En el prólogo a Camilo asciende y otros relatos, Elvio Gandolfo señala que Hebe Uhart se ubica entre aquellos escritores cuyo "modo de mirar" segrega "un modo de decir, un estilo". "Algo ve la mirada de la autora y, en la búsqueda del mejor modo de ponerlo en palabras, va construyendo un lenguaje propio, que no se impone a lo percibido sino que se origina en ese mundo." La feliz definición de Gandolfo sintetiza la principal virtud de varios relatos del volumen, en los cuales Uhart encuentra el lenguaje que se corresponde con determinadas sensibilidades y con las costumbres -en apariencia triviales- que las encarnan. Las voces que hablan en sus relatos son enteramente responsables de dar vida a personajes alejados del saber "letrado", de la expresión escrita o de la cultura urbana, y es esa cercanía entre el tono de la narración y sus personajes lo que hace de Uhart una perspicaz captadora de lo "popular".
Frente al crisol de matices en el abordaje de lo popular que encontramos en la literatura argentina (desde el miserabilismo a la igualmente violenta idealización), Uhart elige un tono doméstico, oral, pero nada inocente, para retratar los modestos itinerarios de sus personajes. La mayoría de ellos integran un mundo de patrones similares: un origen inmigratorio y pionero, una vida pueblerina o rural, una trunca relación con la cultura escrita y con el ascenso social, el estrecho contacto con las necesidades materiales, la intermitente visita a la religión católica. Sin exteriorizar la mirada y prescindiendo de reflexiones explícitas, Uhart ilumina el sentido de ciertas historias que transcurren en secreto, indagando en los elementos que componen la sensibilidad, los sueños y los resentimientos de personajes aparentemente apáticos o empobrecidos.
Así, tanto en "Leonor" como en la novela corta "Camilo asciende", se narra la génesis de dos familias formadas en el ámbito rural (el Chaco y Paso del Rey, respectivamente) y el posterior desajuste que se produce cuando, como dice una abuela, se da a los hijos "más instrucción de la que uno recibió", ya que "después los hijos la pordelantean a una". En "Camilo asciende", una voz en tercera persona bucea por los mundos íntimos de los personajes y logra mostrar la relación conflictiva que cada uno tiene con lo considerado "culto", "bien educado" o "rico". El "ascenso" de Camilo nada tiene de místico, sino que se trata de la inserción en un ámbito de trabajo que choca con sus orígenes.
En una línea similar se sitúa "Cartas de un colono", en el que se expone el epistolario de un suizo emigrado al Uruguay, empleado en una colonia agrícola; mientras que en "Las abejas son rendidoras" y "Mi tío de Lima", las voces en primera persona de un cura y de un niño detectan con lucidez engañosamente "intuitiva" las hipocresías que estructuran las vidas más apacibles de la clase media.
Menos interesantes son, por contraste, los relatos "Guiando la hiedra" y "Querida mamá", dado que la distancia crítica que se esconde tras las voces "inocentes" de los anteriores relatos se diluye aquí en un tono confesional y casi biográfico de escasa profundidad. La celebración de la "hermosa vida" o la confesión de nimias transgresiones femeninas estancan a estos relatos en lo previsible, mientras que la fuerza de los anteriores radicaba en el hallazgo de un tono esquivo, aparentemente incompleto.
Con la obtención del Premio Konex 2004 en la categoría "Cuento", la obra de Hebe Uhart comienza a ser redescubierta y reeditada, como en esta nueva compilación, compuesta por cuentos ya publicados en algunos de sus diez libros anteriores. Camilo asciende y otros relatos puede ser una buena introducción al conocimiento de una narradora que supo encontrar una forma literaria para su mirada y crear con ella el peculiar mundo de sus personajes. .
Soledad Quereilhac LA NACION