interZona

Un poema de Valentine Penrose

Con traducción, selección y prólogo de María Negroni, Interzona suma a su Zona de tesoros Hierba a la luna, del que tomamos un poema.

Sus poemas son pequeños objetos extraños. El mundo que reflejan es un mundo privado expresado en términos privados. Mucho de tradición medieval, de alquimia, de sacralización de elementos de la vida cotidiana, de Ramón Llull pasado por la mirada de Breton. Quiero decir, una filiación con el autor del Libro del amigo y del amante que es más una fidelidad a lo maravilloso que a lo místico.

Éluard dijo en el mentado prefacio a Herbe à la Lune: “Amo estos poemas. Presiento que Valentine Penrose nunca vacila en escribir una palabra en lugar de otra, optando por lo inmediatamente accesible. De ahí un lenguaje poéticamente límpido, fugaz, que se desentiende de lo referencial. Un lenguaje irracional, indispensable”.

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Figura no ortodoxa dentro del grupo surrealista (como toda mujer dentro de cualquier movimiento literario), Valentine Penrose se afilió a una propuesta esquiva, movediza y extraterritorial. La extravagancia fue su ardid. Su obra es un collage de ruinas, goce sufrido a cuentagotas y devoción por lo anticonvencial. Sus poemas, pequeños trozos impertinentes, sin sentido lineal, sin jerarquías sintácticas ni de ninguna otra especie. Al fondo, brillando, ese gran mosaico del misterio humano que es su novela gótica.

 

Existe el fuego arde y yo naufrago soy el agua
oh niña fría.
La tierra es mi amiga
también la luna su criada
así al visitarnos al fondo de nuestras cuevas
nuestras pausas nuestro desmayo lejos de todo
                                                            acodadas
pasamos largas noches intimando
en torno a nuestros fuegos tres fuegos misteriosos
                                                         y hermanos.
   Tengo las más hermosas flores
   la más bella quimera
   el espejo más bello
   soy el agua que se canta.