La derrota de un grupo de hombres en sus dos acepciones posibles, como equivalente de camino y de fracaso, es lo que se traza en la novela Perdidos, de Sergio Bizzio, una exploración por un territorio colmado de tribus, variados animales y plantas exóticas que configuran un nuevo mundo que el narrador irá develando para dejarnos frente a un pacto histórico entre dos figuras históricas del siglo XV.
La novela publicada por la editorial Interzona comienza con la narración de un escribano que describe las desventuras de un grupo de marinos que parten de Sanlúcar de Barrameda en junio de 1495, y son diezmados por naufragios, ataques de tribus y enfermedades.
Un puñado de ellos se pierde en una jungla y un río zigzagueante hasta que de alguna forma terminan coincidiendo con personajes centrales de la historia renacentista, giro de la trama en la que sobresale un vínculo amoroso entre "un aventurero brutal que viene de Europa y una nativa estilizadísima capaz de comérselo de un solo bocado", según la definición burlona de Bizzio.
Nacido en Villa Ramallo en 1956, este narrador, poeta y guionista es autor de poemarios como Gran salón con piano y El abanico matamosca. Sus novelas se caracterizan por guiños al lector que desarticulan el artificio, como En esa época, que publicó Mansalva. Es un recurso que trabaja "con la desconexión, con la interferencia de cosas totalmente ajenas al cuerpo principal del relato".
Los libros Planet, Rabia, Era el cielo, las colecciones de cuentos Chicos y Tres marcianos y las obras de teatro Gravedad y La China fueron también publicadas por Interzona.
-¿Cuáles son las crónicas o diarios de viajes que sirvieron de modelos para Perdidos?
-Yo tengo la suerte de que en mi barrio haya dos de esas bibliotequitas callejeras, que son unas cajas atornilladas a una pared, en las que la gente deja un libro y se lleva otro. Paso todas las mañanas por ahí y siempre me llevo algo, generalmente libros malos, que me sirven mucho, y a veces alguna joyita fuera de circulación. Ahí encontré un día Naufragios, de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, que me encantó. Terminé de leerlo y empecé a escribir Perdidos. No diría que me propuse reescribir Naufragios, no me propuse nada, pero sale todo de ahí. Incluso la expedición de Perdidos sale del mismo puerto que la de Naufragios.
LIBROS MALOS
-Usted afirma que los libros malos le sirven. Exceptuando Naufragios, que es una crónica extraordinaria, ¿qué es lo que le sirve de esos libros?
-No hay nada definitivo, nada que pueda señalar y decir "esto". Pero siempre encuentro algo que me llama la atención. Puede ser cualquier cosa: una frase, una única frase, una idea malograda pero todavía viva, como una manito que pide auxilio en un océano de errores. Por ejemplo, encontré un libro que se llama El marciano desnudo, lo leí y escribí "La mancha", uno de los cuentos de La pirámide, que terminó siendo una versión campestre de El palacio de las bellas durmientes, de Kawabata.
Es increíble la cantidad de libros malos que leo desde que descubrí esas bibliotequitas, y lo útiles que me resultan. Yo también, como Borges, pero en el sentido contrario, me enorgullezco de mis lecturas. Los libros malos son únicos, igual que las obras maestras. La característica principal de los libros malos es que siempre se repite el resultado (son malos) y nada de todo lo demás. No hay ninguna duda de que los libros malos son muchísimos más que las obras maestras, pero esa montaña está llena de filones de oro que nadie debería despreciar.
-¿Cómo se inserta la ficción de los personajes y el narrador en la historia de la Conquista de América?
-Perdidos es un relato escrito por su protagonista, no es un relato oral en tiempo presente. Es una suerte de memoria, que el narrador emprende cuando, ya de regreso en Europa, después de todo lo que le pasó, el Rey se niega a recibirlo. Así que, despechado, se permite ser crudo, insolente, herético, obsceno y verdadero.
-¿Cómo aplicó el recurso de hacer saltos temporales en el relato?
-Ah, hay un único salto temporal en la novela, es brevísimo, apenas una línea, pero por lo visto resultó ser muy efectivo. La novela salió hace unas semanas y ya me lo señalaron una decena de veces. El otro día me llamó un amigo desde España, me dijo que tenía el libro abierto en esa página y que no podía parar de reírse. En lo que escribí después de Perdidos, y en lo que escribo en estos días, sigo trabajando con "lo que no tiene nada que ver", con la desconexión, con la interferencia de cosas totalmente ajenas al cuerpo principal del relato. En otras palabras: va todo bien, y de golpe aparece algo de otra parte, de otro lado y de otro tiempo. La pregunta del que lee sería: "¿Y esto a qué viene?". Y la respuesta es: "¡A nada!". ¿Por qué tendría que estar todo siempre en función de algo? Son cosas "que no vienen al caso", cosas que no tienen nada que hacer ahí. Es un "nada que ver" olímpico con todo lo demás. Un extrañamiento muy divertido, por otra parte, por lo menos para mí.
-¿Es el mismo recurso de incorporar al relato animales de distintos continentes y la idea de un personaje histórico del siglo XV como un "romántico" avant la lettre?
-No sé si de distintos continentes, sí de distintas zonas geográficas. Los personajes se mueven, durante los años en que vagan perdidos buscando el mar recorren muchos territorios distintos. De ahí que en unos haya tigres y en otros jaguares. Sí, Colón es un "romántico" avant la lettre para un capitán que llegó a América antes que él. Aunque ninguno de los dos sabe todavía que están en un continente nuevo, Colón ya era un marino famoso y este capitán lo ve desembarcar como si fuera una estrella de cine un poco cursi, con su larga cabellera rubia ensortijada, pantalones cortos y zapatos nuevos. Para el narrador es un ridículo.
-¿Con el final de la novela le interesaba reponer las circunstancias históricas y geográficas?
-No. Ni siquiera se me cruzó por la cabeza. Yo siento mucha desconfianza de todos esos "me interesaba" y "me interesó" que se dicen tan seguido en las entrevistas. "Me interesaba tal asunto y escribí una novela". No creo en eso. No puede ser que alguien escriba una ficción porque "le interesaba" el universo relacional de las parejas de muy distintas edades, por ejemplo, o la melancolía secreta del indio urbano por la boleadora, o el turismo aventura, o lo que sea. Yo no tengo absolutamente ningún interés previo, aparte del interés casi abstracto en la construcción de la primera frase, y después de la segunda, y así hasta que empiezan a aparecer "cosas". Recién ahí se vuelve interesante de verdad. No soy un escritor con intereses previos. Lo interesante para mí aparece porque escribo.