Prosa Caníbal, de Juan Carlos Kreimer (interZona)
Muchos conocen a Juan Carlos Kreimer (1944) por ser el autor de Punk, la muerte joven, aquel libro que circuló fotocopiado en la década del ochenta, y sirvió como un manual de instrucciones para los punks porteños. Otros, por su etapa vinculada a la superación personal, la meditación y las terapias alternativas: fundó la revista Uno Mismo y escribió un libro (Bici Zen) sobre los beneficios espirituales de transitar la cotidianidad sobre dos ruedas. Dos cosas atraviesan la vida de este reconocido periodista: la contracultura y el acto de escribir. Eso mismo, en partes iguales, está presente en este volumen de memorias que recupera, de manera fragmentada y ecléctica, los pasajes trascendentales de su vida en diferentes momentos y escenarios. El libro reúne fragmentos de diario íntimo, relatos a medio acabar, reflexiones a la distancia y textos catárticos cuya honestidad brutal funciona a modo de hilo conductor. A lo largo de 232 páginas, Kreimer desnuda sus influencias: una joven lectura de Kerouac y los beatniks que abrirá su “tercer ojo” y lo ayudará a vislumbrar una existencia metafísica que lo conducirá hasta la redacción de la revista Eco Contemporáneo, de Miguel Grinberg; un paso por la redacción de la revista Claudia, en donde tuvo de “compañera de banco” a la poeta Olga Orozco; un entrenamiento periodístico de primer nivel en las redacciones de Panorama, Primera Plana y La Opinión; épocas como cadete de la editorial Jorge Álvarez, su roce con el rock y el punk (sus primeros dos libros se circunscriben en el periodismo rockero), y amplias reflexiones sobre la escritura que fueron volcadas en su libro ¿Cómo lo escribo? Como en la mayoría de memorias que trascienden el mero compendio de anécdotas, el relato de Kreimer crece página a página obteniendo un notable vuelo literario. Pese a narrar hechos que valen por su propio peso (como su relación con figuras relevantes de la cultura argentina de la talla de Antonio Di Benedetto, Piri Lugones o Tomás Eloy Martínez), el verdadero valor agregado de su historia personal radica en el cómo y no tanto en el qué se cuenta. Es el tono y la manera de enhebrar el relato de su propia vida lo que posee un atractivo narcótico que genera una identificación ineludible con cualquier apasionado del periodismo y la literatura. “Poetizar al periodismo”, le llama en algunas líneas. Sus aventuras, su despertar sexual, su andar errante por Buenos Aires, Brasil y Europa, frustraciones a la hora de escribir ficción, batallas para ser publicado o para llegar a fin de mes, coronan un volumen de recuerdos fragmentados que, vistos a la distancia, logran amalgamarse en una totalidad superior. El todo es, finalmente, más que la suma de las partes. Todo esto se encuentra tamizado por un dejo de melancolía y nostalgia, atravesado por una obsesión con la escritura. Una dependencia que obliga al autor a escribir absolutamente todo lo que vive, siente, piensa y desea, desdibujando los límites de la vida dentro y fuera del texto. Parafraseando al título, su prosa avanza y devora todo lo que hay a su paso; incluso a sí misma. Pablo Díaz Marenghi