"Todo planteamiento radical, que ponga en cuestión lo que hasta ese momento se dio por cierto y que replantee las preguntas fundamentales, es el banco de prueba de cualquier ciencia o saber humano, lo que además prueba su vitalidad, al promover nuevos paradigmas científicos. Este es el significado profundo que tiene el abolicionismo para el saber jurídico penal”, estas son palabras de Eugenio Zaffaroni, juez de la Corte Suprema, del prólogo que hizo para el libro El abolicionismo penal en América Latina compilado por Maximiliano Postay, quien coordina el espacio denominado Locos, Tumberos y Faloperos (LTF) que junto con la agrupación estudiantil La Mella organizaron el Contra Congreso de No Derecho Penal.
Pero para LTF el abolicionismo es mucho más que un “banco de prueba” del saber jurídico, y claramente así se vivió durante dos jornadas de sol intenso y apasionadas intervenciones, donde no solo se trató de cuestionar el sistema penal y a la academia que se en-cierra para re-producirse, sino de demostrar que “se puede construir saber desde otro lugar”, tal como afirmó Maxi Postay, a la vez que remarcó que “jamás despreciarían la construcción teórica, pero toda construcción teórica que deje afuera a los distintos actores de la problemática es una construcción renga, a la que le falta algo”. En este sentido, el Contra Congreso fue una muestra de la diversidad de actores involucrados en la problemática social de la población privada de libertad.
Realizado a un costado de la facultad de Derecho (UBA) con la finalidad de intervenir el espacio público, y con una disposición de las sillas que permitió que la palabra circule con mayor igualdad entre los asistentes, mientras una bandera pedía “Imaginación no punitiva y militancia”, el Contra Congreso convocó a “académicos, jueces, defensores, profesores, estudiantes secundarios y universitarios, militantes de base, familiares de detenidos, presos, ex presos, ex presas, representantes de la salud mental, periodistas, antropólogos, comunicadores, artistas, músicos, poetas, narradores, susurradores, etc.”, como dio cuenta el espacio de LTF en una nota de agradecimiento. Además se juntaron firmas para un proyecto de Ley Contra los Antecedentes Penales.
Entre algunos de los participantes estuvo la abogada Indiana Guereño, quien propuso “romper con la guillotina que llevamos dentro y con la tendencia al castigo” y adoptar una perspectiva de género para comprender mejor al colectivo de mujeres que integran el sistema carcelario donde “el 85% de las privadas de libertad es madre y de ahí el 54% es madre de tres hijos”. Además, se basó en dos casos “emblemáticos” como son el de María Ovando y Paula Varela para mostrar la forma en que el sistema penal “repite estereotipos de géneros” y no tiene en cuenta “en qué condiciones fue captada la mujer” por dicho sistema.
Otra de las participantes fue Doris Quispe Juro, abogada a punto de recibirse, ex-presa y coordinadora del la asociación civil Rompiendo Muros, donde trabaja con la población carcelaria extranjera, quien contó desde su experiencia que en las cárceles se ve “la violación de los derechos humanos a gran escala”, y que “son el acumulamiento de seres humanos pobres, seleccionados desde el inicio de todo proceso judicial y que van a seguir siendo discriminados aún terminados su etapa condenatoria”.
Por su parte, Carlos Fernández Prieto, docente jubilado, graduado en las carreras de Sociología y Psicología cursadas en el Centro Universitario Devoto (CUD), opinó que: “los jueces tienen por costumbre estructurar modos ideales de convivencia en la sociedad y lo fundamentan en las doctrinas “re”. Rehabilitar, reinsertar, resocializar a personas que en su gran mayoría, dadas las estadísticas, no pueden reinsertarse donde jamás estuvieron insertos, no pueden resocializarse en una sociedad que los marginó siempre”.
En tanto, Oscar Castelnovo, tallerista en el penal de mujeres de Ezeiza, donde trabaja hace casi tres décadas, comentó que: “existe un plan estatal clandestino de devastación de los privados de libertad”, ya que en el período de 2009 a 2012 “fueron asesinadas nueve chicas en el penal”, y a través de una investigación realizada encontró que en el sistema penal argentino se da “una muerte cada 37 horas”, lo que equivale a “2400 en una década”. “Estamos viviendo algo silenciado por los medios ¿qué medio tomó esta masacre?”, se preguntó Oscar Castelnovo, y recordó que “si bien tenemos un horizonte abolicionista, hay tareas urgentes que tienen que ver con la defensa de la vida y la integridad de quien está, quizás, en el último bastión de la pobreza, de quien está esposado, encerrado y ni siquiera puede correr".
Por su parte, Maximiliano Postay habló sobre las tácticas y estrategias para hacer del abolicionismo una praxis, y remarcó que: “el abolicionismo son todas las metodologías que utilicemos para que este sistema sea cada vez más chico y que ese achicamiento progresivo sea considerado un medio y no un fin. En consecuencia, descriminalizar algunas conductas es abolicionismo penal”. Pero también forman parte de la estrategia la intervención cultural y epistemológica, como la que dio Locos, Tumberos y Faloperos con su documental Rejas, suspiros y llaves, el libro El abolicionismo penal en América Latina, prologado por Eugenio Zaffaroni, y el mismo Contra Congreso.
Pero el Contra Congreso no solo contó con especialistas en la materia, sino que además participaron artistas que hicieron sus intervenciones a modo de separadores entre las distintas temáticas, como la narradora oral Roxana Drucker, chicos de escuelas secundarias con guitarra en mano, el escritor Oscar Fariña que leyó parte de su libro El guacho Martín Fierro y un dúo de acordeonistas libertarias, entre otros. Además de las palabras de privados de su libertad escritas especialmente para el Contra Congreso.
Finalmente, para Maxi Postay “fue algo muy emocionante lo que pasó. Superó largamente nuestras expectativas”. En tanto, desde la agrupación Locos, Tumberos y Faloperos, apenas terminado el Contra Congreso, ya tienen ganas de organizar otro, por más y más imaginación no punitiva.