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Sabemos lo que pasa por las noches, caracol

El nuevo libro del autor de Rabia es un experimento colmado de hallazgos: combinando frases recortadas de la revista Elle, produjo mil fragmentos que ofrecen una grata descolocación poética.

Quién hubiera imaginado que la nave nodriza sería un pollo con ciruelas.

Los que en ese momento miraban por la ventana vieron pasar a Robin y familia.

La presa, con la espalda al aire y la melena dinámica, discotequera, envuelta en una infinidad de etcéteras, es la que hace que el cazador, a quien le alcanza con no ser visto, se incline al finalizar el día ante la tonalidad rosada de su sombra.

El amor (con la “o” en forma de corazón) es también una forma de moverse.

***

La naturaleza no se busca, se presenta. Hola, qué tal, cómo estás, encantada.

En un viaje al interior de sí mismo tropieza con otro. Nunca antes lo ha visto, pero cree que al fin se encuentra con el que verdaderamente es, aunque con otra cara, y le da un abrazo. El otro lo rechaza y se aparta. “Vuelvo al mundo”, le dice.

“Lo puedo hacer en todos lados”.

Recuerden, criaturas: llegará un día en el que se descubran mudos y sin memoria.

Apenas cruzan la puerta de la cueva, los huéspedes reciben un tratamiento con productos biodinámicos para el cuidado de la piel. Después los visten con kimonos y sombreros y los exponen a la fauna selvática del entorno, frente a los grandes ventanales.

Sombras en polvo.

El muro que un niño con fuerza sobrehumana levanta alrededor de un pueblo perdido en las montañas. No va a ser fácil encontrar a alguien que quiera dar un paso más allá. El salvaje de calidad premium (“Oh, là là”) que pide prudencia en el manejo de los astros. Cada detalle tiene un porqué. El ruido que hacen las llaves cuando entro a casa.

Con un escote en V y nada debajo, razonar es más fácil que sentir.

Las arrugas finas de la risa, ceniza incrédula. ***

Después de limpiar el vacío y de darles brillo a los metales, qué meticulosamente elegidas parecen las sombras que tira esa ramita sobre el mantel.

Desde el fondo del vestidor, nos llama la prenda que no vemos.

El valiente escapará de las perlas del destino. No así de la nube de vapor que pasa dos veces al día, ida y vuelta, con su característico soplido de molusco acanalado.

Dice que a través de un pájaro transparente se ve lo mismo. Pero no nos habla a nosotros.

Lo que nos van a quitar las máquinas es la gracia.

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