En el año 1993 formé parte de una cierta bohemia asuncena que implicaba a dos brasileños y un ñembyense. Uno de los rapaiz (llamémosle AM, a quien dediqué luego mi texto primogenio de ese año, Punk desperezamiento) estudiaba letra en la UNA de Itá Pytã Punta. El otro (MM), estudiaba filosofía en la misma UNA citada ut supra. El enlace entre los dos era el hoy poeta EP (entonces todavia conocido como EC), en ese momento estudiante de letras y compañero del primero. Yo conocia ya a EP por haber sido inquilino de la casa de un hermano mío en los 80. Pero mi reencuentro, creo recordar vagamente, vino a través de AM, pues también era estudiante de arte de la Escolinha dirigida aún por el gran Livio Abramo, junto a una amiga lambareña, DM, hoy establecida en el Viejo Mundo. Una tarde, escuchando Krafwerk en la casa señorial de MM, este me lanzó de sopetón todo el inmenso Mar paraguayo (esa edición del 92, de formato más alto que ancho, casi como una plaquette). Me contó que se lo había prestado su jefe, el poeta, traductor y lacaniano Luis León Bareiro. Éste habia requerido sus servicios para conducir su silla de ruedas, en la que solia movilizarse habitualmente, y sortear los cráteres de los asfaltos y zigzaguear las archi-accidentadas aceras de la city capital del Paraguay. ¿Cómo había cruzado las fronteras paraguayo-brasileras ese libro singular? El círculo se cierra de forma perfecta: el ahora organizador y también autor de la portada, el poeta Douglas Diegues, se lo había regalado a Bareiro.