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Un cuento breve de Carlos Chernov - Dos cadáveres

Nacido en Buenos Aires en 1953, Carlos Chernov es médico psiquiatra y psicoanalista. Ha publicado Amores brutales, Anatomía humana, La conspiración china, Amor propio, entre otros. El relato que sigue pertenece a su último libro, Amo (Interzona).

Fui con Hugo, un compañero de Anatomía, a disecar un cadáver. Su papá era médico del hospital de Lomas de Zamora y nos consiguió un permiso para entrar a la morgue. Tomamos un tren nocturno. A los dieciocho yo quería ser poeta. Siguiendo un consejo de Mayakovski anotaba todo lo que me parecía poético, cosas como: “Los guardas del tren, en sacos grises que no abrigan, se
sientan a charlar en los asientos de pasajeros. Mientras la gente fuma y lee diarios en el vagón iluminado, afuera pasan andenes en sombras, largas playas de vías muertas y durmientes de quebracho dispuestos en pagodas sobre la hierba oxidada. La municipalidad podó los árboles y las ramas mutiladas se alzan al cielo como brazos implorantes”.


El cadáver nos esperaba sobre una mesa de mármol, en una salita de azulejos blancos. Le habían llenado el vientre con varios litros de formol, pero aun así olía muy mal. Según la tarjeta de identificación atada al dedo gordo del pie, el hombre se llamaba Gauna. Tenía los pómulos altos y la piel aceitunada, lo que para mí eran rasgos españoles típicos. Nos pusimos a disecar el plexo braquial del brazo izquierdo. Usábamos barbijos humedecidos con perfume para tapar el olor a muerto. Cuando terminamos cosimos la axila para dejarlo lo más prolijo posible y nos sentamos a fumar en un banco de piedra del jardín del hospital. Eran casi las seis de la mañana. En el tren de regreso, de un lado amanecía un sol húmedo y del otro todavía era noche cerrada; corríamos sobre el filo.

Al año siguiente a Hugo lo secuestró la marina. Nunca supimos nada más de él.

 

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