La máscara
Un hombre con una máscara de gas. El rostro deforme. Como si fuera un monstruo. Hace entonces los gestos de un chimpancé. Curva las manos e imita los pequeños saltos y movimientos del chimpancé.
El plano se abre. Vemos a quién le está haciendo estas cosas. Es una mujer. Una mujer muy vieja. Moribunda; conectada a varias máquinas y con el suero que le entra por el brazo. Así y todo, la mujer vieja sonríe, primero; después se ríe, se ríe mucho, no puede parar de reírse. Solo vemos que se ríe, como si hubiera perdido el control.
La concentración
Un hombre de boina gris y anteojos inspecciona las cuerdas de un violín. Tiene el violín a tres centímetros de las lentes e inspecciona largamente las cuerdas y el estado general del violín. Este hombre es padre y hace una semana se le murió la hija. De todas formas, ya pasó una semana y él está en la feria de objetos antiguos y quiere elegir un violín y no quiere que lo engañen. Por eso está así de concentrado, con el violín a tres centímetros de sus anteojos.
El secador de pelo
Un viejo sentado en el piso con un cuenco de arroz en la mano derecha.
Dos negras, en la peluquería, con la cabeza dentro de un secador antiguo, como si fuera un casco. Las dos negras sonríen.
Afuera hay tiros y saqueos y los cuerpos son enterrados unos tras otros.
El hombre que está en el piso come arroz, muy lentamente. Las mujeres también tranquilas. Detrás de esta escena, sin embargo, vemos que no hay pared, que no hay salón, que el hombre que come arroz y las dos negras en la peluquería están casi al aire libre. No hay techo y apenas quedan vestigios de las paredes que antes estuvieron ahí.
Lo más extraordinario es que los dos secadores de pelo todavía funcionan. Oímos el ruido que hacen, ruido incierto que muestra que no están en las mejores condiciones. Pero funcionan.
El rostro de la mujer
Una mujer ve en el espejo una parte de su rostro. El espejo es del tamaño de un naipe y la mujer solo alcanza a verse detalles: las cejas depiladas, muy finas, después los labios pintados, un maquillaje pesado, exhibicionista, los ojos muy abiertos.
Por el tamaño del espejo no puede verse la totalidad de la cara, necesita de ayuda para eso.
Del otro lado de la mesa, vemos ahora, hay una nena con un rostro que revela alguna deficiencia mental. Tendrá seis o siete años y es ella la que ahora sostiene el pequeño espejo a una distancia suficiente para que la bella mujer pueda verse el rostro por completo.
Aprender
Un niño que aún no sabe escribir dice que odia a sus padres. Y quiere escribirlo en el papel: que los odia. Sabe algunas letras, pero aún no sabe escribir. Pregunta a la madre cómo se escribe el nombre de ella y el de su padre. La madre le dice, deletrea, explica. Después el niño pregunta cómo se escribe los odio. La madre duda, pero después deletrea, explica, lo ayuda a escribir las letras.