“Que un cuadro se te escape, se evada, me parece más importante que su eventual docilidad” dice Eduardo Stupía en Líneas como culebras, pinceles como perros. Esto mismo se podría decir de El tercer cuerpo de Hélène Cixous, publicado por primera vez en 1970, escrito seguramente en los últimos años de la década del 60 en una Francia convulsionada y traducido ahora por Margarita Martínez para Interzona. Libro en movimiento, que se evade. Texto en diálogo con otros textos, con el cuerpo, los cuerpos; en diálogo con otras ficciones, otras lenguas y también al interior de su propia lengua. Texto que en el movimiento que genera su búsqueda fuerza sin violentar; explorando sentidos, desde la grafía, la interpretación y el encuentro con el otro. Padre, madre, cuerpo del amante. Habitarlos, vivirlos, cuestionar la legibilidad. Liberarse no como autonomía sino como impulso hacia el otro, reconstrucción del placer.
No violenta porque da cuenta de la falta sin impartir una sentencia. Busca para encontrar junto al otro (texto, cuerpo) un espacio nuevo de la práctica deseante. Por eso no es ni uno ni el otro sino un tercer cuerpo que tiene o debe construir su propio hábitat y para eso también necesita un lenguaje consciente de su necesidad de ser políglota. Pero no babel, sino el mestizaje de cuerpos. Una lengua en libertad que busca habitar junto al otro. Esa parece ser la búsqueda. “Aire tallado en el aire” escribe luego de: “Si es preciso un lenguaje que sea aquel cuya cantidad no se puede reducir a un sonido único ... que no conoce la letra y sin embargo es el espíritu ... que no conoce ni infancia ni edad, ni las lenguas ni los dientes que muerden las lenguas extranjeras ... que es libre en el encadenamiento”. Y lo vuelvo a transcribir por indócil. “Aire tallado en el aire”.
En este recorrido, cuenta o, mejor dicho, cuenta interpretando textos de Kleist (El terremoto de Chile, La marquesa de O); de Jensen (Gradiva, una fantasía pompeyana y las derivas por las que nos sigue llegando ese texto, Freud); situaciones de infancia en las que los cuerpos aparecen, obviamente, atravesados por sus culturas (Argelia, Alemania, Francia); narra, en entradas breves y potentes que es como está armado este libro, su cuerpo, el del amante, el de la madre, el del padre; narra sus límites, los del tiempo y claro, sobre la muerte.
En una de esas entradas relata una anécdota en la que el padre lleva a la protagonista de la historia, cuando esta tiene cinco años, sobre sus hombros. De repente la baja y le dice que para volver a ahí arriba debe responder una adivinanza: “¿Qué palabra incluye todas las vocales y tiene una sola consonante?” Esto puede servir para graficar el núcleo del libro y también la dificultad de traducción. El núcleo porque se condensan en ese espacio del texto los temas que recorren todo el libro: la lengua, tanto en su noción de comunicación como físico, el saber, la interpretación, el deseo, el miedo y la muerte. Y como dificultad de traducción ya que la respuesta requiere una nota al pie explicativa de la adivinanza. Es un texto que empuja a la nota y hace que su fluidez, en ocasiones, se vea interrumpida. Notas con un criterio no siempre unificado. Otro ejemplo de esto: uno de los personajes se llama Tt y se establecen relaciones, entre otras, con Tout (Todo) y Thot (el dios egipcio), que sin notas al pie harían inentendible el texto. Por lo tanto, necesarias. Resultado, pequeñas incomodidades.
A lo largo del texto, el realismo está ausente. El discurrir poético de su prosa busca un verdadero plural, indaga la posibilidad, reivindica la diferencia. La decisión de su edición, después de cincuenta y dos años, seguramente está fundada en que sigue siendo un texto que tiene algo para decir en la circulación actual.
En primer lugar, que este libro da cuenta de la necesidad de poner al lenguaje en el centro de la literatura, al ensayar algunas de las potencialidades plásticas para hacerlo más abarcador y así dar cuenta de las complejidades; y en segundo lugar, que la relectura y la reinterpretación que se haga de textos u obras en circulación son un horizonte posible para expandir las fronteras de la lengua. Algo que la filosofía, tradición de la que Cixous forma parte, sabe y que este tipo de literatura utiliza. Incluir de distintos ámbitos elementos necesarios a su desplegarse como texto. ¿Híbridos? Ya no cuenta como preocupación. Lo importante es entrar en él y dejarse llevar. Reinterpretar sus cauces, pasar sus turbulencias y en las pausas volver a interpretar. Sumirse a la apnea cambiante que nos propone para seguir pensando la diferencia, una escritura abierta al don, a la interrupción de la tautología intensificando el diálogo. Una escritura que parte de sus debilidades para generar hábitat inclusivos sin intención totalizante. Por supuesto que sin ninguna inocencia. Expandir para habitar con mayor libertad una lengua y así poder decirnos con todas nuestras complejidades. Habitar ese tercer cuerpo como espacio de la flexión tonal, el desplazamiento, la circulación. No ya un vos, un yo. Ni siquiera detenerse en un nosotros sino también pensar un sin-nosotros. La comunidad como misterio sabiendo algunas cosas, el mestizaje; deseando otras, “encontrar esta lengua sin palabras y sin límites que nos perpetuará sin equívoco y sin debilitamiento”. Seguramente que se puede pensar como un exceso, sí, pero deseante y amoroso.