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Noé Jitrik, el argentino nominado al Premio Nobel de Literatura

La postulación del crítico Noé Jutrik fue iniciativa de un grupo de intelectuales encabezado por Adrián Desiderato, Luisa Valenzuela, Roberto Ferro, Conrado Yasenza, Mempo Giardinelli y Juan Chaneton, a los que luego se sumaron Elena Poniatowska, Luis Felipe Noé, Diamela Eltit y Adolfo Castañón.

El escritor y crítico literario Noé Jitrik fue postulado al Premio Nobel de Literatura por parte de un grupo de artistas, escritores e intelectuales, que en una carta enviada a la Academia Sueca destacaron su "escritura original y sorprendente", su obra literaria que "ha combinado, de modo seminal y alumbrador, una ética social con un compromiso político" y su voz "inconfundible por la abrasiva suavidad de su escritura".

"Creemos que la literatura de Noé Jitrik meritúa las más altas distinciones en la medida en que su narrativa cruza, de un modo asaz prístino y peculiar y en una doble secuencia, la complejidad del acto de escribir, la difusa identidad de todo narrador y la multívoca -y por eso inaprehensible- esencia de su decir, con el áspero pedernal de una terrenalidad histórica y social que late en los pliegues de su sintaxis", dice la larga carta de presentación en la que se argumenta a favor de la candidatura de Jitrik para aspirar al máximo galardón de las letras.

En opinión de los firmantes, la obra del escritor (Buenos Aires, 1928) configura "un cruce de literatura y política devenidos herramientas con las que Jitrik mira y denuncia injusticias y azoramientos de un tiempo que se llama globalización pero que también se puede llamar tiempo de la esperanza del ser humano en lucha contra la tierra".

La postulación del crítico fue iniciativa de un grupo de escritores encabezado por Adrián Desiderato, Luisa Valenzuela, Roberto Ferro, Conrado Yasenza, Mempo Giardinelli y Juan Chaneton, a la que luego se sumaron nombres como la mexicana Elena Poniatowska, el pintor Luis Felipe Noé, la escritora chilena Diamela Eltit y el crítico mexicano Adolfo Castañón, entre muchos otros firmantes de distintos polos del arco social y cultural, incluyendo entre ellos al biólogo Alberto Kornblithh o al exministro de Ciencia Roberto Salvarezza.

Para los impulsores de la propuesta, "la obra literaria de Noé Jitrik ha combinado, de modo seminal y alumbrador, una ética social con un compromiso político hecho de desafíos asumidos contra el terrorismo de Estado que sufrió su país y Latinoamérica en la segunda mitad del siglo XX. Su exilio mexicano y europeo le ha conferido a su escritura, la seña identitaria de una erudición que lo convierte en maestro de las letras hispanoamericanas".

Asimismo también destacan "la elegancia de su prosa" y la voz "inconfundible por la abrasiva suavidad de su escritura - valga, así esta especie de oxímoron-, la que devela constantemente nuevos pespuntes y rebordes de los problemas más acuciantes de nuestro tiempo", señalan.

Entre sus consideraciones, los firmantes aseguran que la escritura de Jitrik "desplegó en la narrativa, la poesía, el ensayo o la crítica literaria, géneros que, con eficacia y plenitud, el escritor nos brinda con la feliz disposición subjetiva de quien, en suma, ennoblece y justifica, con su literatura, la vida humana", señala el texto.

Más adelante detalla que "en sus desbordantes páginas" desfilan "de los más variados géneros y discursos, textos, referencias, sobreentendidos, alusiones, reflexiones, el universo de la literatura en fin, una constelación de palabras, que son también conceptos, mediante los cuales Noé Jitrik ha tramado una relación pasional e intelectual con la literatura de su tiempo y en la que resuenan ecos de la gran literatura de todos los tiempos".

Quién es

Noé Jitrik de la vida, de la memoria y de esas otras tantas cosas, por Roberto Ferro

Conocí personalmente a Noé Jitrik en 1973, había irrumpido en la Facultad de Filosofía y Letras con un proyecto innovador en el área de los estudios literarios latinoamericanos; años después, a su regreso del exilio mexicano, me incorporé al equipo de profesores de su cátedra. Fue director de mi tesis de doctorado; juntos emprendimos diversas empresas como revistas literarias, Syc y Zama, así como también la organización de Jornadas y Congresos de diversa índole y, básicamente, hay entre nosotros un diálogo en el que se hacen difusos los límites entre la vida y la literatura. En la relación que he ido urdiendo con Noé Jitrik, se cumple con todas sus resonancias el anuncio de una suerte de adagio que transita por las entonaciones de innumerables versiones que la diseminan por los más recónditos márgenes del espacio literario argentino: uno puede llegar a ser amigo de alguien a quien admira profundamente. Esa es la perspectiva desde la que escribo la semblanza que sigue.

En el conjunto de los textos publicados por Noé Jitrik, la residencia consistente de su escritura, se intersectan hoy el pasado y el futuro de tal forma que en ese punto del tiempo la distinción entre pasado y futuro se vuelve inconsistente; el pasado se presenta accesible en la multiplicidad de variantes que sus publicaciones proponen, el futuro parece tentarnos con la inminencia que precede a cada nuevo itinerario de lectura. Acaso ese entrecruzamiento tenaz e inestable, siempre abierto a la reformulación, sea una vía privilegiada que permita reflexionar en torno de su concepción de la memoria como un espacio abierto a la inquisición incesante tal como se despliega en sus proyectos en curso de la Historia Crítica de la Literatura Argentina y de sus libros Atardeceres, Mediodía, Los lentos tranvías, Libro perdido, Casa Rosada, El río de las terneras atadas, La nopalera en los que va desplegando un rica y sinuosa autobiografía.

Noé Jitrik es un nombre en el que confluyen varias trayectorias y múltiples resonancias. Formó parte de la revista Contorno, una publicación de los primeros años de la década del cincuenta, fundada por un conjunto de jóvenes universitarios con el propósito de revisar la literatura argentina, modificando las genealogías establecidas y trastornando el canon vigente.

En los años sesenta el devenir sociohistórico en la Argentina fue marcado por un notable cambio en la intensidad de las prácticas políticas, tanto en el estilo de los diferentes actores que habían radicalizado sus posiciones como en la formación de nuevos puntos de referencia para las propuestas de cambio, que muchos imaginábamos como inminentes e irreversibles. En un espacio intelectual que debatía las estrategias de intervención privilegiando la idea del compromiso sartreano y la vía sociológica de interpretación del texto literario, Noé Jitrik, asume una postura bien definida, apartándose de las líneas hegemónicas, cuestiona los determinismos que reducían la literatura a una funcionalidad instrumental. Sus artículos proponían lecturas que se desviaban tanto de la paráfrasis del comentario, que limitaban el sentido a un elenco de variantes de lugares comunes, como de la indagación de un orden anterior en el que, supuestamente, se fundaba la significación. La valoración de la inmanencia del texto literario y la búsqueda de la autonomía del discurso crítico centraban su reflexión en torno de los procedimientos, los diversos modos de acción textual, que consideraba el componente distintivo de la interpretación. Su búsqueda apuntaba a superar las remisiones referenciales mecanicistas para dar cuenta de otro tipo de relaciones entre la literatura y el mundo, en las que la multiplicidad de los registros no se redujera a una linealidad unívoca.