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"Las estrellas federales", épica del conurbano

Juan Diego Incardona y su "nouvelle" peronista mutante

(ANSA) - BUENOS AIRES, 27 SET - Juan Diego Incardona, una de las más interesantes voces narrativas de los nuevos escritores argentinos, publicó en Buenos Aires "Las Estrellas Federales", una obra en saga con producciones anteriores, en la que retoma como "nouvelle" su pasional visión del conurbano bonaerense, en clave fantástica e impregnada de un peronismo profundo.
    El conurbano bonaerense, cordón industrializado de suburbios de casi 13 millones de habitantes que ciñe por tres lados a la capital argentina contra el Río de la Plata, se erige en toda su complejidad en la prosa poética de Incardona tal cual es, gigantesco, desmesurado y multifacético.
    Aparece recreado como un ente vivo, en mutación permanente, al ritmo del vaivén no siempre justo ni placentero de un país que se empeña de manera crónica y cíclica en devorar a sus propios hijos.
    Incardona retoma el hilo de tres de sus publicaciones anteriores, "Villa Celina", "El Campito" y "Rock Barrial", todas editadas por Interzona, un corpus con muchos puntos en común, desde el retorno de algunos personajes hasta el centro de sus peripecias en su localidad natal, Villa Celina, en el gigantesco partido de la Matanza.
    Se trata, con casi dos millones de personas, del distrito más poblado al suroeste de la capital, punto en el que se funden la afrancesada Buenos Aires con la infinita pampa gauchesca, bastión industrial y semirrural del peronismo desde su nacimiento como fuerza política en 1945.
    El autor no esconde sus simpatías por el movimiento peronista, con sus luces y sombras, glorias y traiciones, y trabaja con varios de los clichés representados otras veces en la mirada artística y la construcción mítica fundante del mismo por diferentes artistas argentinos.
    No falta la teoría de la "invasión" y la lluvia contaminante que comparte con la saga de ciencia ficción "El Eternauta", cómic político de enormes derivaciones del guionista Héctor Germán Oesterheld, asesinado por la última dictadura militar, y el dibujante Francisco Solano López.
    Aquí en lugar de una nevada mortífera lloverán al comenzar el libro sobre el suburbio matancero una alfombra de "poinsettias", también llamadas "estrellas federales", símbolo del peronismo combativo. Incluso se retoman de manera explícita los nombres de algunos personajes como Salvo y el Mano.
    La acción, con ropaje de ciencia ficción criolla, trascurre entre 1989 y 1995, en un período preciso de mutación fenomenal para Argentina. Se trata de la era en la que una hiperinflación desbocada fue sucedida por una versión mutada del peronismo tradicional, conocida por sus detractores como la "fiesta neoliberal salvaje" de Carlos Saúl Menem, que culminaría en la peor crisis socieconómica del país.
    Historias de pérdidas de trabajo, de fábricas abandonadas, de obreros que se ahorcaban en las cocinas de sus casas desesperados de miseria, del conurbano como un espacio contaminado, receptor de desechos, devastado y postapocalíptico. Reversión de otra década infame, la de 1930, con un protagonista en la "nouvelle", tangencialmente autorreferencial y hermanado con los jóvenes de Roberto Arlt.
    "Una historia que son muchas historias y con finales divergentes. El tornero que maneja un remís, el patrón de la pyme que se pone un quiosco, el obrero que junta cartón, el que se hizo vendedor ambulante y ofrece peines y lapiceras en los colectivos. Mutantes", nos anticipa el propio Incardona en un lúcido prólogo.
    La vuelta de tuerca incluye "El Circo de las Mutaciones" que salvará al joven desocupado, Juan Diego, en una arena kafkiana que parece mezclar las atracciones gauchescas de fines del siglo XIX con la inolvidable película "Freaks" de Tod Browning.
    Incardona deja que su imaginería se desborde en personajes mutantes queribles como el líder, El Hombre Regenerativo, o la deseada mujer lagartija, El Soldado de la Independencia y El Petiso Orejudo, entre otras criaturas deformes y referentes de tradiciones populares argentinas.
    Dialoga, intertextualmente, hasta llegar, por ejemplo, a la evocación misma del origen atemporal de la pampa, de la que forma parte el terruño matancero, presente en autores argentinos tan consagrados como Jorge Luis Borges, Eduardo Gutiérrez y Ezequiel Martínez Estrada.
    Los mutantes y Juan Diego compartirán un destino en común marcado por su tenaz sentido de supervivencia y su solidaridad gregaria y popular a todo trance.
    Incardona, nacido en 1971, se recibió de tornero mecánico en los años 90 y estudió luego durante un tiempo en la carrera de Letras, alguna crítica lo definió rápido como un autor de "ciencia ficción peronista", sin terminar de digerir un artefacto artístico novedoso y tal vez atrincherados en prevenciones ideológicas.
    Incardona escribe, casi siempre, con el corazón en la mano, desde el paraíso perdido de la infancia, en una calle con charcos navegables y vecinos chismosos, un universo mítico de clase trabajadora que aún sueña con un destino mejor en un país distinto.

POR ANDRÉS CÁRDENAS
 

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