por Demian Paredes
Fue noticia en 2015 que desde múltiples disciplinas académicas y artísticas de Uruguay se intenta postular al portuñol (o portunhol) como “Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad” de la Unesco. La iniciativa, incluso, tuvo otra manifestación en el libro digital Jodido bushinshe: del hablar al ser, de descarga gratuita. Hay, actualmente, cientos de miles de personas que en Uruguay y Brasil, especialmente, tienen su propia expresión, su lengua de/entre fronteras. En tal sentido, el libro de Wilson Bueno, Mar paraguayo, constituye una expresión artística de algún modo pionera en tanto manifiesta esa hibridación entre idiomas, aparentemente “fijados” y establecidos. Publicado originalmente en 1992, mixtura el portuñol ―o, si se prefiere, el español (¿o castellano?)― y el portugués, con el guaraní. Tras breve introducción, así comienza el relato: “Yo soy la marafona del balneário. A cá, en Guaratuba, vivo de suerte. Ah, mi felicidad es un cristal ante el sol, adivinadora esfera cargada por el futuro como una bomba que se va a explodir en los urânios del dia. Mi mar. La mer. Merde la vie que yo llevo en las costas como una señora digna cerca de ser executada en la guillotina. Ô, há Dios… Sin, há Dios e mis dias. Que hacer?”. Es una voz, un discurso o alegato de alguien que se manifiesta, habla de su relación con un “viejo”, se defiende ante la muerte de este ―sin que quede claro si eso efectivamente ha ocurrido―, y se lamenta: “La vida ―causticante y feroz. Unos dias, tango; outros, puro bolero-canción”.
Este rescate de Interzona reproduce el prólogo original, de Néstor Perlongher. Allí postula algunas similitudes con Manuel Puig: una escritura “basada en la conversación” que, además, contiene “algo de cronista”; y asocia Mar paraguayo con otra novela inclasificable: Catatau, de Paulo Leminski. La nouvelle o “relato largo” de Bueno condensa su materia, produciendo un barroquismo de efectos poéticos. Asegura quien escribe-lo-que-habla: “Soy mi propria construción e asi me considero la principal culpada por todos los andaimes derruídos de mi projeto esfuerzado. Se chegarê a mim? No sê y me persigo, de lo melhor modo: escribindome aún que esto me custe lancetadas en el ovário y el pulsar de una vena azul cerca del corazón”.
Hay quienes encontraron ecos, asociaciones, motivos, con el clásico Iracema, de José de Alencar, y con Macunaíma, de Mário de Andrade. ¿Y la “barrocodelia” que halló Haroldo de Campos en Leminski? También podría vislumbrarse en Mar paraguayo. La “marafona”, “botilla náufraga”, (se) piensa: “Todavia aqui estoy, e acá es el mundo possible. Sueño con dulces moradas, aristocráticos perros de la raça dálmata corriendo por las pradarias de una gran mansión en los States, miragens, camiños a descubierto del delírio. Por que, por que no puede alguién llegar a la felicidade por estas sendas in techinicolor? Solo una cosa está acima de la duda: la muerte. Lo restante es todo ficción, dramas, televisiones, literatura”.
La edición se completa con un “Elucidario”, listado explicativo de todos los términos guaraníes, y “Canoa Canoa”, breve relato ―y complemento perfecto― de simbolismo y vivificación de un objeto: una canoa, que relata su memoria. Mar paraguayo permite la experiencia gozosa de recorrer una literatura sin barreras ni fronteras.