La primera convocatoria para honrar la memoria de Noé Jitrik –fallecido el pasado 6 de octubre en Pereira, Colombia, donde había viajado para dictar un seminario universitario– se hizo a mediados de octubre, por medio de un volante y la voz que fue corriendo. El encuentro abierto se llevó a cabo el domingo 23 de octubre en el taller artístico de Magdalena Jitrik –su hija– acondicionado para la ocasión: en una mesa se exhibieron algunos libros del más del centenar que Noé publicó en varios países, apenas un muestrario que lo pintan tal cual era: un trabajador incesante del pensamiento y el lenguaje, y, por sobre todo, un gran escritor argentino. Junto, un enorme y antiguo cuaderno-bibliorato, sin uso, fue estrenado, abierto para que pudiera ser firmado, y fue escrito con toda clase de mensajes y saludos, recuerdos y buenos ánimos, cual “libro de visitas”. En una pantalla conectada a una computadora se emitían de forma repetida una serie de imágenes de Noé, él solo, con Tununa Mercado –su compañera por más de sesenta años– y con amigos de décadas. Aparecían, de manera intercalada, imágenes de objetos y lugares que, como suele ocurrir, pueden ser las más conmovedoras para los más cercanos. Rivera, Puebla, la calle Viamonte, las palmeras en Quindío.
Como podía esperarse, se hicieron presentes más de un centenar de personas, que se fueron fundiendo en diversos momentos, intensos, emocionados, entre el abrazo fraterno y el recuerdo, entre sonrisas y lágrimas, amigos que compartieron trabajos con Noé, como el artista Luis Felipe “Yuyo” Noé, una aparición sentida de quien compartiera la realización del libro En el nombre de Noé; así como amistades y relaciones de diversas épocas y profesiones: Marcelo Abadi, Amanda Toubes, Jorge Albertoni, Lorenzo “Lolo” Amengual, Cristina Banegas, Mario Goloboff, Norberto Sessano, Eduardo Grüner, entre otros. Tununa Mercado estuvo especialmente acompañada por Mara Lamadrid, Juana Droeven y Felisa Pinto. También, estuvieron presentes integrantes del Instituto de Literatura Hispanoamericana (ILH), de la Universidad de Buenos Aires, del que Noé fue su director las últimas décadas. Una de ellas, Adriana Amante, acercó retamas, cuyo aroma figura más de una vez en la recentísima novela de Noé, Un círculo, publicada por InterZona pocos meses atrás.
Un segundo capítulo de este sentido adiós fue organizado por el mismo ILH poco después, el miércoles 26 de octubre, en el Centro Cultural Universitario “Paco Urondo”. Un centenar de personas asistieron, entre estudiantes, colegas, amistades y familiares. Escritores y escritoras, entre estos María Negroni y Martín Kohan, Saúl Sosnowski de Hispamérica –casualmente de visita por Buenos Aires–, y Ana Abregu, quien realizó el registro audiovisual del evento, ya disponible en YouTube.
Celina Manzoni, Secretaria Académica del Instituto, abrió el encuentro, destacando cómo, durante la pandemia –evento inédito, de parálisis y crisis de magnitud–, fue Noé quien mantuvo activo al Instituto, en movimiento, con vida (cuando menos virtual), tal como el ciclo de conversaciones “Palabra viva”, coordinado por Alejandra Torres en 2021 y 2022. Jorge Monteleone se refirió con aflicción al par presencia- ausencia, y restituyó allí mismo la propia voz de Noé, leyendo un poema de su libro Cálculo equivocado; Roberto Ferro, con quien Noé compartió el viaje a Pereira, lo evocó desde una amistad que se pierde; Adriana Amante señaló el “modo oral” en el pensamiento de Noé, en lo que podría ser una suerte de ensayo hablado permanente; y Luisa Valenzuela destacó cómo desde Mares del sur se abría el ciclo novelístico más reciente de Noé: Tercera fuente, La vuelta incompleta y la ya mencionada Un círculo. Por su parte, el editor Alberto Díaz reivindicó el accionar de Noé como secretario general de la CAS, la Comisión Argentina de Solidaridad, durante el exilio en México, y años después el desarrollo, a lo largo de dos décadas, del magno proyecto colectivo Historia crítica de la literatura argentina, y el esfuerzo, la dedicación y la “fe” (Noé dixit) que animó dicha empresa. Américo Cristófalo recordó los momentos previos al otorgamiento del Honoris Causa –cuando él era el Decano– de la Facultad de Filosofía y Letras a Noé, el lugar en el que se formó durante su juventud. Además, se fueron leyendo mensajes de colegas de la academia y las letras, llegados desde México (Margo Glantz), Brasil (Raúl Antelo), Colombia (César Valencia), Uruguay (Pablo Rocca) y varios sitios más. El cierre estuvo a cargo de su hijo, Oliverio Jitrik, quien leyó unas líneas destacando el interés de su padre por la situación del presente, la realidad política, por pensarla, analizarla, debatirla, ironizarla y criticarla –como lo hizo desde sus “diarios de vida”, notas periódicas aparecidas durante las respectivas eras macrista y fernandiana– y, también, citando pasajes de un texto escrito por el escritor mexicano Gonzalo Celorio. En su conjunto, fue una ceremonia que dio acuse del impacto por la pérdida –hasta cierto punto “inesperada”– de su director, entre el lamento y el recuerdo –tal vez por momentos incidental–, un poco como catarsis inevitable-innecesaria, y los atisbos, el comienzo, de lo que debe ser una valoración teórica e intelectual de la escritura, los trabajos y las propuestas de Noé Jitrik.
Además de apreciaciones y recuentos en la prensa local y de varios países, Noé fue recordado a comienzos de noviembre en una ceremonia realizada en la Embajada de México en Argentina, donde para el tradicional Día de Muertos fue incluido en un altar; y en el volumen recientemente publicado Canton lleno dos: Ensayos sobre la obra literaria de Darío Canton, dedicado “a la memoria de Noé Jitrik”.