Cada uno tiene a su John Berger favorito: el novelista, el ensayista, el poeta, el guionista o el dramaturgo, incluso el que hizo un mítico programa televisivo sobre arte en 1972. Porque Berger fue todo eso, y siempre desarrolló con maestría eso a lo que se dedicaba.
“Fue uno de los escritores que más copié”, dijo Martín Caparroz cuando se conoció la noticia de su muerte, en enero de este año.
“Confabulaciones”, el libro recientemente por Interzona, es una buena forma de aproximarse a la obra de John Berger; para quienes ya lo conocían, es una manera de reencontrar en el estado más puro una extraña maquinaria de pensar, mirar e interpretar el arte y la vida.
En “Confabulaciones” se entrecruzan reflexiones cotidianas, anécdotas, crónicas, fragmentos que podrían ser perfectamente de un diario personal. Pero en cada uno de estos fragmentos está el novelista, y sigue están el hombre apasionado por el arte, que nunca dejó de preguntarse por las formas de mirar, tanto el mundo, como un cuadro.
Hay fragmentos conmovedores, como cuando narra el viaje al velorio de un amigo, también artista, y escribe: “Otros lo cuestionaban por haber entregado toda su vida al arte y pensaban que no era un genio. Les pasaba desapercibida toda la nobleza de la persistencia. Murió solo, de un ataque al corazón, a pocos metros de la mesa en la que colocaba sus platos de fruta, para sus naturalezas muertas. Fue el día más largo del año, 21 de junio de 2003. Cuando su cuerpo fue descubierto, los días empezaron a hacerse más cortos”.
Las reflexiones de Berger abarcaron también la política y los medios. Este fragmento nos interpela de manera directa en estos días: “Otro capítulo de las informaciones con que somos bombardeados se concentra en lo espectacular: en acontecimientos impactantes, violentos, que ocurran en cualquier lugar del mundo. Asaltos, terremotos, barcos naufragados, insurrecciones, masacres. Una vez exhibido, un espectáculo es reemplazado por otro, sacado de contexto, en una sucesión insensible. Se los ofrece como golpes y no como historias. Funcionan como recordatorios de cuán impredecible puede ser lo que ocurra. Demuestran los factores de riesgo en el vivir”.
Así de lúcido era Berger.
El libro incluye imágenes (fotografías, cuadros, dibujos) sobre los que Berger posa su mirada para tratar de entender qué ve, por qué y qué lo hace sentir.