interZona

Para recordar a la Fundación de Alergia al Trabajo

2 de mayo de 1995: primera manifestación del Día Internacional del Ocio en Argentina

Todo empezó con la fotocopia de un volante de cierta Fundacao Nacional para a Alergia ao Trabalho, proveniente de la librería Utopia, en la ciudad de Porto, que Christian Ferrer consiguió no sé dónde y que me pasó como curiosidad. De inmediato nos autoconvocamos en un grupo formado por Ferrer, Cutral –seudónimo de Carlos Gioiosa-, Guido Indij y el que escribe. Así surgió la Fundación de Alergia al Trabajo Regional Argentina, un grupo de agitación y propaganda que ofreció entrevistas a los medios, produjo prendedores para ropa y organizó una marcha a desgano para el 2 de mayo, autoproclamado «Día Internacional del Ocio»…

Cutral (1960-2005), memorioso lector autodidacta de Puerto Madryn que a su llegada a Buenos Aires se había integrado a la FORA (Federación Obrera Regional Argentina) de Barracas, fue el diseñador de todos los carteles y promotor de la mayoría de las consignas de la Fundación, desde la campaña “Salven al perezoso” hasta la de “El trabajo es un viaje de ida”. Fue también el principal ideólogo detrás de los textos de divulgación de la FAT en sus escasos meses de existencia y quien aportó los datos para cierta reseña histórico-ficcional que incluía un supuesto levantamiento minero de Dantzig el 2 de mayo de 1868 contra el trabajo, anécdota de la que no se pueden tener certezas pero que fue reproducida en diversos medios de esos años. También ideó la formación de una Internacional Ociosa (International Idle of the World, IIW) que, en disidencia con la Primera Internacional de los Trabajadores, habría formulado en el siglo XIX propuestas diametralmente opuestas a los discursos obreros de la época. Por ejemplo: “reducción de la jornada laboral a cinco horas” para “frenar en forma efectiva el desarrollo de las desigualdades sociales hasta llegar a la realización de la consigna ´a cada uno según su necesidad, de cada uno según su voluntad´”, porque “si cada uno recibiese solo según sus necesidades, una persona que trabajara más siempre acumularía más que otro que trabajara menos y esto a largo plazo crearía diferencias de clases”. De allí la proclama anarcoindividualista: “Dicen los colectivistas que el fantasma del comunismo recorre Europa; nosotros decimos: un fantasma recorre el mundo, pero es el fantasma de la Pereza”.

Cutral dictaba y uno tipeaba sobre el teclado: “la FAT tiene entre sus metas promover una campaña contra la adicción al trabajo, adicción que disgrega a la familia, separa a padres e hijos, erosiona sólidos valores espirituales como la fiaca, la molicie, el dolce far niente, la abulia” y provoca “enormes desequilibrios sociales y ecológicos”. Al mismo tiempo, recomendaba asistencia a las personas que, “sobredosificadas por el trabajo, desarrollan alergias manifestadas como diversas formas de aversión a las obligaciones laborales: trabajo a desgano, ausentismo, ingresar fuera de horario…”. Y llamaba al “reconocimiento médico de credenciales de alérgico, que protejan a los empleados que necesitan faltar o tuvieron que llegar tarde al trabajo a causa de una crisis de alergia” sugiriendo que se extendiera “un subsidio a toda persona que demuestre que su alergia le impida mantener un empleo o cualquier otra ocupación remunerada”.

Cutral fue también quien diseñó las credenciales que, con el dibujo de un oso perezoso colgado de una rama y el aviso “se solicita a las autoridades competentes que dispongan de los medios necesarios que exima de toda obligación laboral al portador de la presente por su condición de alérgico al trabajo”, se repartieron entre los concurrentes a la marcha lenta y a desgano del 2 de mayo de 1995 por unos 100 metros desde Plaza San Martín hacia el Bajo. Esa tarde había más periodistas y cámaras que manifestantes, pero la Fundación, con la presencia de sus integrantes-fundadores a la cabeza, al llegar al bar Filo de la calle San Martín, pudo presentar una declaración final en la que anunciaba su autodisolución: “Esta idea nació del encuentro entre cuatro personas. A fines del verano, en un balcón contemplativo, entre cerveza y cerveza, decidimos iniciar una actividad que continuara la tradición de humor político de las vanguardias estéticas (dadaístas, situacionistas, Macedonio, el Partido Bromosódico Independiente, los grupos grafiteros de los 80…)”. Pero “nos encontramos con que las cámaras de televisión y los fotógrafos de los diarios nos estaban apuntando”, que “nuestros teléfonos no dejaban de sonar” y que los medios “que todo lo fagocitan, nos estaban convirtiendo en otra mercancía del espectáculo”. En suma: “quisimos reivindicar el derecho al ocio, absolutamente contrario a la idea de una sociedad del entretenimiento” y “nos dimos cuenta que un discurso irónico puede interesar y permear a los medios, que lo tomarán como tema aunque al precio de desvirtuar sus ideas más relevantes y transgresivas”. La declaración finalizaba diciendo: “La consigna dadá que hicimos nuestra, ´desempleo absoluto para todos´, quiso expresar una convicción: que la única sociedad verdaderamente justa e igualitaria será aquella en donde el ser humano no sea tratado como un animal de matadero o un número más en una serie estadística. Y esa sociedad no puede ser otra que una sociedad del ocio. ¡La Fundación ha muerto, viva la Fundación!”

Fragmentos del ¿prólogo? a Con el sudor de tu frente. Argumentos para la sociedad del ocio, Interzona, 2014, texto titulado «Preferiría no escribirlo» y cuya versión completa puede leerse acá.

A continuación, la entrevista que me hizo Pablo Chacón para la agencia Télam en ocasión de la reedición de este libro, veinte años más tarde:

P: ¿Qué puede decirse de este libro hoy, cuando la sociedad del ocio ha dado paso al paradigma del emprendedor, o a una sociedad del cansancio, menos por el ocio que por la autoexplotación?

R: Puede decirse que este libro reivindica las nociones más clásicas del ocio, desde aquella libertad para la sabiduría de los antiguos griegos hasta la abolición del trabajo de los anarquistas, pasando por las críticas posmodernas al productivismo, entre otras, como si quisiera dejar testimonio de un intento histórico de autoapropiación, o como cuando Séneca en Roma decía que ocioso es aquel que tiene la sensación de su propio ocio y  aquel que no solo cuida bien su vida sino que añade cualquier época a la suya. En cuanto al prefijo auto, debe admitirse que viene cargado de sospecha en medio de las nuevas formas de explotación y enajenación, que nos hacen creer que somos libres de elegir cuando en realidad vivimos sometidos por necesidades de consumo infinito que nos enganchan en una cadena de repeticiones, como en una pesadilla de trabajo fabril, y febril.  El llamado emprendedor autoexplotado de nuestra época estaría en las antípodas de la libertad, puesto que es consumidor al mismo tiempo que trabajador y reproductor de aquello que consume y lo consume. Por eso el cansancio.

Precisamente, ¿no te pasó algo de eso cuando escribiste el nuevo prólogo? En cualquier caso, ¿qué creés que sucedió desde la primera edición del libro a esta nueva edición?

Desde aquella primera edición hasta hoy ocurrió internet, y por supuesto el paradigma digital, la información globalizada, el hiperconsumo espectacular, la acelerada depredación de recursos y el cambio climático, por no mencionar las nuevas guerras y otras catástrofes. Es notable que pese a cambios tan drásticos la mayoría de las críticas del libro preserven cierta potencia. Más que de cansancio, esta ya parece una sociedad del agotamiento y va en camino a ser una sociedad exhausta. Así estamos. Pero no queda otra que construir a partir de lo que hay, y por eso pude escribir el prólogo como sin querer, desde la pereza aunque en dirección al juego, incluido el juego de opuestos entre quiero y no quiero, que me parece una de las formas más interesantes de libertad.

El ocio contemporáneo, ¿es o parece ser también una obligación?

Si incluimos en ese ocio contemporáneo a los viajes, a las imágenes tomadas en esos viajes, a las personas que conocimos, a los objetos que consumimos, a las amistades que hacemos en las redes virtuales, a las novedades que devoramos a diario, al tiempo que perdemos mirando todas las pantallas y pensando en todas esas interacciones, seguro que estamos en el terreno de la obligación. Esta se configura como adicción y como tal, se basa menos en el placer que en el goce compulsivo y el miedo. Si no entramos en el sistema, si no tenemos la mejor marca del último dispositivo móvil, parece que nos quedamos afuera, solos, excluidos. En realidad, siempre estamos afuera, solos y excluidos. La verdadera sociabilidad adopta formas de afecto más sólidas, menos fluidas, y espacios de solidaridad en donde incluso la palabra trabajar, si es puesta en común, puede tener una connotación positiva.

¿Qué textos agregaste y por qué razón?

Agregué unos fragmentos del libro Burbujas de ocio, de Roberto Igarza, un investigador argentino en medios de comunicación que también es ingeniero, y que me parece describe bastante bien los intersticios o fragmentos de ocio que interrumpen la vida productiva contemporánea para hacerla, supuestamente, más productiva aún. Un ocio mercantilizado, publicitario y finalmente agotador. También un texto de William Gibson sobre el efecto de la web en la vida cotidiana, escrito hace unos años desde una subjetividad impactada por esa nueva irrupción, aunque por la velocidad que han tomado todos los procesos de viralización y contagio ahora puede parecer un poco arcaico. Y un Preferiría no hacerlo de Ricardo Strafacce, donde se revisan los ocios de poeta de Macedonio Fernández y Osvaldo Lamborghini, entre otros que esbozaron una especie de protesta lírica, existencial, contra el trabajo.

La desaparición de lo privado, o la espectacularización de la intimidad, ¿son fenómenos correlativos a la vigilancia, la autovigilancia y la explosión de las redes sociales?

Definitivamente, las redes virtuales atrapan y enredan la sociabilidad en espacios descubiertos, inseguros, a la intemperie, con escasos refugios y precarias claves de privacidad, donde somos vigilados y espiados día y noche por los Estados y por los mercados. Ante ese espectáculo de la intimidad revelada 24 horas al día, la salida parece ser la adopción de máscaras estrictas de cortesía e incluso de hipocresía y mentira pública, y esconder aun más profundamente aquello que queremos mantener privado o personal. Somos menos libres desde que existen las redes.

¿Cuál es la diferencia filosófica entre el ocio y el entretenimiento?

No sé si es filosófica, pero la pregunta ¿qué quiero hacer hoy? es una pregunta que solo puede hacérsela quien tiene tiempo libre, ocioso, sin obligaciones. Aunque sea solo por hoy. Los situacionistas decían que ese ocio no puede sostenerse en el marco de la sociedad del espectáculo. Greil Marcus agregaba que en esta sociedad aquella pregunta fue reemplazada por ¿qué hay para ver hoy? Este sería el entretenimiento. El paso del qué quiero hacer al qué hay para ver, que desde luego ahora incluye a lo que se difunde en forma digital por todas las pantallas, medios y redes disponibles. Para Guy Debord, un verdadero tiempo libre sólo podría obtenerse mediante la posesión colectiva de los instrumentos de construcción de vida cotidiana. Con la dispersión y fragmentariedad del mundo actual, no sé qué futuro colectivo es posible, pero me contentaría con que uno, varios, muchos puedan dar ese primer paso que implica el lema solo por hoy que, según se dice, puede curar alguna que otra adicción.