Consciente de estar próximo al legado, Alain Badiou (Rabat, Marruecos, 1937) dedica un “mensaje a los jóvenes” enLa verdadera vida, sistematización amena y urgente de su pensamiento comunista-ontológico orientada a ocuparse del porvenir contemporáneo de los “jóvenes”, los “varones” y las “muchachas” (en ese orden).
Entre el consejo sabio y la oralidad de púlpito (el libro se origina en una serie de conferencias), Badiou se propone corromper a las futuras generaciones al estilo socrático con la “verdadera vida” como norte ético y utopía terrenal, una libertad afirmativa y creativa como asignatura pendiente en un mundo determinado por la ley única del dinero, el consumo y la competencia. El amor, la política y la gratuidad intelectual del arte y la ciencia son las claves para construir una nueva simbolización en una época neutra, a-simbólica, estancada.
Los últimos dos apartados son especialmente interesantes: allí Badiou ensaya una tipología de hijos del presente (el cuerpo “pervertido”, el “sacrificado” y el “meritorio”), imposibilitados de trascendencia por la infantilización de los padres y de iniciación social por la abolición del servicio militar y la decadencia escolar. Más arriesgada es su caracterización de la hija actual, empujada a una adultez prematura desde que no necesita a un hombre para constituirse y sobre la que caen dos presiones, la de someterse al mandato capitalista (que debe evitar) y la de perpetuar la especie (que debe convertir en una maternidad inédita, un renacer).