Mario Pera [MP]: Hola Luisa, quisiera comenzar preguntándote por tus vínculos iniciales con la Literatura. Tu madre, Luisa Mercedes Levinson, es una conocida escritora y periodista argentina, una visionaria, según tus palabras. ¿Fue a través de ella que te vinculaste en un inicio con la Literatura, tal vez te impulsó a escribir y leer? ¿Qué libros fueron clave para descubrir y alentar tu vocación literaria como escritora?
Luisa Valenzuela [LV]: Seguramente, pero la mía fue una vinculación lateral, de puro entrometida. Porque mi madre no me alentaba ni dejaba de hacerlo. Estaba en lo suyo… empezó a publicar cuentos cuando yo ya tenía uso de razón, y me resultaba admirable. En aquel entonces firmaba Lisa Lenson.
Por mi parte nunca soñé con escribir, lo mío apuntaba a la aventura, a la ciencia. Fui una lectora voraz (Jack London, Stevenson, Horacio Quiroga, Emilio Salgari). Y toda la colección del Séptimo Círculo que Borges me iba regalando. Mas allá de la biblioteca familiar que era bastante caótica y despareja, yo me fui armando la mía con verdadera gula.
[MP]: Sé que no eres dada a escribir desde la autobiografía, que sólo tomas pedazos de la “realidad” para seguir en la trama ficcional. No obstante, en algunos relatos algo de lo biográfico ha salido a la luz, tu relación con tu madre, por ejemplo. ¿Ha sido difícil crearte un propio camino en dos ámbitos, el literario y el periodístico, en los que tu madre obtuvo reconocimiento? ¿Cuánto de su figura, de ella encuentras en ti como escritora y en qué sientes que te diferencias?
[LV]: Lisa nunca ejerció el periodismo de verdad. Simplemente colaboraba en una revista femenina llamada Idilio donde tuvo un “Correo del corazón” y luego una original sección,“Cartas de amor”, junto con Conrado Nale Roxlo, gran escritor y poeta.
Yo me hice periodista en la calle, como quien dice. Mis ansias de conocimiento eran omnívoras… en cuanto a la literatura, se me coló sin buscarla. Un día escribí un cuento solo para alardear y descubrí la aventura que eso encierra. El cuento inicialmente se titulaba “Ese canto”, hoy, pulido, sigue circulando como “Ciudad ajena”.
Todo lo vivido al lado de mi madre seguramente ejerció influencia en mí. Pero, para llevar a cabo lo que yo no sabía sería mi ineluctable destino literario, me tuve que distanciar de ella y de su círculo. No fue a conciencia, pero me enamoré de un muy atractivo marino mercante francés, me casé con él a los veinte años y me radiqué en Francia.
No dudo de que por mi escritura pasa algún soplo de Lisa, pero nuestras diferencias al respecto siempre fueron abismales. O casi. Por lo pronto, los temas políticos que abordo sin trepidar y de los que ella abominaba, al mejor estilo Borges.
Yo siempre la leí con deleite y sorpresa. Creo que ella, con suerte, habrá leído una que otra página mía. Pienso que ha sido mejor así. Crecí en libertad. Desde muy pequeña crecí en libertad. Eso se agradece.
[MP]: Siguiendo la pregunta anterior, la casa de tu madre era el centro de reunión de grandes escritores, una élite literaria en Buenos Aires. Escritores como Borges, Mallea, Bioy, Guido, Biagioni, Sábato, Goyanarte, Cuadrado… pasaste tu infancia y adolescencia en ese ambiente, creciste oyéndolos. Si bien comentas que en aquellos tiempos varios de ellos aún no tenían el reconocimiento que tienen en la actualidad, ¿qué recuerdos te vienen de haber compartido con esos escritores geniales? ¿Alguna anécdota con alguno de ellos?
[LV]: La verdad que me deslumbraban, había mucho humor entre ellos, mucha bonhomía. Tantos representantes del exilio español, tanta pasión. Lorenzo Varela por ejemplo quien, dado que a eso de mis nueve o diez años me entusiasmé con todo lo referente a Escocia (de Sir Walter Raleigh al Highland Fling), él me hizo creer que su verdadero nombre era Lawrence McVárela y bordaba historias al respecto…Todos me consentían, yo era una nena sabihonda e irreverente. Pero me fascinaba escucharlos, asistir a las conferencias, los debates arduos entre Borges y Sábato, por ejemplo. Recuerdo cuando se discutía sobre el tuteo y el voceo. Al final llegaron a un acuerdo salomónico: el tú para la poesía, el vos para las ficciones con protagonistas argentinos.
Una aclaración: por extraño que parezca, Bioy no frecuentaba el, llamémoslo, “salón” de Lisa.
[MP]: Por diversas circunstancias has viajado mucho y vivido en diferentes países como tu natal Argentina, Francia, México, EE.UU. o España. Confesaste en una entrevista ser aventurera y curiosa. ¿Piensas que ese constante movimiento, el conocer diferentes culturas y contextos, le ha aportado algo especial o esencial a tu obra literaria desde tu vivencia como persona? ¿Qué tan importante es, si así lo consideras, que un escritor salga de su país o ciudad y experimente por sí mismo las circunstancias de ser un inmigrante?
[LV]: Salir o no salir del propio ámbito es ajeno a la obra en sí. Pinta tu aldea, etc… En mi caso es la concreción de mis sueños de infancia. Desde muy pequeña necesité ir más allá, cruzar fronteras aunque fueran inventadas o simbólicas (las únicas posibles para una niñita).
En mi primer gran viaje, a Francia, aprendí una añoranza tan desgarradora que nunca más eché de menos sitio o persona alguna.
Lo que también aprendí es la perspectiva para ver a mi país desde otros ángulos. En mis larguísimos meses de Iowa City entendí la profundidad y el valor de mis raíces latinoamericanas. Siempre respeté la enorme atracción que lo diferente ejerce sobre mí, y siempre admiré y adscribí a las cosmovisiones mal llamadas primitivas.
[MP]: Muchos escritores, sobre todo de novela, crean desde un mapa (al menos mental) que les ayuda a ordenarse u organizar personajes, escenarios, contextos, sucesos; es decir, narran una historia siguiendo un orden preestablecido. ¿Te funciona trabajar así una novela o eres de las escritoras que necesitan el caos y la “libertad” de la imaginación para iniciar y mantener la escritura de un libro viva o en constante efervescencia al no saber qué se te ocurrirá luego?
[LV]: Suena contradictorio que una viajera de mi estirpe abomine de los mapas. Los literarios, claro está. Yo no sé escribir ficción con un plan preconcebido, todo lo contrario. Necesito ir despejando maleza, ir develando palmo a palmo el camino que en alguna parte me espera ya trazado. ¿De dónde vienen las historias? es una pregunta que me planteo desde hace años. Y voy encontrando respuestas parciales, atractivas e insatisfactorias. Algo esta allí latiendo ya en las primeras frases y no hay forma de anticiparlo y hay que irlo conjurando, sin trampas de ninguna especie ni soluciones razonables o razonadas que no emerjan de esa profundidad desconocida donde la historia, agazapada, acecha.
[MP]: Luisa, tu obra literaria abarca, en especial, ampliamente dos géneros: novela y cuento – microrrelato. Como autora, ¿qué decide en ti qué historia da para cada tipo de género? Es decir, ¿cómo sabes, presientes, te convences que una historia da para ser narrada en una novela, un cuento o un microrrelato? ¿Es un tema de extensión, de información, de interés que tienes sobre lo narrado?
[LV]: Es un tema, diría yo, del programa que se ha despertado en ese momento en mi mente. Me basta con la primera percepción de que hay algo allí que espera aflorar para saber de qué género se trata. Cierto es que los microrrelatos suelen darse por tandas, es como un habitar otras regiones del lenguaje. Quizá se trate simplemente de eso: un dejarse estar en el lenguaje y que él vaya trazando el dibujo. Cada novela, cada cuento es para mí una experiencia nueva y muy distinta de las anteriores. Trataré de contar en pocas palabras mis dos últimas nuevas experiencias:
Cierto día surgió un personaje algo insólito hasta para mí: un excomisario de policía con intereses artísticos. Escribí su cuento y él, a quien llamé o mejor se hizo llamar Santiago Alberto Masachesi (con grafía argentinizada) me devolvió la atención y una mañana tempranito me develó paso a paso cómo pudo haber acontecido la muerte más sonada y más política y perversamente utilizada de la Argentina. ¡Brillante Masachesi! ¡Por fin se me daba una verdadera novela policial! Pero la autora propone y el protagonista dispone. Y fue así como me encontré con un Masachesi acomplejado porque en la fuerza policial se burlaron de él, negándose a atender su teoría que iba en contra de los intereses del gobierno del momento. En fin. Que en tanto autora hube de echar mano a la novela-globo-de-ensayo que había estado “minando” hasta ese momento, en un intento bastante exitoso de extraer algo de la nada. Y se la atribuí al nuevo personaje, Teldi, la recuperada exnovia del excomisario, y su lectura logró destrabar en Masachesi el bloqueo, el peso de la burla… Todo esto constituye mi nueva novela, Fiscal muere.
[MP]: En varios de tus libros la trama sucede o trasunta los bajos fondos de diferentes ciudades. Hay en ti una fascinación por narrar al mundo las historias de esas zonas “periféricas”, “ocultas”, hasta “sórdidas”. ¿Qué has querido dar a conocer a tus lectores, al mundo, tomando como escenario los bajos fondos de las ciudades? Leí que para ti estos reflejan la zona oscura del alma humana… ¿ha habido algo de aquellos bajos fondos que no hayas relatado, por atroz u obsceno, algo que haya sido un límite?
[LV]: Los bajos fondos siempre me atrajeron y, desde un lugar de mirona, de voyeuse, los transité en la medida de lo posible. Y cuando no los transité los inventé, como es el caso de Villa Indemnización en mi novela El Mañana. Hay en esos andurriales una forma irrenunciable de la verdad, y sí, es la zona oscura del alma de la ciudad y quizá la más vital. Creo, como dice George Steiner, en eso de transitar los lúgubres lugares. Y no creo en absoluto en la autocensura, pero no me interesa la provocación gratuita. Creo que los límites de los que hablás, de haberlos, nacen del propio fluir de la historia misma,
Pero está el miedo. Hay temas (uno al menos) que yo no logro abordar a pesar de tenerlo estudiado. Vendría a ser la tercera novela sobre ese ser nefasto, monje negro de la política argentina, José López Rega, a quien llamaban el Brujo, protagonista de mis novelas Cola de lagartija y La máscara sarda, el profundo secreto de Perón. Siempre me enfermé, literalmente, mientras lo escribía.
[MP]: ¿Los escritores deben tener un límite en lo que nos relatan?
[LV]: Sí: no atender a límite alguno desde el plano racional.
[MP]: Siempre mencionas que la risa es la culpable de que escribieses ficción, novelas, cuentos. Llegaste al punto de retirar tu primera novela, Hay que sonreír, de la editorial francesa que te la iba a publicar porque la releíste y no tenía sentido del humor. Luego la publicaste en Argentina. ¿De dónde surge ese afán, esa necesidad imperiosa por dotar a tus textos del sentido del humor, de lo lúdico también? Sabiendo que el hacer reír al público es de lo más complicado que hay para un artista, sobre todo para un escritor pues cuenta “sólo” con la palabra.
[LV]: Tu pregunta presenta varios ángulos. A ver…
Culpé a la risa por lo mucho que disfrutaban mi madre y Borges mientras pergeñaban su absurdo cuento en colaboración, “La hermana de de Eloísa”. Seguro pensé que escribir era divertidísimo, ilusa de mí.
Por otra parte creo que la risa es sana y curativa, pero no soy ni pretendo ser una escritora cómica. El sentido del humor es muy otra cosa, es una sutil vuelta de tuerca que nos permite ver el lado B del lenguaje y de la vida, absurdo muchas veces. No me interesa particularmente lo lúdico ni hacer reír. Pero en el fondo entiendo el precepto patafísico de no tomar lo serio en serio, porque no somos dueños de verdad alguna.
En cuanto a Hay que sonreír es una novela que escribí en París entre mis 21 y 22 años, producto de mi gran añoranza por Buenos Aires. Por eso cuando la iban a publicar en Albin Michel la retiré para pulirla, pero ni pude volver a mirarla: sentía que era puro melodrama. Sólo unos seis años después, ya de regreso en Baires decidí enfrentarla y me causó gracia lo arquetípico de escenas y locaciones. Es este tipo de humor al bies el que suelo apreciar.
[MP]: Desde hace más de seis décadas desarrollas una labor periodística importante para diversos medios impresos y radiales argentinos y extranjeros. Te debes haber encontrado con todo tipo de circunstancias, personajes, historias. La realidad es, sin duda, una fuente inagotable de temas para una escritora. ¿Cómo ha permeado, si lo sientes así, tu labor periodística en tu obra literaria? ¿Qué tan distante está la realidad de la ficción en tu narrativa? Ello pues tu trabajo periodístico y como ensayista, la investigación en distintos temas, puede dar pie a miles de historias ya en la ficción, pero con una inicial base en hechos reales.
[LV]: Hasta que aparecieron casi simultáneamente, el año último, mi novela Fiscal muere y una vasta selección de mis artículos periodísticos, La mirada horizontal, yo estaba convencida de que literatura y periodismo eran agua y aceite. La literatura exige una mirada vertical para ahondar a fondo. Ahí me topé, gracias a mis brillantes presentadores, con el concepto de la mirada oblicua. Entonces empecé a aceptar que quizás el largo ejercicio del periodismo (desde años atrás lo ejerzo muy esporádicamente escribiendo algunas columnas de opinión) sea el que me permite abordar, desde la pura y noble ficción, algún tema actual de la candente realidad.
[MP]: Señalas que naciste feminista, que siempre te desagradó el ninguneo de los hombres e, incluso, te divorciaste, entre otras cosas, pues el padre de tu hija no quería que trabajes. Sin embargo, también indicas que huyes de que te etiqueten como escritora feminista. Comparando el contexto histórico en el que iniciaste y desarrollaste tu vida como escritora, que viviste o viste por colegas, y el contexto actual en que vemos que numerosas mujeres desde muy jóvenes gozan de un reconocimiento como escritoras: narradoras, poetas, ensayistas, Argentina es un caso ejemplar, ¿te anima ver que de alguna manera se ha avanzado en la necesidad de una paridad de oportunidades entre los escritores y las escritoras? ¿Qué barreras o límites quedan aún por romper?
[LV]: En mi época el mayor elogio que podía esperar de los críticos era “qué buena obra, parece escrita por un hombre”. Hoy la Argentina es un caso ejemplar por la cantidad de escritoras bastante jóvenes reconocidas. Pero siempre hubo escritoras de equivalente calibre (o mayor) y valentía. Sólo excepciones, que no solían ser las más talentosas, escapaban de un inmerecido segundo plano. Pero aquí y ahora lo más importante es la fuerza del movimiento de mujeres en general, que se enfrentan con enorme fortaleza y decisión a los múltiples problemas políticos y económicos.
En cuanto a mi feminismo personal, nací con esa convicción como bien decís, pero abomino de las etiquetas que crean barreras. Lo estimulante hoy día es que ya no se habla más en singular; se reconoce y estimula la rica variedad de feminismos.
[MP]: Para finalizar, Luisa, ¿qué expectativas tienes para tu participación en la Semana Internacional de las Letras en Español, Benengeli 2022? ¿Cuán importante es la realización de este tipo de eventos para la literatura y los autores?
[LV]: Agradezco en el alma la invitación. En estos tiempos tan oscuros por lo que está transitando nuestro maltratado planeta, es como si se abriera una ventana de luz. Una verdadera vitrina a todo lujo intelectual donde se le brinda su justo valor a la creatividad. Y a la ficción, que según temo es la única manera de escapar a la llamada posverdad tan tóxica, a las manipulaciones ideológicas. ¿Qué mejor nombre, entonces, que el de este imaginario historiador que hace de nuestro emblemático caballero de la triste figura un personaje ficcional por partida doble, al cuadrado? La ficción de una ficción: nada más contemporáneo y estimulante.