El 6 de febrero de 1997, a las 22:04, y en medio de una feroz tormenta, un rayo cae en el Riachuelo. Esto, que no es más que un fenómeno natural, común e intrascendente, genera una reacción química en las contaminadas aguas del río, provocando a su vez otro fenómeno que no tiene nada de natural ni de común ni de intrascendente: todas aquellas personas que habían sido arrojadas al Riachuelo, algunas todavía con vida, otras ya sin ella, se despiertan del oscuro sueño de la muerte. De esta manera, las calles de Buenos Aires, inundadas y casi desiertas como consecuencia de la tormenta, comienzan a poblarse de esta extraña raza de seres que, por convención, podríamos llamar zombis o muertos vivos. No obstante, no hay que caer en el error de creer que se tratan de los ya conocidos zombis del cine y la televisión del Norte, desde George Romero hasta The Walking Dead. No, estos son distintos. Estos zombis son argentinos.
En Los muertos del Riachuelo, Hernán Domínguez Nimo nos cuenta una historia original que le da varias vueltas de tuerca al tema zombi, tan gastado en la actualidad. Acostumbrados a ver cómo los muertos vivos, cual animales rabiosos, deambulan por las calles en busca de personas a las que comer, los muertos vivos de Domínguez Nimo tienen una misión específica: vengarse de aquellos que los mataron y tiraron al río. Así, estos seres están provistos de una especie de inteligencia colectiva que los orienta y les da una razón de ser, al menos por una noche. Ya no estamos, entonces, ante los malos de la historia, sino que, en un mundo de injusticias, los zombis se levantan del Riachuelo para equilibrar un poco la balanza. Sólo en un país como la Argentina, con su habitual carencia de héroes, puede surgir semejante figura justiciera.
La novela está escrita y organizada de manera tal que no se pueda abandonar hasta terminarla. Con una maestría admirable, Domínguez Nimo se pone en la piel de un cronista que no sólo cuenta la historia que ha investigado con seriedad y compromiso, sino que también nos habla de su mismo oficio. Así, la historia va avanzando en una alternancia de capítulos y «casos». En cada capítulo, el cronista reflexiona sobre su trabajo, sobre la naturaleza de los zombis y sobre las particularidades de este fenómeno, tan llamativo como silenciado; en cada «caso», a su vez, nos relata cómo uno de los muertos del Riachuelo vuelve a la vida para cumplir con su tarea de venganza. Esta combinación, como dije antes, se suma a la agilidad misma de la pluma del cronista para meternos de lleno en una historia que el lector no podrá soltar hasta quedarse sin páginas que recorrer.
Por último, es importante destacar que Los muertos del Riachuelo es el quinto libro de la colección Pulp de la editorial interZona, colección que apuesta a revivir, con novelas contemporáneas, una forma clásica de pensar la literatura: aquella orientada al público masivo, con historias de calidad pero a precios accesibles. De hecho, la estética misma de los libros muestra esta alusión a lo barato y rudimentario: manchas de tinta y de café en las hojas, tachaduras y agregados a mano, dibujos en los márgenes, además de ilustraciones a página completa que, en este caso, le correspondieron a Grendel Bellarouse.
En fin, Los muertos del Riachuelo es una novela que da gusto leer y recomendar. A veces olvidamos que la literatura es ese recurso con el que contamos los mortales para hacer de nuestro día algo mucho más soportable y entretenido. No todos los libros cumplen con semejante misión. Éste sí.
Y recuerden que en el fondo de las aguas contaminadas del Riachuelo, los muertos tienen memoria… Y esperan.
- Domínguez Nimo, Hernán. Los muertos del Riachuelo. Bueno Aires, interZona, 2018.