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"La literatura argentina trabaja constantemente con su archivo histórico"

Por: Matías Méndez Especial para Infobae El escritor Hugo Salas habló con Infobae sobre su sorprendente nueva novela El derecho de las bestias, donde se mete impiadosamente con las figuras del peronismo, y también sus adversarios. Críticas a Aira

...El hombre es un animal tímido por naturaleza y la mujer una bestia osada, pero que solo descubre su naturaleza una vez que ha sido mancillada de una forma y otra, igual que potro tras la doma. Esas fiestas entre hombres tímidos y fieras adormecidas no servirán de nada.

-Le buscaremos la vuelta, General.

Sin dejar de caminar, Perón trata de sonar lo más enfático y expeditivo posible.

-Putas, mándeles putas.

-¡Pero eso es hasta ilegal!

-Cambiemos la ley, entonces, pero a los muchachitos peronistas me los llena de putas...

Ese diálogo entre Juan Perón y su ministro de Educación Armando Méndez San Martín imaginó Hugo Salaspara una de las escenas que tiene su segunda novela, "El derecho de las bestias", que este mes distribuye Interzona. Méndez de San Martín fue quién impulsó la Unión de Estudiantes Secundarios durante el primer peronismo y que fue objeto de las más delirantes acusaciones por parte del antiperonismo.

Con la irreverencia que explicita ese fragmento y que Salas ya había demostrado en el cuento "¿Qué quiero ser cuando sea grande?", que publicó en su libro de relatos y en el que narra la historia de una chica que anhela ser desaparecida, el autor trabaja sobre los discursos del odio que conformaron peronismo y antiperonismo durante la década del cuarenta.

Con destreza y un humor que provoca carcajadas, el autor elige condensar la historia de treinta años del peronismo en el año 53. Así, pasarán por estas páginas Fanny Navarro, Lopez Rega, Evita, Isabelita, Juan Duarte, Raúl Apold, Domingo Mercante o el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Carlos Aloé, mezclados con sindicalistas, estudiantes secundarios y los líderes de montoneros. Pero no sólo llega hasta ahí, en la novela también estará Victoria Ocampo y toda la atmósfera que edificó alrededor del Grupo Sur. Sobre el final, Salas escribe un diálogo entre Eva y Victoria en otro de los grandes momentos de la novela.

Utilizando el sarcasmo pero sin abandonar una crítica profunda a ambos relatos que aún hoy siguen atravesando a la sociedad argentina, el autor de "Los restos mortales" entrega una novela que tiene como punto de partida una reescritura de "Amalia" de José Marmol.

Hugo Salas visitó la redacción de Infobae para hablar de su flamante novela, el canon literario argentino e, inevitable en un año electoral, de política.

Eva Perón, en el Teatro Colón, rodeada de ministros peronistas.

-¿Enloqueció?

Escribí para no enloquecerme. ¿Por qué lo decís?

-Se metió con los íconos de la política del siglo XX, con los símbolos de los 70 y con los de la alta cultura como Victoria Ocampo. ¿No es poco, no?

Es gracioso porque cuándo empezó el proceso de trabajo de la novela venía de mi novela anterior, "Los restos mortales", que era muy personal y dije "vamos a escribir algo más ligero y a divertirnos un poco". Surgió una idea que era muy sencilla: escribir una novela satírica, como una reescritura de "Amalia", la novela de Mármol antirosista, en clave antiperonista. El problema es que como todos los proyectos que empiezan pareciendo tan sencillos se fue complicando y se fue llevando muchos años. El peronismo es una biblioteca de Babel en sí mismo, es interminable, es inagotable y, para colmo, el peronismo coincide con el grupo Sur que es la otra ala que aparece en la novela. Esos dos elementos coincidían y llevaron a que la novela fuera creciendo y se fuera desarrollando de una manera muy esperpéntica y muy divertida.

-Trabaja sobre los discursos del odio, tanto los que provienen del peronismo como los del antiperonismo ¿La mejor forma de abordarlos es a través del sarcasmo como lo hace en esta novela?

Me pasa algo: tengo mis incomodidades con el peronismo y no puedo negar mis enormes distancias con ese antiperonismo furioso, rabioso, racista, esperpéntico, que surge en los años 50 y que se prolonga durante muchísimo tiempo. Cuándo trabajaba en la documentación de la novela, en un momento me encuentro con una comisión de reafirmación de la Revolución Libertadora que había celebrado el cincuenta aniversario. En 2005 había gente que se juntaba a celebrar la Libertadora, esto me parece satírico en sí mismo y muy fuerte. Necesitaba contrabalancear. La novela lo que hace es mirar esa confrontación que se estructura en los 40 y que todavía atraviesa de distintas maneras, el discurso de la política argentina. El único modo de tomar cierta equidistancia era la risa. Ese sarcasmo para poder verlos en sus miserias, más allá de poder entender las mediaciones históricas.

-¿Proceso que todavía nos marca culturalmente?

No quiero generar un título polémico porque lo mío es la literatura, pero en las próximas elecciones podemos votar entre peronismo, peronismo, más peronismo y menos peronismo pero peronismo. Hay una matriz muy fuerte en el sistema de construcción del discurso populista en la política que tiene que ver con programas de gobierno que no se generan desde una razón de estado o desde una racionalidad de un proyecto de Estado, sino que tienen que ver con la satisfacción de determinados deseos inmediatos. Esto hoy define a prácticamente todo el espectro político.

-¿El peronismo es el gran objeto literario de Argentina?

Es una gran máquina de generar relatos. Cuándo uno piensa y trata de generar un paralelo con el radicalismo, ya sea Yrigoyen o con Illia, son momentos políticos que tienen mucha menos narratividad o tienen mucho menos relato. El peronismo tiene Perón, Evita, Isabelita... Tiene demasiados elementos. Es muy teatral también por una voluntad del propio Perón, que es el primero que advierte la necesidad o la posibilidad de que la política empleé los mecanismos de la puesta en escena. Esto es lo que generalmente ha sido pensado en términos de la relación con el fascismo, y a mí me parece que es un exageración, pero sí es verdad que Perón viaja a Europa y ve los modos en que se pueden usar lo medios que en ese momento son nuevos, los de comunicación masiva, para hacer política y los emplea de una manera muy directa, muy profusa y muy interesante. Además tiene suerte: no cualquier persona interesada en hacer política se cruza con Eva.

-¿Tiene relato y tiene personajes para protagonizar ese relato?

Sí y se caracteriza por tener elencos muy grandes, es como una gran revista, por eso en un determinado momento la novela se transforma en un vodevil, en este teatro de puertas a la Emilio Disi. Si uno piensa en personajes muy ignotos que hoy no nos dicen demasiado como Apold o Aloé, el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, son personajes muy floridos, por decirlo de una manera elegante. Son personajes muy divertidos, muy atractivos y muy interesantes, sobre todo para una novela pensada en tono de sátira.

-¿El personaje principal es López Rega?

En la novela algo que tenía en claro era que, más allá de lo satírico, me interesaba volver a abordar a Isabelita y López Rega como dos grandes personajes del peronismo, sobre todo porque me parece que hubo una representación habitual que es la de Isabelita como una persona muy estúpida manejada por un Lopez Rega muy brillante o muy oscuro. La idea de Isabelita demasiado estúpida olvida, por ejemplo, que Perón en un determinado momento la envía a resolver problemas internos del Partido Justicialista. Soy bastante escéptico con respecto a idea, y tiendo a creer que en última instancia mucho más que lo que ella es una herramienta de López Rega, López Rega es una herramienta de Isabelita. Por eso él cae y se tiene que ir del país con un proceso e Isabelita hasta el día de hoy no ha tenido que dar ningún tipo de respuesta, eso en el juego de la política argentina del siglo XX se llama tener éxito, que en gran medida tiene que ver con la impunidad o, por lo menos, de quedar libre de dar determinadas respuestas porque uno pasa a otro estrato histórico. Lo mismo pasa en otra medida con la Coordinadora Nacional de Montoneros: Firmenich no ha tenido que dar grandes respuestas.

-En la novela usted condensa esa compleja historia del peronismo en un mismo tiempo histórico que es la década del 50.

La novela hace una trampa satírica, que es poner en un mismo momento puntual que es el 53 toda la historia del peronismo hasta los 70. Ponerlo todo junto equivale a un efecto de comprensión que obliga a mirar las estrategias. Perón es un gran estratega, eso es cierto. Eduardo Jozami en un trabajo muy interesante dice que Perón es uno de los pocos presidentes argentinos que además era un intelectual, esto es cierto. aunque no lo veo con la misma simpatía que Jozami. Esa articulación de elementos que concibe Perón es muy compleja y ahí va mi problema con respecto a la religiosidad. Por ejemplo, sabemos al día de hoy y esto no es una hipótesis ni opinión, están las cartas, que Perón estimula, activa fuerte e intensamente el accionar de los grupos armados y no de la resistencia peronista, sino de esa juventud muy confusa porque eran movimientos que habían arrancado por el movimiento integrista católico, que habían derivado hacia posiciones de izquierda. Incluso cuando uno va a leer los materiales producidos nota que no es tan fácil decir que había un peronismo de izquierda, porque en realidad lo que aparece es una ensalada ideológica fenomenal. Son muy complejas las formas de izquierda que tratan de pensar un nacionalismo porque en su formulaciones más duras, la izquierda es internacionalista, no es nacionalista. Cada vez que se intentan congeniar estos elementos se generan posiciones carismáticas y Perón ha sido una figura muy fuerte. Todavía hoy es materia de discusión si Perón sabía o no sabía y hasta donde su relación con la Triple A. En mi caso, por época y por contexto, resulta muy ingenuo pensar que alguien de la talla de Perón podía ser una persona tan vencida físicamente como para ignorar semejante operación desplegada desde el aparato del Estado.

-Creo que su libro viene a incorporarse a una tradición o a un corpus que desde la literatura piensa la política y la historia argentina con una estética particular en la que aparecen con mucha fuerza parte de la obra de Daniel Guebel, pienso en "La vida por Perón", "El terrorista" o incluso en "La carne de Evita" y "Las Islas" o "Un yuppie en la columna del Che Guevara" de Carlos Gamerro ¿Lo piensa así? ¿Tenía en mente esas obras?

Es raro ponerse en series, pienso sí las articulaciones con la novela argentina, de hecho estaba "Mármol" en el sistema de la novela. Creo que la literatura argentina se caracteriza por ser una literatura que sigue retrabajando constantemente el archivo histórico. Hoy no tiene el peso político que tenía la literatura en el siglo XIX, esto es más que obvio, es casi un elemento marginal, pero sí me cuesta porque tanto por Guebel como por Gamerro son escritores por los que tengo un enorme respeto, pero sí dialogo con esos autores y dialogo con otras formas. Incluso, a mi manera la novela tiene un diálogo con Aira.

-Es verdad, se advierte también.

En el sentido de que me hago cargo que este delirio, esta complejidad de los planos temporales que se superponen y esa destrucción del verosímil, sólo puede existir con Aira. Yo me distancio de Aira en algo: a mí hay un punto en donde esto no es sólo risa y sólo juego de lenguaje. Me pasa que detrás de todo eso, las palabras siguen teniendo un peso específico y siguen reclamando un referente que las vuelve dolorosas, esa sería mi distancia con Aira, en su obra el lenguaje de alguna manera se siente exiliado del mundo, yo creo que no.

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