La amenaza latente del otro. El desconocido como misterio inquietante. La invasión inminente que siempre está por venir y nunca llega, hasta que llega. Puede decirse que Fractura expuesta, del correntino Walter Lezcano, es una nouvelle paranoica. El texto está basado en un peligro que crece como una mezcla de fatalidad, dejadez y mala suerte. El argumento puede resumirse de esta manera: un profesor de lengua y literatura relativamente fracasado, que odia su trabajo y cuya pareja de años está a punto de naufragar, comete un acto prohibido. A partir de entonces, es perseguido, por momentos casi linchado. Por eso, debe escapar, para lo cual su hermano le facilita una casa en una misteriosa localidad del conurbano bonaerense, semipoblada por personas extrañas, como una suerte de lejano oeste a la criolla. Allí, debe afrontar la invasión de seres desconocidos.
Fractura expuesta integra la colección Pulp, recientemente lanzada por Interzona. En los orígenes de la literatura moderna, es posible rastrear la existencia de formatos previos al inmaculado libro, fetiche de la era moderna. En la Argentina, hacia la segunda mitad del siglo XIX, el folletín sentó las bases para el desarrollo de una literatura nacional de alcance popular, antes limitada principalmente a una circulación entre el público reducido e ilustrado de la academia y los intelectuales ligados al estado y las instituciones literarias o sociales. De tirada periódica, accesible para el bolsillo del trabajador castigado por relaciones laborales premodernas y de temáticas que se movían entre la aventura, el drama y el misterio, textos vertebrales del esqueleto de la literatura argentina adoptaron originalmente ese formato. Tal es el caso, tal vez el más conocido localmente, del Juan Moreira de Eduardo Gutiérrez. Los antecedentes en Europa fueron de renombre: Balzac, Zolá, Dickens, Conan Doyle. Todos ellos publicaron textos por entregas. En los Estados Unidos, el formato de consumo popular de literatura adoptó el nombre de Pulp: ediciones baratas, con una estética que hoy se asocia directamente con el comic posterior, circularon masivamente entre trabajadores y sectores sociales medios y bajos de las principales ciudades norteamericanas. Entre esas dos tradiciones, tamizado por el paso de un siglo de desarrollo literario, con sus vanguardias, hegemonías y contraculturas, aparece hoy esta colección, a cargo del escritor y especialista en literatura norteamericana Alejandro Soifer.
En Fractura expuesta, Lezcano construye un conurbano donde se mezcla invención y realidad, fantasía y condiciones materiales de producción, política, cultura popular y derechos sociales con tiroteos, sangre y situaciones que bordean la temática zombi. El espacio es surrealista: construcciones a medio terminar, descampados acechados por un enemigo desconocido, túneles misteriosos bajo la tierra, “amigos” enigmáticos e inexpresivos, borrachos y violentos, un puntero barrial de buena llegada a las fuerzas del orden y prédica chamuyera entre los vecinos. Realismo mágico y novela de misterio, este libro por momentos hace de Rodrigo, el docente quebrado por la cultura del no future, un eternauta post Nirvana, el antihéroe que mamó la teta de la caída del muro y el fin de la guerra fría.
Otro aspecto social del que se da cuenta en Fractura expuesta es la más cruenta de las guerras: aquella que se da al interior de un mismo estrato social. Cuando la lógica de los sectores de poder logra imponerse a través de la ideología y la cultura dominante, logra que los de abajo se maten entre sí, desatando una guerra intraclase. Y ahí surge el famoso negro que odia a los negros. Aquí aparece con claridad y es interesante ver cómo se las ingenia este joven narrador que creció y se hizo fuerte esquivando las balas de realidad que vuelan por los cielos de San Francisco Solano.