Plop se llama el personaje de la novela homónima (ganadora del Premio Casa de las Américas) de Rafael Pinedo. Porque cuando nació cayó en el lodo e hizo precisamente ese ruido. ¡Pum! es el ruido que hace un objeto contundente al caer sobre cualquier superficie, como lo hace la novela de Pinedo irrumpiendo en el panorama literario para convulsionarlo con la fuerza de un sobreviviente. En las onomatopeyas también hay literatura, y si no, que lo digan los grandes cómics.
Cualquier lector distraído podría asociar esta novela con La carretera de Cormac McCarthy. Se ganaría con justicia (no poética) el calificativo de miope. Lo que nos propone Pinedo no es una simple aventura postapocalíptica, ni un génesis redentor que la continúa. En el mundo en el que mal sobreviven el clan de Plop y otros no hay lugar para la redención ni para radiaciones ultraterrenas. Los que se hacen llamar Mesías son tratados como charlatanes o directamente asesinados si logran embaucar a muchos con su promesa de la Tierra Sana; no Santa, porque como ya dijimos no existen huellas de religiones ni de expresiones simbólicas trascendentales. La vida es tan urgida, tan imantada a un presente entrópico y centrípeto que no hay tiempo para otra cosmogonía que la cotidiana.
Es que allí llueve y hace frío todo el tiempo, el tiempo se mide en solsticios y escasean los alimentos, la ropa, los refugios y los minerales. Es un mundo arrasado, ni puesto patas arriba ni abajo, sencillamente asolado, distinto. Un mundo donde ni siquiera uno es dueño de su propia muerte.
Porque no hay que confundirse. No vale todo a pesar de que haya una ceremonia sexual que lleve ese nombre. Hay tabúes y por lo tanto civilización, tal como la entendemos nosotros sólo que sin los mismos preceptos. Atrás -o adelante, no se sabe ni importa- quedó el viejo tabú del incesto impuesto por Lévi-Strauss para discriminar qué era y qué no civilización en el mundo occidental. “Lo único prohibido era lamer, chupar y usar la boca en otro”. Los albinos también son tabú. Como en cualquier otra cultura existen las normas consensuadas pero no escritas (aunque nada está escrito, simplemente porque no existe la escritura): no “usar” (sexualmente) al otro sin su consentimiento, por ejemplo. Y como en cualquier otra cultura también, las normas se transigen en la clandestinidad, o en público cuando todo se deteriora.
Con una escritura llana, jalonada por sentencias que funcionan como machetazos y desde una visión antropológicamente negativa, donde regresión o evolución son conceptos impropios, Plop nos propone una excitante experiencia etnológica que nos interpela a cada página sobre nuestra propia cultura.
Pinedo era un narrador que asumía riesgos, un escritor de ideas, y como tal creía en la literatura como un campo de ensayo donde poner a prueba hipótesis que podían ser recogidas por otras disciplinas y que a su vez podía retroalimentarse de éstas.
SU OBRA
•.- PLOP (2002)
•.- FRIO (2004)
•.- SUBTE (2006)