José, un joven de veintitantos años, le hace a su bisabuela agonizante el favor que los demás parientes le niegan: la ayuda a suicidarse. Construida a partir de una administración hábil de la tensión y de los detalles (una silla contra la baranda, la remera de José estirada por el esfuerzo de la Bisa al trepar el balcón), esa escena inaugural parece creada para disparar el clímax de una historia precedente. Y aunque en cierta medida lo hace (se trata, después de todo, del final de la historia de la Bisa, que más adelante será entrevista en flashbacks que incluyen ballenas encalladas y vuelos con Saint-Exupéry), la trama recién está empezando.
Novela invertida, puesta de cabeza, Tácticas de superación personal parte del mismo lugar en el que otras narraciones concluyen. Se trata de un procedimiento que ya tiene antecedentes (si pensamos sólo en el panorama de la literatura argentina de los últimos años, se podría citar Era el cielo, de Sergio Bizzio), pero que cumple con la premisa de instalar un sistema narrativo a dos tiempos: primero suscitar el impacto y después examinar sus secuelas, ver si se puede sacar algo en limpio.
La de Francisco Moulia es una novela de la consecuencia, de la ramificación de efectos que conectan un hecho individual con el estado presente. Tras la condena familiar por lo ocurrido, José viaja a las sierras para distanciarse, para sanar, pero lo ocurrido vuelve a él en la forma de otros personajes: el dueño de un bar de pueblo, una cajera fanática de las telenovelas, una perra vagabunda, una adolescente virgen, un novio tosco y, muy especialmente, el señor Iván, un vecino ruso aficionado a boxear nogales. En el medio hay un coqueteo con la ciencia ficción, con la posibilidad de una segunda trama que nunca termina de cuajar y que sólo está ahí para entretener mientras el protagonista va reordenando el mundo a su alrededor.
Narrada en primera persona, con el estilo despojado de los diarios íntimos y una relación ambivalente con la literatura de autoayuda, Tácticas de superación personal ofrece un registro de la trayectoria siempre errática y dificultosa que implica conocerse a uno mismo. Una trayectoria que no asegura el éxito, pero que guarda en la escritura tanto su instrumento principal como su fin último. Ahí se dirime, en definitiva, el auténtico valor de esta novela.