Por Pablo Giordano
La pasión por Stephen King se viene festejando hace tiempo en distintas lenguas. En esta oportunidad, el escritor ecuatoriano Jorge Luis Cáceres reunió a 22 colegas de Hispanoamérica en King. Tributo al rey del terror (se editó originalmente con el título No entren al 1408), una antología de cuentos que, después de debutar en Ecuador, se acaba de editar en Argentina por Interzona. Los cuentos, en su mayoría inéditos, provienen de México, Perú, Cuba, Uruguay, Ecuador, Argentina, Chile y España.
“El panorama es interesante y el registro de historias logrado por esta antología es una muestra muy amplia –explica Cáceres a Ciudad X–; así, tenemos en el cuento de Juan Terranova a una legión de zombis en Buenos Aires, un personaje extraño en la literatura latinoamericana, pero que de a poco se vuelve recurrente. Hay cuentos para todos los gustos y están distribuidos geográficamente en Santiago, Buenos Aires, Quito, Barcelona, Madrid, Lima, México, La Habana; es decir, este libro es una muestra de que los horrores, si están bien escritos, pueden ser desarrollados en cualquier territorio, lugar o escenario. En la actualidad ya no es extraño ver zombis o autos malditos en Quito, o en la Paz. Lo extraño sería no verlos”.
Los homenajes a King son evidentes para el lector y se cuelan referencias a The Boogeyman y El misterio de Salem’s Lot. Entre los cuentos se puede encontrar al propio autor estadounidense como personaje, horrendos crímenes que llevan al pasado reciente chileno, un padre preocupado por la desaparición de su hijo que quedará entre la espada de los horrores y las paredes del infierno, un ente visto a través de la mirilla de la puerta, la tecnología vuelta enemiga del hombre, la experimentación en macro del principio de incertidumbre de Rchödinger, recuerdos que torturan hasta el límite, un hermoso día de playa que muta drásticamente, un homenaje a El cuervo de Poe, un hombre lobo y, entre otras cosas, dos gemelas que remiten directamente a El Resplandor.
En las últimas décadas, los intereses editoriales de superventas se volcaron a tópicos como el erotismo para mamás o sagas para prepúberes magos, relegando al terror a una especie de culto de quienes no leen otra cosa, pero también, informándose un poco, al mundillo literario foráneo al género pero que gusta del buen estilo. El panorama está creciendo. Según la argentina Mariana Enríquez, incluida en este tributo, “estas antologías siempre existieron y es lo que hace que el campo sea en general muy amplio y generoso. Ciertos cuentos de Samantha Schweblin o Gustavo Nielsen, Juan José Burzi, Alejandra Zina y otros escritores inéditos o poco publicados son la clave”.
La antología abre con el cuento “Los Domínguez y el Diablo”, precisamente de Enriquez, quien invita a un camino de angustia y desesperación. Victoria, la joven adolescente protagonista, buscará en la casa de su vecina escapar del clima depresivo que se vive en la propia. Es así que conocerá (y formará parte) de una familia muy particular. Con respecto al género en la actualidad, Enriquez dice que ninguno, ni ella, hacen terror puro: “Yo lo llamaría fantasía oscura. El terror es un género muy amplio: puede incluso no contener nada sobrenatural, como El silencio de los inocentes o incluso muchísimos de los cuentos de Poe (“Ligeia”, por ejemplo). Entonces, definir ese campo o el panorama es muy relativo”.
Para Luciano Lamberti (el autor cordobés estaba en la antología original, pero no se incluyó su cuento en la edición argentina), el terror en nuestro país está mezclado, fagocitado y deglutido en otra cosa. “Borges hablaba de los beneficios de vivir en una nación marginal, en tanto no es necesario elegir una tradición sino que somos libres de mezclarlas con irreverencia. Me gusta la lectura de Mariana Enríquez sobre el género: para ella El Matadero de Esteban Echeverría o el Nunca Más pueden ser leídos como literatura de terror. Algunas escenas de Saer y algunos cuentos de Quiroga entran también en la calificación. El terror es más un efecto de lectura que un género cerrado”.
El homenajeado
Desde 1974, el señor King publicó casi 70 libros, algunos bajo el seudónimo e Richard Bachman. Comenzó en la misma década en la que la mayoría de los autores de King. Tributo al rey del terror aprendían a hablar. “De chico yo era muy miedoso –recuerda Lamberti–, y paradójicamente me encantaban las películas de terror. Me acuerdo que Halloween, de John Carpenter, no me dejó dormir por toda una semana. Ir al baño de noche con mis padres dormidos era toda una odisea. También tenía pesadillas horribles y vívidas, que supongo que cuentan como experiencia estética”.
A Juan Terranova lo primero que le llegó de King, como a muchos de su generación, fue la película Cuenta conmigo. “Tuve un acercamiento lateral –explica–, mediado. Esa película es hermosa, conmovedora, sin cursilerías, directa, simple y sofisticada al mismo tiempo, y ahí ya aparece lo que, para mí, constituye el tema central de la obra de King: la violencia en la infancia. (Freud decía que los niños tenían vida sexual, King, que sufren y son agentes de la violencia social.) Luego, en la adolescencia, leí sus libros más conocidos, que circulaban desde la década de 1980 en la Argentina en ediciones de bolsillo”.
King despierta sentimientos extremos. Para muchos es el mejor escritor del género, para otros dedicó su vida a una literatura menor a la que el cine le hizo un favor. La crítica más atinada lo posiciona quizá donde se merece, King es un gran escritor que produjo clásicos de la literatura occidental y también un autor serial de best seller. Ha sido homenajeado centenares de veces en todo tipo de arte, y parodiado también: uno de los mejores perfiles sobre sus últimos trabajos apareció en un capítulo de Family Guy, donde King se reúne con un editor para convenir su próxima novela. Sin ninguna idea nueva, improvisa con lo que encuentra en el escritorio, una lámpara, dice, una lámpara asesina. Del otro lado recibe una cara de póker. “¿No tienes algo mejor?”, pregunta el empresario. King lo estimula con estocadas de la lámpara. “Lo compro”, escucha con desdén.
Más allá del gag, el escritor cubano Jorge Enrique Lage da en la tecla: “Gran parte de la historia del terror moderno y su metástasis en la cultura popular no puede escribirse sin invocar su nombre”. Para el chileno Francisco Ortega, otro de los antologados, “King es uno de los grandes narradores norteamericanos, acaso el que mejor ha retratado esa Norteamérica pueblerina, hundida en sueños rotos, trash, simple, tan hogareña como mediocre, donde los héroes están en lo impredecible. Creo que It es una novela, por ejemplo, que puede pararse a la par con Moby Dick”. No sé si es para tanto, pero nadie puede decir que la pasó mal leyendo alguno de sus clásicos. Es probable que el género mismo, entre quienes se inician, no sea otra cosa que sus secuelas.
“King siempre está ahí –sentencia Terranova–, pronto para el rescate, batallando con vos contra la mierda del mundo y su aburrimiento”.