Los relatos de Incardona construyen una épica de barrio. El héroe es el hombre común que debe sobrevivir pese a las deudas, a la desocupación y a la explotación laboral. Los antihéroes son los ricos, los poderosos, los anti-peronistas y los patrones del capital que se han olvidado del obrero como ser humano y lo han usado para sus fines, esclavizándolo al sistema.
Una amenaza siempre latente es la contaminación producida por los desechos del centro. El conurbano actúa como receptor de aquellos elementos que a los habitantes de la ciudad ya no le pertenecen. Residuos y líquidos contaminantes, la mayor parte de ellos provenientes de grandes fábricas, darán lugar a mutaciones, plagas, extraños fenómenos meteorológicos y toda clase de rarezas.
El barrio se va poblando de seres que han absorbido en sus cuerpos los efectos de la marginación y la condena a vivir entre desechos y a formar parte de aquellos desechos. El neoliberalismo ha creado efectos kafkianos, y todo se ha transformado y deshumanizado. Así como en las novelas anteriores de Incardona asistíamos ya a la aparición de hombres mutantes, en Las estrellas federales nos encontramos con toda una cuadrilla circense llamada “El Circo de las Mutaciones”, cuyas personalidades míticas están presentadas desde la primera página: El Hombre Regenerativo, Aldo el Enano Gigante, La Mujer Lagartija, entre otros.
Incardona ha convertido en saga las hazañas del héroe barrial.
La historia de Las estrellas federales inicia con la llegada de un aluvión de flores rojas de la familia de las poinsettias al barrio. En medio de un clima festivo precedido por comparsas y músicos que se desplazan entre el rojo punzó que tiñe el suelo de las calles de Villa Celina, el protagonista de la historia, Juan Diego, se encuentra con el Circo de las Mutaciones y sus extraños personajes. Juntos enfrentarán la invasión de la lluvia de ácido que avanzará amenazante sobre el barrio. Las ilustraciones de Ariel López en el libro son cruciales para el logro de un clima en que el realismo más crudo se funde con la ciencia ficción.
También se hace presente aquel personaje entrañable de El campito, mezcla de payador, juglar y profeta: el vagabundo Carlitos. Su incursión y su voz determinan el carácter ancestral y oral de las historias que se suceden en el barrio. Los relatos orales y el rumor son esenciales para configurar la identidad grupal.
Como en las otras novelas, hay mucho del Silvio Astier de Roberto Arlt en el personaje de Juan Diego. El joven deambula por la ciudad en busca de trabajos de poca paga que toma y abandona rápidamente para iniciar otros que no lo redimen de su condición de marginal. Él y todos los demás desocupados y trabajos temporarios son, en fin, El Hombre Regenerativo, que pierde todo de golpe pero que, de inmediato, inventa una salida y vuelve a empezar.
En Las estrellas federales, el neoliberalismo ha creado efectos kafkianos, y todo se ha transformado y deshumanizado.
Incardona ha convertido en saga las hazañas del héroe barrial. El obrero, el desocupado, el hombre común continuamente presionado por la situación socioeconómica, buscará en su propio barrio, y en sus símbolos, la ayuda y la contención necesarias para enfrentar sus problemas. Y allí estarán las estrellas federales, el símbolo del peronismo combativo, cubriendo el barrio con su manto, en señal de triunfo. Los poderosos y la contaminación continua han transformado al habitante barrial, pero también lo han hecho más fuerte y lo han unido más a los suyos, a sus vecinos ideológicos.
Las estrellas federales es una invitación a pensar el conurbano, ese territorio inmenso y, por eso mismo, misterioso. A pensarlo desde adentro, a recorrerlo de la mano del guerrero más férreo del barrio, El Hombre Regenerativo, aquel vecino héroe que, entre malabares de circo, se enfrenta diariamente a los gigantes del capitalismo y sobrevive.