interZona

De ofrendas, afanes y orfandades

El martes 6 de diciembre, se presentó "La boca del infierno" de María Negroni en la Capilla del Centro Cultural Recoleta. A continuación el texto que leyó la poeta Analía de la fuente durante la presentación del libro.

                                                                                                                    "Vivimos en un infierno / cada instante del cual es un milagro" Emil Cioran

Con La boca del infierno asistimos a otra instancia en la construcción del museo de tesoros, colosal e incorpóreo, de María Negroni. Este espacio, el del museo, el de todo lo que hay dentro de él, (dos hélices espiraladas, un oráculo délfico, la gramática sánscrita, un tratado sobre muñecas y otro sobre el suicidio, por ejemplo), es el epicentro de una poética que linda con la idea de cosmogonía. Los lectores podemos recorrer las galerías góticas por donde desfilan palabras grandes (‘muerte’, ‘deseo’, ‘infancia’) y asistir a su derrumbe. Es de noche allí. La luna navega, en lo alto, dice María. La poesía ha destripado el territorio textual de Bomarzo, la novela de Manuel Mujica Láinez, ha entrado en su vientre de imágenes y le ha extirpado la voz del duque Pier Francesco Orsini. Una voz, la de Pier Francesco, dentro de otra voz, la de María Negroni. El museo anochecido es una sucesión de símbolos ordenados arbitrariamente con suma precisión. Su colección impalpable habita la peculiaridad de una poiesis que convoca una y más veces a ubicarnos en el abismo de vernos en escenas dentro de escenas engendrando la repetición. Una y otra vez la lectura y sus voces adentro de más voces. En palabras de Eugenio Barba, la voz es una prolongación del cuerpo, su excedente sonoro. Agregaría, junto con Octavio Paz, Francine Masiello y otros estudiosos del poema, que la voz es, además, ese rastro rítmico que va quedando en las hojas en blanco una vez que ciertas obsesiones han pasado por allí. El ritmo es un eco del cuerpo, su pulso, sus vibraciones. En esta obra la sonoridad, la cadencia atraen de inmediato a quien está frente al texto.   

Cuando la voz propia se funde en los parajes imaginarios que ofrecen las fábulas, algo nace y cobra cuerpo, existencia, materialidad e idealidad. En casos extremos como éste el acto de relectura es entrega y fundación. El presente continuo de Bomarzo ha dado en parir La boca del infierno por el grado de abstracción con el que ha sido leído. Eso parece decirnos este libro que nos vuelve más que lectores, testigos. Y nos preguntamos: ¿La ficción nutre? ¿La lectora devora a las criaturas que hay en sus libros? ¿Cuál de estas dos ideas se acerca más a la escritura de trabajos como Pequeño mundo ilustrado [2011], Archivo Dickinson [2017] o Cartas extraordinarias [2013]? Por solo citar algunos de los textos que realizan la misma operación de leer para dar a leer. Devorar, en este cosmos, es incorporar, dar paso cuerpo adentro.

El duque de Orsini ha trascendido su era, la del Renacimiento italiano, la del humanismo y sus avatares, para migrar a la pluma de Mujica Láinez y de ella a la de Negroni, y nos alcanza a nosotros, lectores perdidos en los incordios del siglo XXI. La obra de Orsini, un bosque de monstruos dedicado a su esposa fallecida, serie de esculturas talladas en piedra o inventario de formas de la locura, llega al presente en modo de yo lírico dispuesto a compartir su versión de los hechos. 

La apropiación es una escena de lectura eternizándose en sus variantes. Evadirse del mundo es volver a él con todos esos monstruos en la lengua. Para que de la lengua al mundo reafirmen los modos de andar de lo simbólico. Son los monstruos que, como dice Monteleone en su epílogo, se muestran a sí mismos en discursos que los contienen, los justifican, los juzgan y los condenan. Por eso está la voz de la poesía, para eximirlos de lo abyecto y darles amparo.

La voz de Pier Francesco en el texto de Negroni es el resultado del modo en que la autora ha sabido alimentarse, caprichosamente, de lecturas que la apasionan.

Homenaje es este modo de tragarse a los padres, reescribiéndolos. Se les honra con una voz nueva e inventada. Tan fuerte es el lazo con los ecos de la ficción que en el cuerpo de la autora los personajes amados crecen y cobran una voz nueva: resucitan.

Si orar es uno de los modos de escribir de Negroni, reanimar cuerpos ficcionales es otra de sus formas de creer en el lenguaje y darse a él. Al dar voz al duque se da testimonio de su aislamiento, de su existencia border, de sus imposibilidades que son, también, su dicha, la raíz de su creación. Qué haría el duque sin su pena. Sin su cueva. Sin su orfandad de viudo. Sin su soledad tallada. Orsini observa su alrededor y nos brinda un triste museo de jaulas humanas, exhibe en su lengua la pasión fúnebre de las criaturas que se dan a una voluntad desmedida y ajena que es de nadie, haciendo la guerra, ese combate “sexual y viril de pelear contra la muerte”. Vemos con él Cuerpos Destrozos Temblor. Sangre Desarraigo. Todo ese desconcierto llega a sus ojos para salir por su boca. Luchan para catalogar el mundo, nos dice de los hombres, para fabricar la nada misma. Y esa nada lo habita a él en su monstruosidad.

Como un espejo trágico la voz del duque nos narra lo inasible de los latidos humanos sucumbiendo al ruido y la furia. Entre todas las bocas del infierno, la de su escritura es la que le permite posicionarse en las afueras, en su exilio personal. Él elige, en una lectura pormenorizada de su alrededor, morar los márgenes. Su sitio es el de los hombres quebradizos que deben escoger un espacio, tomarlo para sí, hacerlo querencia, con el único fin de reinventar la vida y sus posibilidades para que la propia vida no se envilezca. 

Su voz nos conduce y acaudala. Por fuera de las simetrías, en lo deforme, en el “inhumano derecho de disentir” hay un hábitat posible, parece decirnos, una fortaleza que consiste en interpelar lo real dejando a la intemperie toda la estupidez.
 

 

 

Analía de la Fuente (Buenos Aires, 1978) es profesora de Castellano, Literatura y Latín y magíster en Escritura creativa. Trabaja como docente en la E.T. N°25 “Teniente Primero de Artillería Fray Luis Beltrán” e integra el grupo de investigación “Palimpsestos” que coordina María Negroni, bajo el auspicio de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Escribe poesía y ensayo. Es mamá de Eva, Juana y Lucía.

Ganador al mejor libro argentino de creación literaria: "El náufrago sin isla" de Guillermo Piro es la obra ganadora del Premio de la Crítica de la Fundación El Libro 2024