo como lo conocíamos, terminó. Yo me crié de una forma machista y en algún momento me di cuenta de que tenía que hacer el esfuerzo por transformar eso. De hecho, estos diez años de kirchnerismo como forma de cultura política, tuvieron mucho que ver con poner a la mujer en una situación de más igualdad en relación con el hombre. Entonces decidí que la heroína de Electrónica fuera una chica que va al frente, que tiene contradicciones, que desea ser querida como todo el mundo. Pero que de adolescente, en la época menemista, pudo pasarse horas de baile frenético tomando drogas de todo tipo y besando a cualquiera. Ese universo no debería ser sólo de los varones como si fueran los únicos que pueden ser descontrolados. Y sí, el terapeuta y el Meditante son personajes que juegan con los lugares comunes de la psicología y la autoayuda. Todos creemos en teorías psicoanalíticas o en la astrología o en la energía o algo que nos permita explicar lo que no siempre entendemos. En especial, cuando estamos en problemas. Ahí aparece ese padre postrado por una enfermedad irreversible a quien ella le confiesa todo lo que le pasa con su alumno Rabec. Ni siquiera sabe si él puede escucharla pero por distintas circunstancias, en ese momento es el único con el que puede hablar. 

–¿Ella tiene algún pudor en admitir que se enamoró de su alumno?
–No, para nada. Es más simple: ella no sabe qué hacer con ese amor, entonces hace todas las pavadas que uno hace cuando está enamorado, desde dejar mensajes inconcebibles por chat hasta ponerse celosa de la novia del flaco. Ella no busca en él un novio formal sino una historia que la devuelva a esa época dorada donde iba a bailar, donde sentía que podía hacer lo que quisiera. Y en cuanto al hecho de que sea su alumno, menos. Creo que ninguna institución está por encima de los individuos en estos temas, siempre y cuando estemos hablando de adultos. La clase media es súper prejuiciosa: cree, por ejemplo, que el tema de las drogas es un asunto de pobres que consumen paco, y no se hace cargo de las veces que los chicos de clase media van a la villa a buscar lo suyo; cree que el amor es de una manera reglada y todo lo que escapa de eso no existe. Entonces, o lo metemos debajo de la alfombra y pensamos que en los espacios universitarios no existe el amor entre profesores y alumnos o lo ponemos sobre el tapete y háganse cargo. «

 

El autor

Enzo Maqueira nació en Buenos Aires en 1977. Publicó el libro de crónicas y relatos Historias de putas (2008) y las novelas Ruda macho (2010) y El impostor (2011). Participó de diversas antologías, entre ellas Panorama interzona. Narrativas emergentes de la Argentina (2012). Textos suyos aparecieron en medios gráficos y digitales como la revista Anfibia y Casa, publicación de la Casa de las Américas de Cuba. Este organismo lo invitó a participar en un encuentro de jóvenes escritores destacados de América Latina.

 

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