Cultor de un humor bastante personal y un estilo que se caracteriza, entre otras cosas, por los juegos de palabras, el argentino Ariel Magnus también entiende que la literatura puede ser abordada como un juego, tanto en el fondo como en las formas.
Prueba de ello es este librito curioso incluso dentro de su propia obra: Seré breve está formado por 100 relatos de 100 palabras cada uno y de 100 frases con exactas 100 letras. Una obra dividida en dos partes que pueden leerse de corrido o de forma más azarosa, ideal para pequeños tiempos muertos o aburridos, como una variante analógica del pispeo del smartphone.
Lo que en la superficie puede parece un ejercicio de estilo (el pasatiempo de un narrador, digamos) con el correr de los textos adquiere un relieve un poco más intenso, como si esas 100 historias, leídas una tras otra, formaran el diario de un personaje que presta atención aguda a las cosas cotidianas. Ayuda en esto que en muchas de ellas aparezca M., lo más cercano a un protagonista que tiene el libro.
En cuanto a la segunda parte, las frases se acercan un poco a los aforismos, pero sin caer del todo en la sentencia. Por allí surgen la ironía o la exageración para dejar en claro que nunca hay que tomarse las cosas demasiado en serio. Ahí va una, como para captar el tono y detectar su onda expansiva pero sutil: "Ya no escribía, pero aparecía en todas partes: presentaciones, ferias, diarios, la tele. Lo suyo ahora era el arte figurativo".