En sus días españoles de 1963, entre la ciudad de Madrid y el pueblo de Piedralaves, Alberto Greco escribe Guillotine murió guillotinado, un autodefinido “relato policial” que quedará inédito, como la mayoría de sus textos. Pero igual, su imposibilidad de publicar no será una barrera para convertirse de manera póstuma en el “primer novelista pop”, como dirá un artículo de 1967 de la revista Primera Plana, al acceder a la lectura de Besos brujos, novela también inédita en aquel entonces, escrita en 1965, el año del suicidio de Greco. Aunque se puede decir que su debut artístico fue en 1950 con el poema Fiesta, Greco no fue realmente reconocido como escritor en vida. “Tu escribes como un pintor, como lo que eres”, le dicen al personaje Greco en Guillotine murió guillotinado y así siempre será señalado: como pintor antes que escritor.
Escrito como parte de su nueva etapa artística marcada por su Manifiesto Vivo Dito, publicado en Génova en 1962, Guillotine murió guillotinado sigue en parte los parámetros de su propuesta estética: “El arte vivo es la aventura de lo real. El artista enseñará a ver no con el cuadro sino con el dedo. Enseñará a ver nuevamente aquello que sucede en la calle. El arte vivo busca el objeto pero al objeto encontrado lo deja en su lugar, no lo transforma, no lo mejora, no lo lleva a la galería de arte. El arte vivo es contemplación y comunicación directa. Quiere terminar con la premeditación que significa galería y muestra. Debemos meternos en contacto directo con los elementos vivos de nuestra realidad. Movimiento, tiempo, gente, conservaciones, olores, rumores, lugares y situaciones.”
En esa aventura de lo real, Greco dice estar “totalmente de acuerdo con el cine, el reportaje, la literatura como documento vivo. Me interesa el objeto real sin retoque ni transformación artística. Importa más un ser cualquiera contando su propia vida en la calle o un tranvía que todo relato técnico y pulido de un escritor.” Guillotine fue guillotinado es literatura vivo dito, un proyecto de autoficción que absorbe lo que pasa a su alrededor, incorporando, además de la oralidad propia, la de las personas que lo rodean, pero también las voces de los medios que están transmitiendo el último shock global: el asesinato de John F. Kennedy.
Sin la nostalgia pop de Manuel Puig por el cine y el tango, la mirada pop de Greco se mimetiza vertiginosamente con el presente: se concentra en tratar de escribir un policial clásico pero confiesa desconocer el género en la literatura y termina absorbido por la crónica policial alrededor del magnicidio de JFK. La TV y los diarios del momento son la materia pop que va reciclando en su escritura de zapping y collage periodístico. Lo particular es que, cuando aparece Lee Harvey Oswald en las noticias, él comienza a fascinarse por la historia de ese asesino hasta el punto de identificarse. En un gesto de transformación queer, el narrador se mimetiza con Oswald y reproduce crónicas donde reescribe que el mismo Greco asesina a Kennedy. En la fascinación con el supuesto magnicida hay algo del homoerotismo con los criminales de Jean Genet pero, sobre todo, hay más de premonición de A sangre fría, la novela de no-ficción donde Truman Capote se propone un intimismo sensual con las figuras de dos asesinos reales.
Esta edición especial de Guillotine murió guillotinado, pensada y epilogada por ensayos de Paula Pellejero y Rafael Cippolini, incluye una reproducción del manuscrito de Greco, con tachaduras, dibujos, manchas, una materialidad de caligrafía urgente, donde se puede leer ese nervio de la escritura, su crudeza gráfica que sigue el pulso de su realidad, que la alejan definitivamente de cualquier literatura pulida. Es la “taquigrafía de lo real”, según Cippolini, y las “relaciones inéditas entre lo testimonial y la ficción, entre el habla viva y lo imaginario”, según Pellejero. La letra en carne viva.
En su misión de dejar entrar en los textos aquello en movimiento y oloroso que reclamaba su manifiesto del arte vivo, Guillotine está guillotinado despliega también una voz obscena que Greco había sostenido en varias de sus obras, que podemos llamar anal pero también fecal o directamente la voz del culo. Además de hacer una literatura pop antes que Manuel Puig, también va a iniciar una literatura anal antes que Osvaldo Lamborghini. “Las frases son los pedos de la inteligencia”, va a escribir ese mismo 1963 y esa frase podría ser un testimonio de toda su sensibilidad escatológica literaria, un fetichismo que concibe al culo como revolucionariamente artístico. Del pop al popó.
Las primeras frases de Guillotine está guillotinado ponen al culo de Greco en primer plano, como lo hizo en algunos otros de sus textos, pero acá explícitamente para darle voz al narrador. “TENGO GANAS DE ESO, pero no viene al caso... se sentó con su gran culo sobre a rayas azules y blancas que le hacían recordar de una manera casi graciosa a los colores patrios de su país... SIGO CON GANAS. Tuvo un poco más de ganas. Sintió como se le subía el culo alegremente a la garganta”, escribe como punto de partida. La voz de quien guía el relato pone en sincronía su garganta con su culo, o mejor, eleva al culo hasta darle el poder de la enunciación, un esfínter que nos habla. ¿Cuerdas anales o recto vocal? ¿En ese cambio de la primera persona a la tercera, que también incia y recorre todo el texto, tendrá que ver con esa dualidad de la voz del culo y la de la garganta?
“Se quedó un buen rato con las manos apretadas y las piernas abiertas con ganas de cagar vestido sobre la bandera de su Patria”, sigue más adelante el narrador en un relato que es insistentemente anal. Y esa presencia del culo se conecta con parte de la obra literaria y pictórica de Greco, pero directamente con una crónica que escribiría también en 1963 en el Gran Manifiesto Rollo del Arte Vivo-Dito. “De pronto me di cuenta de que estoy desesperado. 19 de agosto, 1963. Hace ocho días que no cago... Me paso horas intentando cagar pero sin poder, como si se me hubiese borrado el culo... Y sigo así, con la ilusión de cagar un poquito y me vienen ganas de hacerme la paja porque pienso que no cago por pasar días sin coger”, confiesa Greco en un texto angustiante y humorístico, donde pensaba que ya estaba al borde de la muerte por el estreñimiento. En esa crónica cuenta que hasta se metió un cepillo en el culo para intentar estimularse para defecar y alguien le dice que debe hacer cada durante la noche como sonámbulo. El texto termina con la oración: “Pensé: amar sin ser amado es como limpiarse sin haber cagado.” Greco cita un típico graffiti de baño público como los que recogió en un cuaderno de escritura testimonial alrededor de una plaza de yiro de Roma en 1962.
Así, Greco conecta el acto de cagar con el sexo y con el amor, un arco completo de deseos y sentimientos vinculados a su culo. Ya había escrito una crónica, con lujo de detalles, de la anécdota de cuando pagó para que lo penetren por primera vez, pero la extraña idea de eyacular y defecar como actos afines y sincrónicos muestran una sexualización, me atrevo incluso a decir un erotismo, que podría ser pionero de una literatura “scat”, ese placer por los excrementos como parte del goce.
Ya Greco había incluido la escatología como una constante en su obra: es famosa la incorporación de desperdicios en sus pinturas, incluso el pedido a artistas amigos de que orinen en los materiales que usaba para sus cuadros durante la etapa informalista, caudros que muchas veces tienen una textura y hasta un color excrementicio. También hay que recordar la exhibición de 30 ratones que hizo en una galería parisina invitado por Germaine Derbecq, y que tuvieron que retirarse porque el galerista se quejaba del mal olor (también se apareaban y parían en medio de la muestra de pinturas). Greco llevó a los roedores al placar de su habitación de pensión y el tufo siguió creciendo. Como relata Ana Longoni en el catgálogo de una muestra dedicada a Greco en el Museo de Arte Moderno, cuando el escultor Alberto Heredia lo acompañó a sacar a los ratones de su pensión había “¡Un olor a podrido que vomitabas!”. Lo que no permitían en la galería, Greco lo hacía posible en su intimidad.
El baño público como lugar escatológico de encuentros sexuales fue elegido muchas veces por Greco en su arte vivo. Con la frase “Greco puto” firmaba urinarios en París como parte de su señalamiento artístico; también escribió unas crónicas sobre la costumbre scat de hombres que se llevaban souvenirs sexuales con olor a pis de baños públicos franceses. El sexo y el nudismo en lugares públicos, marginales, sucios, también está presente en su obra literaria y teatral, y da para preguntarse incluso si el círculo de tiza que dibujaba en la calle en sus performances vivo dito, para señalar a transeúntes como arte vivo, no podría ser interpretado como un esfínter, como abrir públicamente el culo del arte.
Frente a la desesperación de Greco por haber estado 18 días sin cagar, hecho que también cuenta y documenta en cartas a sus amigas, en Guillotine fue guillotinado celebra el deseo de cagar de una manera intensa, haciendo una apología festiva de su placer escatológico, al punto de que pasando la mitad del texto exclama “¡Qué ganas de cagar por los ojos!”. Lo fecal como visión del mundo.
Para Greco, el placer del culo no es homosexual, mucho menos gay, porque en su relato policial, aunque él pueda autodenominarse “marica” por momentos en el texto, su deseo parece fluir hacia el personaje de Sofía, en una suerte de triángulo amoroso adúltero con el marido de ella. Lejos de la literatura y cultura gay de pensar el uso del culo como definición de rol en la lógica de lo pasivo, activo o versátil, el culo para Greco, como también para Paul Preciado en su texto Terror anal, hace desconfiar de la identidad y del deseo: “no hay deseo homosexual y deseo heterosexual, del mismo modo que no hay deseo bisexual: el deseo es siempre un recorte arbitrario en un flujo ininterrumpido y polívoco.” El culo y el deseo son plurales y de todes. Además, en su lógica fetichista scat, Greco también le da una doble direccionalidad al culo como órgano sexual y excretor, las dos cosas a la vez, no cumple un rol definido sino distintos roles superpuestos. El culo se penetra y se evacua (para embarrar la cancha) en búsquedas de experiencias y sentimientos que van del placer a la desesperación, pasando por la comedia y el melodrama. Una multiplicidad sensorial que se escapa a todo discurso normativo, higienista o disciplinario sobre los usos del culo. El recto desviado.
La oportuna edición de Guillotine fue Guillotinado este año, en su 60 aniversario, dialoga a la perfección con dos libros que también traen textos fundantes del ensayo anal en Argentina: “Algo sobre el culo”, el artículo de Jorge Gumier Maier publicado en 1985 en la revista El Porteño y compilado en el libro Algunos textos de Ediciones Caracol; y la reescritura del libro de culto Médicos maleantes y maricas de Jorge Salessi, hito de los estudios culturales de los 90. Por un lado, el texto de Gumier se podría resumir así: sin flor de culo no hay primavera democrática. Su mirada hace de la política explícita de deseo anal de algunas maricas revoltosas una manera de increpar a todo reprimido macho hetero como castrado por no usarlo. "El ano es democrático, igualitario y antiautoritario", escribe y así expone como el placer del culo amplifica las dimensiones del deseo y la sexualidad como una posible conquista de la nueva libertad ciudadana en la postdictadura.
Por su parte, Salessi le da una erudita genealogía al culo en la sociedad argentina, haciendo foco en cómo se quiso reprimir y hasta exterminar desde los discursos higienistas, pero también cómo en la política, la literatura y la pintura se fue construyendo un saber desde Buenos Aires como la ciudad excretora con cloacas que eliminan la escoria fuera del territorio, un proceso de limpieza que incluía a todas las desviaciones sexuales. La tan citada escena de violación anal de El matadero de Esteban Echeverría es apenas un punto de partida conocido de todo una historización sorprendente que desarrolla su detallado y lúcido libro. En este contexto el culo sucio de Greco y su literatura procaz celebrando su carga fecal y su goce anal al inicio de Guillotine fue Guillotinado en ese 1963, es una afrenta, una obscenidad y una fiesta deslenguada que cumple el deseo de aquello que escribió Alejandra Pizarnik en un poema que volvió célebre Batato Barea en los escenarios del under: “La lengua revela lo que el corazón ignora, lo que el culo esconde.”