Hacía 10 años que el reconocido director Alejandro Tantanian tenía ganas de llevar una obra clásica a un escenario. Algo que finalmente ocurrió hace una semana cuando estrenó en la
sala Martín Coronado del Teatro San Martín, la versión de Eduardo II, escrita por Christopher Marlowe en 1592, la primera en poner a la homosexualidad en el centro de la escena, basada en la historia del rey inglés que gobernó en el siglo XIV.
El trágico reinado de Eduardo II, la triste muerte de su amado Gaveston, las intrigas de la Reina Isabel y el ascenso y caída del arrogante Mortimer es una puesta monumental que Tantanian
creó junto a Carlos Gamerro y Oria Puppo, con un elenco de 21 intérpretes, que encabezan Agustín Pardella (actor de la película La sociedad de la nieve), Sofía Gala Castiglione, Patricio Aramburu y Eddy García. Descubrir BA dialogó con el director sobre la puesta, que fue ovacionada en las primeras funciones, y se perfila como una de las producciones más ambiciosas e imponentes de la temporada.
-¿Cuándo decidiste montar Eduardo II y por qué en el Teatro San Martín?
-Leí la obra hace muchísimos años, y hará unos diez que estoy dándole vueltas a la idea de montarla; en principio, porque es un texto extraordinario, de una vigencia
que está a la vista. La homofobia siempre es un tema en nuestras sociedades, pero ahora se suman los discursos violentos. Actualmente, en el país, hay censura al respecto, por lo cual es doblemente
importante que el teatro público asuma este discurso y le de visibilidad. Además, en el San Martín, por una cuestión de producción; por la dimensión de la obra y de la tragedia, que necesita respirar un
espacio como el de la Martín Coronado, y finalmente, por cuestiones personales, ya que nunca había dirigido en esa sala y era una asignatura pendiente.
-¿Cómo trabajaron la versión? ¿Tuvieron en cuenta la película Eduardo II (1991), de Derek Jarman?
-La película fue importante para nosotros por la lectura que cristaliza de la obra. El texto original se ha hecho como una pieza sobre un rey que, por cuestiones privadas, gobierna débilmente. Y su homosexualidad era un tópico menor. Y lo que hace Jarman es poner en primer plano la relación homosexual de Eduardo con Gaveston y luego, con Spencer, y no habla de un mal gobierno, sino de una situación de persecución homófoba. Lo hace en cada vez más en retirada el marco del thatcherismo, una situación parecida a la que vivimos con los gobiernos libertarios. El film presenta un guion de mucha intervención en el texto, que estambién lo que hicimos. La obra se enmarca en los ciclos de obras históricas inglesas, por lo cual hay una enorme cantidad de personajes, batallas, idas y vueltas que sacamos, y nos focalizamos en esta suerte de persecución de todos los poderes políticos al rey por su deseo homosexual. Lo interesante de Marlowe es que todos los reyes tenían favoritos, pero la tragedia de Eduardo es que decide hacerlo público.
-Una tragedia que fue real…
-Eduardo fue un rey real, que recibió ese tratamiento sólo por haber sido declaradamente homosexual. Además, hay una cosa muy hermosa en el texto, él es un rey poeta. Es muy bello pensar que Inglaterra tuvo la posibilidad de tener un rey artista y por eso, tiene poetas y artistas. También está esa zona distópica del material, qué pasa cuando quienes estamos al margen llegamos al
poder. La homosexualidad y el poder es un gran tema, que sigue siendo tabú. Y el texto de Marlowe dice algo en 1592, que habla de mañana. Nuestra idea fue traer un clásico, que diga lo que tiene para decir y nos interpele aquí y ahora.
-¿Por esa razón hay modernizaciones en el lenguaje de los personajes?
-La decisión de usar un lenguaje vulgar está sostenida por procedimientos propios de la dramaturgia isabelina. Esta obra es isabelina, pre shakesperiana. Shakespeare la admiró profundamente; de hecho, Ricardo II es su versión de Eduardo II. En nuestra versión, hay monólogos exportados de Ricardo II.
-¿Por qué crees que Marlowe no es tan popular como Shakespeare?
-En principio, porque murió muy joven, a los 29 años. Fue asesinado de manera muy turbia, en una pelea en una taberna, porque era espía, homosexual, ateo… Era molesto para el reino. Sabían que era muy irascible, entonces, lo provocan y termina apuñalado en el ojo, y muere. La persona que lo apuñaló salió libre y todo se olvidó.
-¿Él era como el personaje de Gaveston en la puesta?
-Nosotros ponemos a Gaveston como alter ego de Marlowe. Porque, además, era de otra clase social. El verdadero era de la nobleza, pero el Gaveston de Marlowe es un campesino. Así que, también, es una tragedia social.
-El dispositivo escénico, ¿representa lo que dice Eduardo, de que en los castillos no hay privacidad, sino que todo está a la vista?
-Exactamente, que el espacio tenga esa apertura y que no haya compartimentos, que no haya nada que oculte nada, genera un grado de no privacidad. Al mismo tiempo, los videos, generan una suerte de discurso segundo: ves al actor en el escenario, de lejos, y también le ves la cara, el ojo, el labio. Eso acerca emocionalmente a los personajes y genera un grado de intimidad.
-¿De qué manera se fué armando el numeroso elenco?
-Más allá de la excelencia de cada uno, priorizamos las ganas, el hambre, la voluntad de hacer. Algunos llegaron por audiciones, como Agustín Pardella. En el caso de Sofia Gala Castiglione, siempre supe que era la reina. Con Patricio Aramburu hacía rato que queríamos trabajar y Eddy García, cuando se enteró de que íbamos a montar la obra, me dijo que Gaveston era el personaje de su vida. Fue muy increíble, todos tenían una enorme voracidad y unas enormes ganas de contar este cuento. Y el teatro se implicó de una manera extraordinaria, todos los trabajadores pusieron el hombro y están felices.
-En el final, todos aparecen mencionados en los créditos…
-Decidimos poner a todo el personal afectado. Para que se vea que fue un trabajo de equipo. No los conté, pero son casi 300 personas. Es muy conmovedor que se siga haciendo este trabajo en comunidad, en una época donde, cada vez más, importa la estúpida individualidad. Que el teatro siga siendo un trabajo en conjunto puede ser distópico, o “fuera de moda”, pero hay que seguir defendiéndolo, porque en eso sigue estando presente lo humano, persecución homófoba. Lo hace en cada vez más en retirada.