Por Brian Majlin
n”El teatro es el momento en que la humanidad se enfrenta a sí misma”, dijo Arthur Miller. No es lo mismo que afirmar que el teatro es siempre universal, pero permite indagar en la renovación dramatúrgica argentina: el teatro refleja en cierto modo a su sociedad, a su época. Y en este momento argentino supone encontrar una generación que nació, se crió y convive con una serie de acontecimientos: la vuelta de la democracia, el neoliberalismo, la crisis de 2001, Cromañón, el vértigo tecnológico de los soportes de almacenamiento y reproducción, la revolución informativa –y formativa– de Internet, Los Simpson o los fichines, por citar algunos.
“Para mí el teatro puede reflejar su época, el problema fundamental es en qué grado, si es más o menos explícito. Cada autor representa la época pero a la vez opone resistencia. Muestra, pero jamás puede la totalidad”, dice Ricardo Dubatti, investigador y dramaturgo que dedica gran parte de sus días a recoger expresiones teatrales históricas. Así llegó al armado –en medio de otras investigaciones y tras impulsar el festival Novísima Dramaturgia Argentina– del libro OFF! Novísima dramaturgia argentina (Interzona, 2013), en el que compiló ocho obras de diversos autores locales para “dejar testimonio” de la expresión artística que surge entre los autores de la generación 1981-1990, que tienen entre 24 y 33 años.
“Creo que la época se muestra en las obras, y éstas son resultado del trabajo de los autores, que a su vez parte de elementos que provienen de su alrededor”, ensaya como primera definición Dubatti, y trae a la dialéctica como elemento distintivo: la sociedad se imprime en las obras de los autores que, a su vez, dejan su impronta en la sociedad.
Su esfuerzo como compilador teatral de su época es epopéyico y, desde el comienzo, un fallido. Es un contrasentido aprehender la totalidad de algo que no dejó de ocurrir. Para peor, el arte requiere de la perspectiva que sólo el tiempo aporta. “El hecho es estar frente a un material que cambia constantemente y del cual es muy problemático asumir que podemos ya sacar conclusiones. Pensar el teatro hoy para luego ver qué pasa; creo que es necesaria esa doble perspectiva.” Consciente de esa limitación, Dubatti se propuso registrar una potente dramaturgia que sale por los poros de una sociedad que no siempre los apoya o reconoce –la autogestión también emerge como patrón–. Como el ser humano automatiza su respiración, como los procesos celulares se oxigenan por los poros, la sociedad respira en las expresiones artísticas que emergen en cada resquicio. Son vitales.
El resultado es un libro diverso, de temáticas múltiples y sumamente heterogéneo –segundo elemento distintivo de esta novísima dramaturgia, según sus propios actores– con ocho obras de igual cantidad de autores (Natalia Casielles, Andrés Gallina, Sofía Guggiari, Sebastián Kirszner, Agostina López, Francisco Lumerman, Sol Rodríguez Seoane y Diego Faturos) pero que menciona en su prólogo a más de 20 y se asume incompleta.
“El principal rasgo común pareciera ser la divergencia”, dice Dubatti inmediatamente después de asumir un recorrido común, una época que los agrupa. “Las obras se construyen como procesos. No se busca escribir como otro, sino desarrollar algo personal desde esa vivencia creativa.” Ese es otro elemento distintivo –paradójico– de la nueva dramaturgia y de la sociedad: la individualidad. Lejos de los grupos creativos de otros tiempos –aunque proliferen las escuelas de arte dramático, los talleres, los maestros y haya agrupamientos reflexivos más que creativos– la creación es individual, como reconocen Lumerman, Kirszner y Gallina ante el NO. E incluso “autobiográfica”, según atisba una de ellos. Es, de todos modos, una forma de pintar la comunidad: de adentro hacia afuera.
“Cada autor es marcado a su manera por estos acontecimientos, toma ese bagaje y lo filtra a través de su subjetividad como modo de construir su visión”, dice el compilador. “Creo que lo generacional puede verse en que es una búsqueda más individual, y que cada uno busca su propia poética”, añade Lumerman y reconoce el influjo de época en tus últimas noches, la obra que aporta al libro: “Hay en los personajes una idea de futuro muy oscura, incierta, emparentada con la que teníamos los jóvenes en 2001”.
Para Gallina, en cambio, se hace difícil todavía “pensar en términos de generación porque lo que hay por ahora son primeros textos, experiencias germinales y algo de la frescura, la ingenuidad y el error de las óperas primas”. Sin embargo, aporta: “Hay un legado relevante en la formación dramatúrgica, la figura del teatrista, que cumple más de un rol –el dramaturgo que dirige o el director que escribe–, y cierta herencia punk en la voluntad por hacer teatro: eso de tocar en vivo antes de conocer el instrumento, como un aprendizaje en la acción. Y, finalmente, entre muchas otras, una dramaturgia que se va liberando de formas rígidas, hacia una apertura de materiales diversos, no siempre teatrales, más promiscuos”.
Gallina, en La última película de Paul Ellis, narra las aventuras y anhelos de un grupo de hermanos cinéfilos de Miramar –su pueblo– con una figura veterana de Hollywood. Mezcla videoclub, pueblito frente a la gran urbe y experiencias personales como las grabaciones de su padre, artista plástico, pero “todo deformado”. Habla de “pliegues autobiográficos” pero deja una última reflexión: “Crecimos, en algún punto, viendo la política por televisión, conviviendo con las novelas de la tarde; una política tinellizada, espectacular. Y creo que los textos están visitando de nuevo la historia política y social, como herencia, sin prejuicio o moderación”.
Kirszner, que es autor de Las memorias de Blanch y estrenó Rats, “casi un musical” con ratas mutadas actores durante un saqueo en un supermercado en 2001 (viernes a las 23 en La Tertulia), apela a la misma diversidad, pero busca un contacto en sus formas de trabajo: “Son textos, en su mayoría, escritos para ser dirigidos, en general por nosotros mismos, y llevados a escena mediante la autogestión”. Para él, el proceso individual encuentra sus correlatos en el afuera: “Luego de verlas en escena, suelo preguntarme dónde lo vi antes. Y en general la respuesta casi siempre es en Los Simpson o alguna película. Es que con tanta información que se nos brinda, con la aparición de Internet, uno sin darse cuenta toma algo y lo mete en la propia obra”.