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Racismo, xenofobia y discriminación: un libro para entender el sufrimiento cotidiano de los inmigrantes

El escritor suizo Philippe Rahmy escribió “Allegra”, una novela que ahora se edita en castellana. El protagonista cambia de ciudades y de países pero nunca lo tratan como merece. Por Anabella Macri Markov

No exageramos si decimos que rara vez el lector sabe quién tradujo el texto que tiene enfrente, muchas veces ni siquiera nos preguntamos si se trata efectivamente de una traducción y de qué idioma, o qué dificultades puede suponer cada uno. La lista de las peripecias del traductor es mucho más larga de lo que aquí podríamos mencionar, pero parece interesante pensar que no es un campo libre de conflicto, más bien todo lo contrario.

En el caso de Allegra del escritor suizo Philippe Rahmy, editado recientemente por Interzona, tenemos en nuestras manos una traducción del francés al español rioplatense que, contrario a lo que imaginamos cuando pensamos en una traducción que suele ser un proceso individual, se trata de una traducción colectiva. Tal como indica la “Nota a la traducción”: “Tres argentinas, un argentino, una mexicana y un español conformamos el equipo de traductores que finalmente llevó adelante el proyecto de traducción”.

Allegra no podría haber sido posible sin la Escuela de Otoño de Traducción Literaria del Instituto de Enseñanza Superior en Lenguas Vivas, un programa donde traductores y traductoras de distintos idiomas se reúnen en grupos para discutir y traducir un texto literario. Para eso, se invita al autor o autora de dicho texto que acompañará este proceso y brindará su visión y opiniones en torno a la traducción y la escritura. Esto fue exactamente lo que sucedió en el año 2016 cuando el escritor Philippe Rahmy participó como autor invitado.

Rahmy, quien murió en 2017 como consecuencia de una larga osteogénesis imperfecta (también llamada enfermedad de los huesos de cristal), fue un poeta y narrador de origen suizo. Sin embargo, su linaje estaba conformado por una proliferación de nacionalidades. Por parte de su padre había nacionalidades francesas y egipcias y por parte de su madre, alemanas, datos que no resultan meramente anecdóticos al leer su ficción, que se centra muchas veces en las problemáticas de la nacionalidad y la inmigración.

Además de ser escritor, se dedicó a la fotografía y antes de su fallecimiento había estado trabajando en un proyecto fotográfico sobre la Villa 31 de Retiro, dato que nos habla de su versatilidad como artista y de su interés por las ciudades y la gente que las habita.

En Allegra, esto se ve en primera plana. En principio sigue la fórmula de un thriller tradicional con sus elementos esperables: misterio, interrogantes, un personaje principal que pone en riesgo su vida, una atmósfera oscura y desesperante y un ritmo frenético. Pero a todo esto se le suma lo que podríamos pensar como más transgresor de la narrativa que es la problemática inmigratoria, temática que atraviesa toda la historia.

Abel, el protagonista, es hijo de argelinos que emigran a Francia en busca de una nueva vida. Una vez terminados sus estudios, Abel se muda a Inglaterra donde conoce a su esposa, Lizzie, con la que tiene una hija, Allegra. Ese es en resumidas cuentas la trama familiar.

En la historia conviven varias líneas temporales: inicia en Londres en el 2012 durante los Juegos Olímpicos. Abel está sumergido en la decadencia, atravesando una fuerte crisis matrimonial llena de hostilidad, violencia, fuertes discusiones y tristeza, tiene un trabajo un tanto oscuro que terminaremos de entender a medida que avanza la trama, un departamento que refleja el desorden interno de los personajes, un alcoholismo notorio, todas señales de una vida en decadencia.

Ese tiempo, que es el presente de la narración, está atravesado por flashbacks que narran qué pasó en la vida del protagonista para terminar en esa situación. Se nos muestra un pasado donde alguna vez fue exitoso y feliz en un matrimonio lleno de amor, con una hija y un trabajo próspero como corredor en la Bolsa de Londres. Pero hay una tercera línea temporal, una que nos traslada todavía más hacia el pasado, a la infancia de Abel en los años 90, cuando sufre junto a su familia el desalojo como consecuencia de la urbanización de Arlés, en Francia.

Esa trama es la de la historia familiar, y es tal vez la más interesante ya que a través de su pasado se introduce la problemática inmigratoria, sobre todo el cruel hecho de que nunca es fácil ser inmigrante, pero más aún si pensamos que algunas nacionalidades son condenadas al racismo y la xenofobia más que otras. Abel es hijo de inmigrantes argelinos que ahora viven en Francia, por ende hay desde el principio una distancia con su propio núcleo familiar.

“No hablo la lengua de mis padres. No cargo con el peso de sus tradiciones. No conozco ni una plegaria ni a ninguna de las personas que dejaron atrás cuando vinieron a vivir a Francia, ni abuelos, ni tíos, ni tías, ni primos. Esa soledad entre tantos reemplazó a mi familia. Un dolor fantasmal se despierta cuando me pregunto por mi origen, como si fuera el resto de una vida nómada, la de mis ancestros, misteriosamente arraigada”, escribe Rahmy.

La primera extranjería que siente es la de su propia familia, cuya lengua no habla. Esta lengua materna tan fuerte a nivel simbólico se le escapa, y pone en escena la situación de varios hijos de inmigrantes cuya primera ajenidad es la lingüística. Luego vendrán las culturales: el hijo que se muda de ciudad para estudiar una carrera universitaria, oportunidad que sus padres nunca tuvieron.

Una vez finalizados sus estudios, Abel decide irse a vivir a Inglaterra para iniciar una nueva vida, esta vez es él quien elige buscar nuevas oportunidades en otra tierra. Pero una vez más el sentimiento de no pertenencia, que es lo que parece caracterizar al personaje, se acentúa y se profundiza. Miradas que lo juzgan, comentarios racistas y xenófobos, violencia de desconocidos por su apariencia.

Dice Allegra: “El taxista hace muecas por el retrovisor. Observa algo abyecto, que se sitúa exactamente donde estoy yo”. Es parte de la violencia cotidiana a la que está expuesto el protagonista. A esto se le suma la violencia intrafamiliar de su esposa inglesa y su familia, acentuando la desolación de sentirse extranjero aún en el propio hogar. “Su hermano se lo había advertido, ¡no te juntes con un árabe! En otra época, eso nos hacía reír. Cuando ella empezó a tomarlo en serio, entré en su juego”.

No podemos dejar de mencionar que la novela tiene en su centro a la ciudad, en este caso Londres y su centro financiero, en medio de los Juegos Olímpicos de 2012 que es un hecho extraído de la realidad, pero que en lugar de narrar la belleza de los juegos, el encanto del show, la felicidad de los ciudadanos, Allegra narra la contracara de estos grandes eventos.

Manifestaciones en las calles, violencia, protestantes enardecidos, hoteles plagados de pobreza, de inmigrantes que no tienen a dónde ir, la plegaria constante de la desesperanza y la desilusión son los escenarios que más se describen en la novela. Los protagonistas son personajes abandonados, vidas descartadas por el sistema capitalista.

La temática americana del self made man, el hombre que parte de la pobreza y puede salir de ella, que estudia, se forma y conoce el éxito, se toma pero de una manera muy lúcida y realista que sale de la fantasía que nos han contado, recordándonos que esta idea llena de falencias y agujero, tiene fuertes limitaciones, sobre todo cuando portamos en nuestro rostro una nacionalidad específica más expuesta a la violencia arbitraria del Estado.

Allegra es una novela rápida, de fácil lectura, un thriller bastante clásico en su forma pero que agrega elementos necesarios que la vuelven una buena herramienta para reflexionar en torno a la inmigración, la segregación, el capitalismo, la familia y el duelo. Frenética, rápida, áspera y por momentos amarga, se consolida como una lectura disfrutable y llena de suspenso, con una excelente traducción colectiva que disfrutaremos de principio a fin.

Así empieza “Allegra”

El león rugió antes del alba. Cuando salga el sol, subirá a una rama para contemplar a su progenie. Un cachorro de león enfermo, casi muerto. Luego Edgar posará su mirada cansada en los hombres. Los verá pasar detrás de las rejas, entre los árboles, caminar orgullosamente por la calle y reinar en la ciudad como él reinó en la naturaleza. Ahora espanta las moscas con la cola. Lo escucho durante mis insomnios y siento que nos parecemos. A menudo lo visito camino al trabajo.

Oslo Court aún duerme. Vivimos, Lizzie y yo, en un lindo dúplex de este edificio para viejos ricachones. Las cortinas de nuestra habitación están cerradas. El rostro de Lizzie, iluminado por la lámpara, se me aparece en toda su belleza. Luego se da vuelta hacia la pared y suspira mientras desvela su espalda de vértebras salientes. Adelgazó mucho desde que nació Allegra.

Afuera, Edgar lanza un rugido. Un gruñido ronco, el lamento de un rey en decadencia. Va a ser un día pesado. Al mediodía, el sol se instalará en los edificios de ladrillo. Una tormenta estallará cuando llegue la tarde, luego el sol lleno de vapor desaparecerá como un proyector que se apaga. Poco después, un cuidador entrará en la jaula de Edgar. Traerá un balde con carne, se lo mostrará a los chicos amontonados detrás de la reja. La jaula temblará con cada movimiento del león, muy alterado. La cría y su madre aparecerán.

El cachorro se desplazará penosamente sobre sus patas atrofiadas. Los chicos dirán, uy, pobrecito... antes de salir disparados hacia el sector de los monos. En la jaula, la leona Nghala se quedará entre Edgar y Simba, el cachorro, que intentará comer. La pelvis pegada al cemento, el lomo arqueado, todo el peso del joven animal recaerá sobre sus hombros temblorosos. Su cabeza desaparecerá dentro del balde, saldrá embadurnada de rojo y volverá a zambullirse.

Esa máscara ensangrentada se parece a mis pesadillas. Mi historia es como la de otros miles que vinieron a hacer fortuna a Londres, pero el único que la vivirá seré yo, Abel Iflissen, hijo de Bouziane y de Sofines, nieto de Anzar y de Nélia, de Amghar y de Badira.

Hace quince días que vivimos en el trópico, pegados a las paredes para mantenernos a la sombra, o detrás de las persianas cerradas hasta la noche. E alba es soportable. Voy al balcón, prendo un cigarrillo. Los jubilados trotan despacito por el parque, con la correa del perro en una mano y una bolsa para la caca en la otra. Los últimos murciélagos cazan alrededor de los faroles de la calle. Mi humo se mezcla con su vuelo sinuoso.

Quién fue Philippe Rahmy

♦ Nació en Ginebra, Suiza, en 1965. Murió en ese mismo país en 2017.

♦ Fue experto en Historia del Arte y graduado de Literatura y Filosofía.

♦ Entre sus libros se cuentan Allegra, Monarques y Células madre.

Ganador al mejor libro argentino de creación literaria: "El náufrago sin isla" de Guillermo Piro es la obra ganadora del Premio de la Crítica de la Fundación El Libro 2024