Azul. No cualquier azul es el que invade la casa de Luisa Valenzuela. Un azul íntimo, como el de Frida Kahlo, el de los Mayas, el de México. Brillante e intenso, con tonalidades turquesas que resplandecen con la luz del sol, es que aparece desde el jardín y sorprende a decenas de máscaras que pueblan las paredes. Máscaras que Luisa colecciona que son un tema central en su literatura, una buena compañía que la llevan de viaje, que la hacen sentir que esta en todas partes. Porque en Luisa vive la pequeña, la Petitina como la llamaban, que quiso ser aventurera, matemática, física, exploradora, antropóloga, y que la escritura le abrió las puertas a ese mundo que se desnudaba ante ella en las voces de Jorge Luis Borges, Ernesto Sábado, Eduardo Mallea, Manuel Peyrou, Siria Poletti, Carmen Gándara, Maria Emilia Lahitte, Juan Goyanarte, Beatriz Guido, Nalé Roxlo, Inés Malinow, amigos de su madre, la escritora Luisa Mercedes Levinson, en su casa de Belgrano, a la que el chileno Fernando Alegría llamó "el Bloomsbury porteño".
“Mi barrio de la memoria está, para ser exacta, en 11 de Septiembre y Teodoro García. La casa no es grande, todo lo contrario, pero parece grande porque esla pura esquina”, recuerda Luisa en un artículo que publicó en 2007. La fachada se mantiene, a pesar delos rubros cambiantes que aparecen y desaparecen. “La chimenea sigue allí, yo tengo todavía la reja, el protector de las chispas”, aclara. Busca el celular y muestra la foto que tomó su nieto de la chimenea, donde colocaron un retrato de su madre. “Decidí hacerle un homenaje a mamá, en esa casa que siempre estaba llena de escritores, de artistas, Quisiera colocar una placa. Que quede ese recuerdo. Ella quería mucho esa casa, tomé conciencia de eso”.
Luisa Valenzuela nació en Buenos Aires, el 26 de noviembre de 1938. Es una de las máximas escritoras argentina. Autora de novelas, cuentos, microficcióny ensayos. Sus obras fueron traducidasa disímiles idiomas. En 2019, se convirtió en la primera mujer en obtener el Premio Carlos Fuentes, que otorgan la Universidad Autónoma de México y la Secretaría de Cultura de ese país por “su contribuciónal enriquecimiento del patrimonio literario de la humanidad”.
—Entre las tantas notas que leí, encontré la entrevista que le hiciste a tu madre para la revista Gente en Punta del Este.
-[se sorprende] ¿La encontraste?
—Allí hablabas de la complicidad de tu madre con Jorges Luis Borges.
—Tenían un sentido del humor afín. Se divertían componiendo cuartetas medio pícaras. Escribieron juntos un cuento muy divertido, “La hermana de Eloísa”. Ahora estoy en una especie de recuperación materna, estoy leyendo su primera novela La casa de los Felipe (1951). La semana próxima voya participar en Las Palmas de Gran Canaria de un congreso para debatir sobrela situación y peculiaridades de las literaturas, un encuentro sobre el Boom latinoamericano. Lanovela demimamá se publicó antes del Boom. Lisa [como sus amigos la llamaban] fue muy adelantada a su época, su manera de narrar, de vivir, de romper con el lenguaje, su humor.
—En tu caso, te llamaron “la bruja del post Boom”.
—Escierto, lo dijo que Cristián Alarcón cuando me dieron el doctorado honoris causa en la Universidad de San Martín (2017). En el congreso, donde en esta revisita al Boom se va a analizar también el porqué de la ausencia de las mujeres, voy a cerrar con un encuentro que llamé Vivir para contarlo [¿un guiñoalas memorias de Gabriel García Márquez?], donde repasaré mi experiencia, hablaré del preBoom, del Boomy del postBoom. Me quedé pensando enla notacon mamá en Gente. Cuando trabajé en la revista, Chiche Gelblung me mandó como escritora a cubrir matches de boxeo, un Boca-Cruzeiro en Belo Horizonte... yo no tenía idea de todo eso... En un momento lo convencí para hacer una sección de chismes literarios...y lo llamé a Borges.
—¿Parala sección de chismes?
-(risas) Sí. Hola Jorge, soy Luisa, estoy haciendo para la revista Gente una pequeña sección, lecontéy él me respondió: Hehecho un pacto de caballeros conla revista Gente. Si la revista promete no mencionarme, yo prometo no mencionar a la revista, nunca más.
—Con Borges mantuviste una relación de cariño de toda la vida. De aquellas cuartetas en Belgrano a esa inolvidable entrevista en Nueva York junto a
María Kodama.
—Son muchos los recuerdos, como el primer reencuentro en un restaurante en Greenwich Village, allí charlamos tanto los tres. Él no dejaba de repetir Isn'tita pity, porque tenía que irse de Estados Unidos. Le dije que podía volver, a Nueva York cuando quisiera, quién no iba a querer tener a Borges de invitado. A los pocos meses volvieron y fui su interlocutora en la presentación que hizo en la Universidad de Nueva York (NYU) y en las clases que dio en la Columbia University. Pasamos toda la semana juntos, recorrímos el Central Park, escuchamos jazz. Las anécdotas de los viajes eran maravillosas. Les propuse hacerles una nota [salió publicada en marzo de 1986 en la revista Vogue estadounidense], así que compré un grabador, pequeño como este, pero no tan sofisticado, y fui al hotel donde estaban hospedados. Y ahí, los tres, acomodados en la gigantesca cama, hablamos, reímos a carcajadas.
—En tu despedida a María Kodama, en una nota que publicaste en este diario, reconociste que ella le
hizo bien a Borges
—En aquél encuentro en Nueva York, él decía que María le había hecho descubrirel placer por los viajes. Hablaban mal de ella, decían que se lo llevaba lejos adrede, que lo tenía secuestrado. Kodama le devolvió la vida. Tenían una gran relación de respeto y cariño.
—En una oportunidad dijiste que Borges y Susan Sontag fueronlos intelectuales más lúcidos que conociste
—Fue así. No es que me lo propuse, se dio... Si ella no hubiera encontrado por casualidad mi libro en una mesa de saldo [Aquí pasan cosas raras, 1975), no nos hubiéramos conocido. :
—La lectura de aquél libro llamó su atención porque citó tu nombre en el New York Times, en 1980, junto a otros escritores que según Sontag se expresaban
de una manera original: Italo Calvino, Danilo Kis, Gyórgy Konrád.
—Yo no lo podía creer. Cuando me lo dijeron pensé que era una broma. La conocí en una manifestación frente a la sede de las Naciones Unidas, en Estados Unidos, donde pedíamos por la vida de Alaíde Foppa [escritora guatemalteca desaparecida en 1980 por el Estado de Guatemala). En ese entonces vivía en Nueva Yorky comenzamos a vernos. Ella fue la que me llevó al New York Institute for the Humanities, el mayor think tank de la época, de un nivel insuperable. Allí estuve a cargo de la programación. Por suerte todos aportaban ideas, a cuál más brillante. Todos los viernes secomían unos sándwiches muy ricos, en un lugar muy agradable donde uno daba una conferencia y los otros lo rebatían. Era muy interesante. Me acuerdo de Oliver Sacks [neurólogo, divulgador británico], tan tímido; de Jerome Bruner [psicólogo, profesor y pedagogo estadounidense], presidente de la institución, un genio. Nos queríamos mucho. Cuando ocurrió lo de las Torres Gemelas, en 2001, estaba acá en la Argentina y viajé a Nueva York por solidaridad. Apenas llegué fui a desayunar con Bruner y su mujer, Carol. Tenías que usar mascarilla, el polvo, el humo todavía estaba ahí. Después nos juntamos a comer con Sacks. En ese encuentro Oliver nos leyó un capítulo del libro en el que recordaba su niñez [El tío Tungsteno. Recuerdos de un químico precoz, Anagrama). Había mucha empatía, humanidad. Hubo un momento, en la pandemia que pensé que íbamos a ser más empáticos, pero no, quedó expuesta la voracidad. Mientras escribía Los tiempos detenidos (Marea Editorial), llegué a pensar que íbamos a salir mejores. Pero no. Me alarmaron mucho las expresiones de odio, las fake news, el movimiento antivacunas,los terraplanistas. Dicen que esmás fácil odiar queamar. Y odiamos, mirá lo que hacemos con nuestra Tierra. Tenemos una conducta voraz, como si nada importara. No nos detenemos, lo vemos, pero no nos detenemos a reflexionar.
—En Los tiempos detenidos hablás de dos encierros.
—Sí, el primero fue por una encefalitis que me llevó al
umbral de la muerte, en 2010, y el otro, la pandemia.
Supe en un instante que lo que me aguardaba del otro lado era la muerte. La muertecomo siempre la quise: la desaparición total. Pero la desaparición total en la más absoluta negrura, algo imposible de aceptar, de asumir. Desaparecer definitivamente es lo que siempre quise de la muerte, me dije en esa precisa instancia, y me dije, pero no así, así no, no quiero. Mi susto fue mayúsculo, hice una lista de todo lo que me esperaba por hacer —es decir escribir-y eso me detuvo al filo de la cortina. Al filo de la muerte, quizá. Vaya una a saber, cuenta en las primeras páginas.
—No estabas lista y tuviste “una instancia sontagniana”,como llamaste esa necesidad de escribir para volver.
—Es que yo entiendo el mundo cuando escribo. Si no escribo, no sé quién soy. En el segundo encierro, en pandemia, en cambio, escribí y mucho. No me podía morir porque tenía muchas cosas que hacer, no sólo se trataba de cuestiones afectivas, sino de hacer, de escribir. Un verdadero estado sontagniano. Después de la meningitis, leí el libro que escribió David Rieff sobre los últimos meses de vida de Susan, su madre (Un mar de muerte). Cómo transitó la enfermedad. No quería morirse. [*Mi madre estaba decidida a vivir sin importar cuán terrible fuera su sufrimiento”, dice Rieff]. Sontag fue una de las más grandes pensadoras, una mujer comprometida, tenía una inteligencia inigualable.
El lector es importante en el mercado de los libros, pero la felicidad de la escritora también. Susan Sontag se muestra radiante luego de regresar, como ella misma dice, de El país de las maravillas, donde se pasó tres años, doce horas por día, en un delirio de placer, escribiendo su novela (El amante del volcán), cuenta Luisa en una nota que publicó en 1992 y que forma parte de La mirada horizontal (Marea Editorial), libro que reúne sus textos periodísticos. "Lo digo en esa entrevista -agrega-. Susan se sentía novelista y quería que se la reconociera así. El amante del volcán es una gran novela. Ella, tan generosa me dio a leer las pruebas de páginas y me llevó a sueditorial, FarrarStraus and Giroux, donde publicaron la traducción de Cola de lagartija, mi novela. Era una mujer muy sensible, muy autoexigente, de una mirada tan humana. Además, era una gran escritora de ficción”
—Sontag confiaba en vivir una vida muy larga “para ver hasta dónde llega la estupidez humana”. ¿Hasta dónde llegará?
—Son tiempos de tanta oscuridad. La empatía es imprescindible, no vale el sálvese quien pueda. Se dicen frases, se repiten, sin análisis, como si alguien fuera el flautista de Hamelín al que todos siguen sin escuchar. Somos un país extraordinario y note dejan, como no vas a tener un país con cultura, tecnología, ciencia...
—En 2017, en la apertura de la 43a. Feria del Libro, hablaste sobre la posverdad, y destacaste cuatro palabras respecto a loslibros y ala vida: libertad, empatía, educación e inclusión.
—Es cierto, allí hablé de posverdad, de fake news, de ese universo delas que somos víctimas, esas falsas verdades. Es una guerra distinta, sin armas, con mentiras que se amplían en las redes y que tienen un gran uso en política.
—Cuando te referiste a la educación citaste a Carlos Fuentes, quien, en 2012, en el mismo escenario, cerró el discurso exclamando su importancia.
Falleció quince días después [15 de mayo de 2012). Qué imprescindible resulta hablar de educación, de inclusión, van juntas porque se trata de enriquecernos con la diversidad humana, dar lugar a otras voces.
—En el tiempo que estuviste al frente del Centro Pen Argentina se hizo un trabajo más que interesante en defensa de los derechos lingilísticos de las comunidades originarias de nuestro país.
—Algunas cosas hicimos. Fueron varios años de trabajos con un gran equipo de antropólogos, se rescataron más de veinte lenguas originarias.
—Veinticuatro, tengo entendido.
—Veinticuatro. Inclusión, ¿no? Sabiduría, respetar esa sabiduría natural maravillosa. Son los guardianes de la tierra. Meinteresa mucho esta visión que tienenlos pueblos originarios de la naturaleza, de la madre tierra como sujeto de derecho, lo entendieron siempre, ¿no? El derecho a la diversidad dela vida, al agua, al aire limpio...
—El racismo, la discriminación, la situación de los migrantes es un tema que te preocupa...
—El desprecio, esa cuestión de diferencias. Lo vivi en carne propia, cuando estaba en Francia, recién casada [a los 20 años se casó con un marino mercante francésy se instaló en un pueblo de Normandía, donde nació su hija, Anna Lisa Marjak].La guerra en Argelia exaltó los nacionalismos. Eso me enseñó a insultar bien en francés. Cuando intentás traducir un insulto te sale pésimo. Cuando me mudé a París, me tomaban por argelina, claro.
En aquella ciudad, cuando su hija de pocos meses dormía y ella extrañaba Buenos Aires, escribió su primera novela, Hay que sonreír (1966), fuecorresponsaldel viejo diario El Mundo y conoció a Julio Cortázar. El azar la lleva hasta un teatro y un asiento justo detrás de un señor muy alto que elabora reflexiones sesudas con un acento argentino y una erre a lo francés, cuenta el escritor argentino. Enzo Maqueira en la revista española Quimera. Con el tiempo se hicieron amigos y la admiración fue mutua. Valiente, sin autocensuras ni ultranzas, Luisa Valenzuela avanza a lo largo de varios libros que marcan un derrotero poco frecuente. Leerla es tocar de lleno nuestra realidad, allí donde el plural sobrepasa las limitaciones del pasado; leerla es participar en una búsqueda de identidad latinoamericana, que contiene por adelantado su enriquecimiento, dijo el autor de Rayuela.
A su regreso de Francia, Ambrosio Vecino asumió la edición del suplemento Gráfico del diario LA nacion y Luisa se sumó al equipo como cronista. “Ahí aprendi el valor de cada vocablo, a dejar el texto conciso, pulido. Vecina era un hombre que veneraba la sobriedad del lenguaje. Era profesor de letras, era exigente, gran amante de la literatura. Fue mi maestro, mi verdadero maestro. Tan generoso. Las notas de viajes eran mis favoritas.” El suplemento dio pasoala Revista, no la reconocieron como subedirectora, como quería Vecino, y Luisa renunció y aceptó, en 1969, la beca Fulbright para el prestigioso International Writing Program de la Universidad de Towa, Estados Unidos, donde se trasladó e imaginó su segunda novela, El gato eficaz [publicada originalmente en México, en1972], y que Interzona acaba de reeditar.
—En la introducción decís que te gustaría recuperar la irreverencia de 1969/1970 mientras escribías: “No se trata de edad, sino de cargas: yo era entonces una caldera a punto de estallar.”
—Y estallé, es milibro de ruptura. Estallé en palabras, en un vuelo imaginativo irreverente. Cada momento de escritura esirrepetible, el de El gato eficaz fue muy particular, mi mayor expresión de libertad.
—En esa misma introducción señalás que tuviste la osadía de decir que la autora “nunca, pero nunca pensaba en la muerte”.
—En esos meses, los casi nueve meses que pasé rodeada deotros escritores, en un lugar que tenía demasiada nieve, demasiado campus, en un microclima asfixiante, se hablaba todo el tiempo de la muerte. Era 1970, la Guerra de Vietnam, la vida no valía nada... Necesitaba salir. Una noche me harté y a la mañana siguiente, como un manantial, empezó a fluir y nació ese deseo que no pude controlar.
Cómo me gusta vagar de madrugada por el Villagey espiar a los gastos basureros de la muerte: escarban loquihambrientos en los tachos hasta dar con la basura que bajo sus uñas pueda matar de un rasguño, así comienza.
—Un viaje experimental
—Rupturista, experimental... desbordante, neurótico. Escribí sin respiro, en todos lados. Iba a titularse A los gatos de la muerte, ¡Salú!, pero el editor Joaquín Díez Canedo me dijo que muy pocos en México iban a reconocer la alusión indirecta al himno argentino. Ya en Buenos Aires, vi en una vidriera de una antigua semillería. que vendían algo llamado “el gato eficaz”. El alter ego de los gatos de la muerte en aluminio, capaz de: ahuyentara ratas y lauchas. Y resultó ser el título definitivo.
—De 1979 a 1989 viviste en Nueva York, con intervalos en México. En ese período escribiste Cola de lagartija (1983) dondelle diste voz a José López Rega, ministro de Perón.
—¿Cómo pudo mi país, nuestro pueblo, aceptar la presencia de este brujo, este hombre de la peor calaña que nos llevó al horror de la dictadura militar? Así surgió Esta novela absurda acerca de López Rega, este personaje Oscuro, creador de la Triple A.
—Carlos Fuentes celebró esa novela: “Luisa Valenzuela esla heredera dela ficción latinoamericana”, ¿Así comenzó tu amistad con el escritor mexicano
—Nos hicimos muy amigos. Me pidió que continuara la historia y lo hicecon La máscara sarda, el profundo secreto de Perón (2012). El subtítulo lleva las propias palabras del General cuando dijo haber logrado conservar el origen de su nacimiento como un profundo secreto.
Usted es Juancito Sosa y es Juan Perón por supuesto, pero no debemos olvidar que primero y principal usted es, Juanne de Mamoiada al que llaman también Juvanneddu 9 Juvennu. Usted es la reencarnación del dios Dionisos, el de los múltiples nombres, escribe Valenzuela en un pasaje de La máscara sarda, que se nutre del. enigma de Giovanni Piras. “En mis obras de ficción incursiono en temas políticos para tratar de indagar un poco más allá de las apariencias. Tengo que continuar, se lo prometí [se refiere a Fuentes]. Pero siempre que escribo del Brujo me enfermo. La última vez que lo intenté me caí en el baño y me rompí una vértebra”.