Con su habitual irreverencia y habilidad para dislocar los límites del verosímil, el escritor Sergio Bizzio vuelve a la escena librera con "El escritor comido", una novela que explora la vida de un ficticio escritor brasileño que en un arrebato extremo de narcisismo simula su propia muerte en un accidente aéreo para ver qué se dice de él.
En el libro publicado por estos días por Interzona, lo que sigue al episodio fundante del escritor que decide fraguar su muerte es una narrativa llena de misterio y exploración: Mauro Saupol, tal el nombre del protagonista, tiene un accidente aéreo que lo arroja a una selva remota. Allí se encuentra con un rey y su hija, la princesa Irina, integrantes de una tribu caníbal, episodio que da origen a una sucesión de eventos mágicos y sobrenaturales que desafían la lógica de lo cotidiano.
En la tribu caníbal, Irina comienza a devorar al escritor como una ofrenda y objeto de veneración, lo que resulta en la pérdida de su nariz, orejas, genitales y finalmente su rostro completo. Antes Saupol se entera de que Tom, un periodista freelance que contrataba para escribir sus reseñas en distintos medios, está viviendo con su esposa Ingrid. La trama continua por esta deriva de sucesos que instalan la marca de Bizzio, un escritor al que le gusta torcer los límites -de los géneros y de los propios personajes- para dar lugar a historias donde juega con el contraste entre la índole dramática de lo que se cuenta y el registro, entre irónico y juguetón, que utiliza para narrar.
Bizzio, nacido en Villa Ramallo en 1956, es un prolífico escritor, dramaturgo, poeta y guionista argentino. Su extensa obra literaria abarca colecciones de poemas como "Gran salón con piano", "Mínimo figurado", "El abanico matamoscas", "Paraguay" y "Te desafío a correr como un idiota por el jardín". Entre sus novelas destacan títulos como "El divino convertible", "Rabia", "Era el cielo", "Realidad", "Perdidos", y "Diez días en Re", entre otros. El escritor también ha incursionado en el mundo teatral con obras como "Gravedad", "La china" y "El amor", algunas en colaboración con Daniel Guebel.
Su influencia trasciende la literatura, ya que varios de sus relatos y novelas han sido adaptados al cine en Argentina, Brasil, España y Francia. Además, se desempeñó como guionista en películas como "Chicos ricos" y "Adiós, querida Luna". También músico en el grupo Súper Siempre, el narrador ha logrado que su obra sea traducida a múltiples idiomas y llevada a distintos escenarios, como la adaptación teatral de "Rabia", una puesta de Claudio Tolcachir que se pudo ver en el Teatro de la Abadía en Madrid en septiembre y octubre de este año.
-Télam: A Mauro Saupol en algún momento la literatura se le vuelve un escudo protector, ¿sentís lo mismo que el protagonista?
-Sergio Bizzio: No. Incluso podría ser todo lo contrario, en la medida en que uno muestra lo que escribe: desprotección. Pero claro, no es lo mismo mostrar lo que se escribe que escribir para mostrarse, que es lo que hace Mauro Saupol. Esa es la razón por la que finge su muerte. Para ver qué se dice de él, no de su obra. Es el colmo del narcisismo.
-T.: El protagonista tiene una receta para escribir, que recuerda mucho a la literatura de algún "exitoso" escritor brasileño ¿hay algo en esa literatura que se pueda rescatar?
-S.B.: Para Saupol sí. De hecho es lo que hace. Es uno de esos escritores que toman a la literatura como una "carrera", es decir un profesional. Y es un escritor exitosísimo, muy famoso y rico cuando decide inventar su muerte. Podría decirse que la desvergüenza es su único talento. No le importa nada aparte de que la gente compre sus libros y lo aplauda, y hay miles de personas en varios idiomas que hacen eso, leerlo y aplaudirlo. Así que da por hecho que lo que hace es bueno, porque es de los que creen que el éxito comercial es siempre una prueba de calidad.
-T.: Y pasa de ser un escritor de best sellers, satisfecho y feliz, al olvido total.
-S.B.: Sí, de la noche a la mañana pasa de ser una mercancía que ocupa mucho espacio en los medios de comunicación, a la nada. Construyó sus libros a partir del saqueo de obras ajenas y termina prisionero de una tribu de caníbales. Así que me gustó la idea de contar su historia con su mismo procedimiento: robando. Pero ahora grandes textos de la literatura universal. Esto fue muy divertido para mí, narrar la vida del vampiro haciendo vampirismo. Uno de los capítulos sale de "El corazón de las tinieblas", de Joseph Conrad. Otro de "Muerte en Venecia", de Thomas Mann. Otro de "Filo", de Raymond Rousell. Y en los dos primeros hay una vuelta de tuerca más: ya no es tanto "El corazón de las tinieblas" como "Apocalipsis Now", de Coppola. No es tanto Thomas Mann como Luchino Visconti. Es decir, no es tanto la literatura como el cine, el espectáculo.
-T.: También hay cambios de género de un capítulo a otro...
-S.B.: Sí, son cinco capítulos: la comedia de enredos, la novela indigenista, la novela de aventuras, el thriller, el drama onírico. Saupol también cambia de un capítulo al otro. Y cambia tanto que al final es casi imposible reconocerlo. Es una novela en permanente transformación.
-T.: En la novela, el gran éxito económico del escritor llega del lector, del boca a boca ¿Considerás que el mercado editorial funciona de esta forma? ¿Y si no cómo?
-S.B.: Bueno, sí, su obra carece de toda particularidad, no hay nada en ella que la haga diferente de la obra de cientos de autores que han jugado exactamente (textualmente) las mismas fichas que él. Según recuerdo, en la novela su biógrafo se hace la misma pregunta y se responde que el éxito de Saupol no es fruto del azar sino de un único lector (un ser con labios y órganos internos) capaz de provocar una avalancha en la pendiente de la nada. Alguien debió leerlo alguna vez y luego decirle a otro - sin saber que acabaría diciéndoselo a millones de personas - que el vacío que tanto habían esperado estaba por fin ahí. ¿Y quién fue ese lector? ¿Cómo es? Me hace acordar de un documental, "Searching for sugar man", sobre un cantante norteamericano llamado Rodríguez, al que nadie conoce en su país, y que se hace muy popular en Sudáfrica a partir del viaje de una chica norteamericana que lleva uno de los únicos dos discos que grabó, "Cold Fact". El disco terminó siendo adoptado como un símbolo de la lucha contra el apartheid y lo hizo enormemente famoso allí, sin que Rodríguez se enterara de eso hasta muchos años después. Supongo que la naturaleza de la chispa que inicia el incendio es la misma que en el caso de Saupol, salvando las distancias, claro, porque Rodríguez era un cantautor muy talentoso y "Cold Fact" un gran disco.
-T.: ¿Cómo ves la relación mercado-escritor: es igual que la que aparece en tu novela?
-S.B.: Bueno, la relación de un escritor con el mercado es siempre posterior a la escritura, empieza cuando publica lo que ha escrito, y muchas veces nunca. En cambio la relación de un autor de best sellers, y esto es una generalización, empieza al revés, primero el mercado.
-T.: En la aventura por la selva, hay algo del clima de tu novela "Perdidos" ¿Qué te atrae de ese mundo a la deriva?
-S.B.: No sé, a lo mejor me atrae porque no lo conozco. Nunca estuve en una selva, excepto como espectador de alguna película, así que no tengo ninguna experiencia ni influencia de la realidad a la hora de inventar. Eso me da muchísima libertad.
- T.: "El escritor comido" apareció en cinco editoriales diferentes, en Uruguay, Chile, España, y dos en Argentina. ¿Por qué se dio esta circunstancia?
-S.B.: En principio porque hubo cinco editores que quisieron publicarla. Y después porque firmé contratos limitados a cada país. Creo. Nunca en mi vida leí un contrato. Tengo una agente que se ocupa de eso y yo la sigo.
-T.: ¿Dirías que el amor tiene algo de fagocitación del otro, de devoración en la veneración?
-S.B.: No me acuerdo quién decía que todo lo que forma parte del sacrificio está investido de una misma cualidad, que es la de ser sagrado. Me suena a Levi- Strauss, pero no estoy seguro. No importa. Saupol no es carne dispuesta a la ofrenda o el sacrificio, precisamente, aunque ya cautivo de una tribu de caníbales se vuelve sagrado para quien se lo está comiendo, la hija del rey, una princesa. La princesa se lo come contra su voluntad, por supuesto. Todos los días un poquito. Y él, golpeando una piedra afilada contra una columna, escribe trabajosamente la única palabra verdadera de su vida: "Socorro".
-T.: Rabia fue llevada al teatro y se ha publicado en una veintena de países. ¿Cómo vivís el éxito de esta novela?
-S.B.: Bien, tranquilo. Ni siquiera me molesta que todo el tiempo tenga que decir algo sobre "Rabia". Si la novela no me gustara sería una pesadilla. Pero me gusta.