Por: Martín Caamaño
De los diez autores que componen la antología Alt Lit. Literatura norteamericana actual, tal vez el nombre que más le suene al lector argentino sea el de Tao Lin (foto), cuyas novelas fueron publicadas por la editorial catalana Alpha Decay y el notable volumen de cuentos Hoy el cielo está azul y blanco, con manchas azul brillante y una luna pálida y pequeña y voy a destruir nuestra relación hoy por la local Dakota Editora. Esto se debe a que es uno de los principales exponentes mundiales de esa suerte de subgénero que se dio a conocer como Alt Lit, algo así como “literatura alternativa, literatura indie, literatura hipster yanqui”, tal como explican en el prólogo los escritores Hernán Vanoli y Lolita Copacabana, quienes compilaron este libro. Por su parte, Jordan Castro –otro de los autores antologados, citado por los compiladores– aclara que el movimiento Alt Lit está compuesto por “un grupo de individuos socialmente alienados que eligen la literatura como un modo de alivianar la monotonía”.
“Además de que en las escuetas biografías de los autores aparezcan sus publicaciones digitales, sus blogs, sus páginas web, sus cuentas de Twitter, ya en los relatos mismos encontramos rasgos comunes que dan cuenta de esta forma de escritura: el carácter fragmentario de los textos.”
En una entrevista reciente, Ricardo Piglia sostenía que en gran parte de la literatura actual se notaba la escritura apresurada y descuidada de la computadora. Esto que para Piglia se muestra como un sesgo negativo parece ser, en realidad, el nuevo paradigma en el que se asienta el presente literario, generando novedosos modos de escribir y de leer, y del que este libro resulta una muestra contundente. Además de que en las escuetas biografías de los autores aparezcan sus publicaciones digitales, sus blogs, sus páginas web, sus cuentas de Twitter, ya en los relatos mismos encontramos rasgos comunes que dan cuenta de esta forma de escritura: el carácter fragmentario de los textos; su aparente vacuidad; la capacidad de encontrar poesía y belleza en lo superficial, como en los libros de Bret Easton Ellis pero sin ese ímpetu balzaciano; cierto coqueteo con la falla, con la vergüenza ajena. Tal vez lo más interesante de estos cuentos sea la vocación por archivar el estatus arcaico de la literatura, llevándola al terreno abstracto de otras manifestaciones artísticas como las artes visuales o la música electrónica.
“Creo que habría que sacarle el acento a la palabra ‘pérdida’”, dice la narradora dexTx, en el cuento “Empate”. Casi todos los relatos presentan personajes perdidos en su vida cotidiana y, por ende, en el mundo que les tocó vivir: desde un profesor universitario que, luego de ser expulsado, se muda al pelotero de McDonalds (en el relato de Sam Pink), pasando por las letanías estancadas en el deseo de Tao Lin hasta la abulia de Beyoncé Knowles combatida con la idea de tener un perro, en“Beyoncé decide tener un perro” de Heiko Julién. Otro acierto de los compiladores es que, en lugar de sumar nombres, se hayan centrado en estos diez, proporcionando dos relatos por autor y permitiéndonos así conocer mejor el universo de cada uno. “¿Qué son los Estados Unidos?”, es la pregunta que los alentó al configurar la antología. Lejos de contestarla, este libro ofrece nuevos interrogantes.