Por Dolores Curia
Fue la musa protagónica de Fer, cumbiela (2004), uno de los primeros libros que salió por Eloísa Cartonera, publicado como “anónimo”, escrito por Washington Cucurto y cocinado a fuego y sudor de diciembre 01. Fer en esa historia es una empleada de supermercado que termina como madrecita reencarnada de los descamisados, los piqueteros y los desesperados, como líder queer (zoofílica) y aceptando (esta vez sí) la candidatura a la vicepresidencia (para Cucurto, si Evita viviera, sería repositora, cartonera o una chica como Fer). El personaje público de Fernanda también fue modelado por César Aira, fan confeso y cercano a las chicas Belleza y Felicidad, en Yo era una chica moderna (2003), la bío truchada de una joven paracultural, un revuelto con los mitos sobre Fernanda (sexualidad ambigua, reviente constante, locura e imprevisibilidad) comprimidos en un yire alternativo de sábado por la noche. Laguna fue una de las tres neuronas motoras (junto a Gabriela Bejerman y Cecilia Pavón) de Belleza y Felicidad, un espacio de arte que supo minar el panorama de una década de lo más infame y disparar sus bombas contra: los cánones, el buen gusto, las leyes de cortesía y del control. En el ’98, Fernanda y Cecilia fundaron B y F, que primero fue sello editorial, copiando una modalidad de circulación marginal nacida en el Brasil de los ’60 (la literatura de cordel: folletines colgados de una soga que se vendían junto a otras chucherías kitch). Combatieron el snobismo del circuito oficial a fuerza de cumbia, punk, chatarra sorprendente, indisciplina, lecturas colectivas, artistas homeless, fanzines y fotocopismo –práctica tan marginal como universitaria–. Importándolo todo de Brasil y mezclándolo con lo propio, B y F fue un estado de fiesta interminable y efervescente.
Desde entonces, Fernanda (en todas sus facetas) recibe tantos ensalzamientos como acusaciones: de frívola, de ejercer un tortillerismo tibio, de haber traicionado (por simplona) al neobarroso que le dio de mamar. Sus primeros poemas que aparecieron (antes incluso de la existencia de B y F) en una revistita artesanal (Nunca nunca quisiera irme a casa) muestran, ya desde el principio, una fachada de espontaneidad con un tono tan coloquial como trabajado. En el 2002 fundó, junto a Washington Cucurto, Javier Barilaro y otros, Eloísa Cartonera, cuyo estilo editorial, nacido lumpen tercermundista, ahora es exportable y objeto de fascinación, estudio e imitación en el primer mundo. En el 2003, B y F abrió una sucursal en Villa Fiorito en una de las habitaciones de un comedor para niñxs y abuelxs. Y ese espacio, que empezó con muestras y talleres de pintura para chicos entre 3 y 12 años, pronto tendió lazos con la Escuela N° 49 para formar un secundario con educación artística integral. Este año ese proyecto celebra diez años: “Ahora reabrimos la Galería Belleza y Felicidad en Fiorito. Para mí es una alegría total. El espacio nuevo me inspira mucho y tiene esa cosa de lo indomable que me encanta y me cuesta y me apasiona. Estamos armando un calendario con la gente del barrio”.