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Reseña de El secreto entre los rusos

Ni cuento ni novela, un recorrido descriptivo, etnográfico y espiritual acerca de la relación de un lector con los libros y a través de ellos, con la literatura.

Por Matías Buonfrate

S. ha muerto. El secreto entre los rusos (editado por interZona) es un epitafio extenso y detalladísimo de su modo de leer, su relación con los libros y con la literatura. Estructurado en 480 observaciones, párrafos breves de unos cuatro renglones en promedio: no hay categorías o subtítulos que los ordenen. El espacio que separa cada observación propone distintas lecturas, salteadas, en diagonal de ida y vuelta, reconociendo grupos, subgrupos y exclusiones dentro de los distintos comportamientos de S.

Serra Bradford describe, a través del perfil del protagonista, a la literatura como comunicación secreta entre escritor y lector. En cualquier texto se condensa un mensaje que un lector sabrá decodificar de modo personal, diferente al de cualquier otra persona. Se plantea una aproximación a la lectura en modo de experiencia que lleva al encuentro de sensaciones trascendentales, como la meditación o -tal vez- la oración. El encuentro que concilia la lectura tiene vínculos con lo azaroso, lo inescrutable, el misterio. El autor de las novelas Manos verdes y La biblioteca ideal propone a través de minucias del comportamiento corporal los distintos recovecos de la experiencia de lectura. El detalle de Serra Bradford alcanza niveles microscópicos y recorre modos de leer, de comprender, de percibir “el milagro de la literatura”.

En ese sentido, existe en el metatexto del libro una propuesta lúdica que es también una reflexión permanente sobre el tema expuesto: la lectura. El propio modo de leer se vuelve consciente y aborda una reflexión sobre los propios procedimientos de lectura, más allá de lo que se lee. Son bellas imágenes, esmerados hallazgos de las particularidades de S. que hacen a ese secreto entre rusos que quiere sostener con los ojos y las manos. Es un lector aventurero que no lee sinopsis, que se sorprende, que abandona, que vuelve una y otra vez.

El título se refiere a la relación que S. mantiene con la lectura, una relación entre espías, “(…) un estado de conmoción tal que solo podía dar lugar al mutismo, a una reserva -un silencio- muy particular”. Del protagonista aprendemos que fue un lector acallado, escondido pero de todas formas inagotable en los múltiples comportamientos que circulan espirales alrededor de sus lecturas. Las emociones de S. van de la mano de sus lecturas. En forma literal, ya que sostiene los libros con sus manos. S. no lee libros digitales. Es un lector de papel, de pliegos, de tinta. Un lector offset en un contexto que se mueve a otra velocidad y lo rodea de enigmas. Un ladrón de libros, un espía, un soldado, un exagerado acopiador de papel.

El secreto entre los rusos tiene, sí, un tono nostálgico de la lectura, que no deriva hacia una visión apocalíptica. Busca indagar en las propiedades de la lectura en tanto actividad humana que puede aproximarse a un arte. El mundo de S. existe en tanto lee, el tiempo transcurre, se detiene, avanza, retrocede, se multiplica en tanto lee. “Sin un libro en la mano no tenía noción de lo que es el tiempo, y la relectura era otra manera de medir su paso”. Así se expande su percepción, su capacidad de leer es su capacidad de vivir y sentir: “lo que sucedía con S. era que le agradaba quien era él, o en quién se convertía, cuando leía”.

Esta lectura nos recuerda que el libro es uno de los pocos medios de comunicación desconectados. Su oferta de desconexión emerge como un diferencial clave que habilita este tipo de prácticas. Conviene detenerse en las reflexiones de este tipo para distinguir al libro de otros soportes y a la lectura de literatura de otros tipos de lectura. La nostalgia de S. está en la búsqueda de una coincidencia entre soporte y contenido que le permita relacionarse con el tiempo, con el espacio y consigo mismo.

El secreto entre los rusos es a su vez la búsqueda de un lector fallecido, un único lector cuya muerte trae aparejada la desaparición de toda la obra de un autor. El destellante saber común de que probablemente nadie lea. De esta forma, delinea una silueta incierta que se mueve opaca detrás de una cortinilla. Tras la muerte de S., el lector mítico que practicaba la lectura como arte, ¿sobre qué se erige una industria en tiempos de crisis?//∆z

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