Internet y las redes sociales son el escenario de la vida contemporánea que nos obliga a una metamorfosis: ser capaces de habitar dos mundos paralelos. Uno material y otro virtual.
Algunos autores jóvenes circulan entre los dos universos para contar la experiencia de la vida anfibia en blogs y redes sociales. En este proceso renuevan el panorama de la literatura. Un ejemplo es Alt lit, la corriente que surgió en Estados Unidos con la caída de las torres gemelas y dejó al descubierto el derrumbe de todas las certezas.
A primera vista, la escritura de los Alt lit es desprolija, toma los rasgos del lenguaje en internet y cuenta historias banales. Pero si se indaga un poco más allá, se descubre que a través de ese lenguaje llano reflejan la dificultad afectiva y la vacuidad de la vida cotidiana.
“El desafío de la sociedades subordinadas, hoy y siempre, implica vampirizar esa imaginación en modos afirmativos, ojalá liberadores”, dicen Lolita Copacabana y Hernán Vanoli en el prólogo Alt Lit, Literatura norteamericana actual. Con esa premisa algunas novelas argentinas recientes exploran maneras de contar la alienación, sobreexposición y vacío del mundo contemporáneo, con un territorio en común: internet.
“Todos nuestros sueños ya son de windows”, dice Clyde el personaje de Te quiero (Páprika, 2014), la novela de P.J. Zooey en una suerte de historia romántica y costumbrista aturdida. Pocos personajes en la literatura actual reflejen el diálogo de la generación sub 30 con tanta nitidez como lo hacen Bonnie y Clyde, la pareja que circula por una Buenos Aires reconocible, relacionándose desde la distancia o la extrañeza.
Hay algo incierto que convierte el mundo que los rodea en un lugar banal y distorsionado, tanto que Clyde “creyó que se volvía loco y quiso probar si podía decir algo cierto, y empezó a decir marcas: ‘Samsung, Galaxy, Sussex, Higienol, Vegetalex’. Esto lo tranquilizaba…” .
En Mi tonto, ansioso equivocado yo (Letras del sur, 2014), la novela de Joaquín Sanchez Mariño, el mundo virtual es el último lugar donde todavía es posible el encuentro entre “el chico” y Clara, su amor siempre en fuga. Es su refugio para preservar una vulnerabilidad que lo hace entrañable. Piensa: “Los duelos cuando suceden en el Muro, se parecen bastante a los duelos de las comedias románticas: mientras uno la recuerda aparece la foto perfecta de aquella tarde, mientras uno piensa en qué andará la chica lo cuenta en simultáneo, mientras uno la imagina cantando el blues que no llegó a ser de los dos pero podría haberlo sido, ella lo suben en forma de video para que todos, sin distinción de jerarquías, vean cuán de nadie es ese tema. Y es que lo que hace años se curaba con ausencia hoy se resuelve con empacho.”
Ellos no son los únicos pero alcanzan para mostrar cómo el lenguaje y sus artificios atraviesan la frontera entre lo virtual y lo material. Habrá que esperar y ver que nuevos horizontes dejan a la vista.