Una de las características de los autores clásicos es su permanente actualización, la facilidad que cada época lee sus temas, el vigor imperecedero de las tramas: todas esas variables confluyen en William Shakespeare, el dramaturgo inglés que murió hace 405 años y mantiene su vigencia con una obra joven, revitalizada, como lo demuestran la edición de una nueva traducción de "Romeo y Julieta", la novela "Hamnet" -que basada en un episodio de su vida escribió Maggie O'Farrell- y la adaptación cinematográfica de "La tragedia de Macbeth", a cargo de uno de los hermanos Coen.
Shakespeare sigue siendo una figura central en la actualidad literaria, un autor que se reposiciona cada año con traducciones de escritores argentinos, con novelas que llegan al país con el dramaturgo como protagonista y con películas que se estrenan a nivel mundial actualizando y resignificando sus obras más clásicas.
En línea con esa vigencia, por estos días circulan en la Argentina una serie de novedades vinculadas a la narrativa shakespereana como la novela "Hamnet" -una biografía fragmentaria en clave de ficción escrita por la irlandesa Maggie O'Farrell que llega al país de la mano de Libros del Asteroide-, en tanto que acaba de publicarse una traducción de "Romeo y Julieta" realizada por el escritor Carlos Gamerro y editada por el sello Interzona.
En conversación con Télam, el autor de "Las islas" y la reciente "La jaula de los onas" manifiesta que "en 'Romeo y Julieta' Shakespeare inventa el paradigma del amor romántico, que reemplaza al anterior del amor cortés, y sigue vigente (demasiado vigente, gracias a Hollywood, las telenovelas y las eternamente repetidas canciones de amor) en la actualidad"
Gamero asegura que al trabajar la obra de Shakespeare se puede ver cómo el dramaturgo inglés también "inventa el monólogo interior, que nos enseña a escuchar el lenguaje del pensamiento: de él aprenden Joyce, Virginia Woolf, Faulkner y por supuesto Freud", asegura el autor de "Harold Bloom y el canon literario".
En la editorial Interzona, también el escritor Edgardo Scott hizo la traducción de una antología de 45 "Sonetos" de Shakespeare. "Vigencia y Shakespeare parecen sinónimos. ¿Cuál o quién sería mejor ejemplo? Hoy mismo, en un taller, hablando de las escrituras que se vuelven demasiado idénticas a sí mismas, y ante la razonable objeción de quién podría evitar eso, me salió con naturalidad: Shakespeare", dice el escritor.
"Shakespeare es tan grande, tan diverso, tan imperfecto y por eso mismo genial que hasta lograr superar lo que para cualquier artista sería un logro: tener "su" sello. De la armonía naïve de la comedia 'Como gustéis' a la invención de la representación del poder y la política tal cual los conocemos - y padecemos- en 'Macbeth' o 'Ricardo III', de la maravilla hermética de sus sonetos a la creación de personajes como Falstaff, Yago, Ofelia o... ¡Hamlet!", apunta Scott.
Para Gamerro, Shakespeare "inventa un modelo de literatura política donde las ideas se ponen a prueba en el escenario y deja las conclusiones al lector o al espectador: la línea más política de su obra, que va de Ricardo III a Antonio y Cleopatra".
El escritor y crítico señala que el dramaturgo lleva a cabo una permanente reflexión y puesta a prueba de las ideas de Maquiavelo, en un arco que va del rechazo moral a la aceptación 'bajo protesta' de la lógica de la realpolitik; "y como todavía seguimos, en la teoría y en la práctica política, discutiendo a Maquiavelo, la obra de Shakespeare es una de las mejores maneras de entrar en la lógica política del mundo actual (como prueban, entre tantos otros ejemplos, los 'préstamos' shakesperianos de 'House of Cards')", asegura.
"Acaso la idea de sujeto y la idea de personaje se reúnen en Shakespeare de un modo exacto y todavía indescifrable para la cultura. Por eso lo seguimos leyendo, actuando, filmando, citando. La vigencia de su obra es en verdad pura contemporaneidad. Su misterio sigue intacto", analiza Scott.
Para Gamerro, Shakespeare siempre está a la vanguardia: "Si hubiera vivido en el siglo XX su obra hubiera puesto a prueba las ideas de Marx", asegura. De esta forma el crítico sostiene que el autor inglés recupera todo el teatro anterior e inventa todo el teatro posterior: "recrea la tragedia griega, que apenas conoció, y la comedia latina; es renacentista, barroco, romántico, absurdo y existencial; sus obras son tan flexibles que toleran puestas neoclásicas y de la vanguardia más experimental y su acción puede trasladarse sin merma al Japón Feudal, a Latinoamérica, al África ecuatorial", indica.
Pero además, según Gamerro, "Shakespeare inventa el cine, pues las cualidades cinematográficas de Shakespeare, tantas veces señaladas, son en realidad cualidades shakesperianas que el lenguaje del cine tomó de él".
Uno de los planteos de las traducciones y actualizaciones es lo que se pierde en el cambio de una lengua a otra, no solo de idioma sino en el tiempo. Para el autor de "Facundo o Martín Fierro", en la práctica, la distancia lingüística no es tanta: "incluso algunas obras contemporáneas combinan fragmentos de Shakespeare con otros hablados en inglés moderno, como 'Rosencrantz y Guildenstern están muertos' de Tom Stoppard, o el film 'Mi mundo privado' de Gus van Sant, donde los taxi boys de Seattle dicen los diálogos de 'Enrique IV', y apenas se notan los saltos", destaca.
La conclusión para Gamerro es clara: "las obras de Shakespeare funcionan por más que no las sigamos palabra por palabra, funcionan para cualquier público de cualquier edad, y en cualquier idioma: sobreviven a las peores traducciones. En las buenas, claro, son arrolladoras", cierra.