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Cecilia Szperling: “Yo entro a la literatura siempre por otra puerta”

Cecilia Szperling, autora de “La máquina de proyectar sueños”, performer y creadora de ciclos literarios reconocidos, nos habla sobre su obra y sus lecturas.

Viene apurada, casi corriendo. Lleva, antes de que llegue el mediodía, más de ocho horas despierta y trabajando. Con pocas horas de sueño y muchas ganas de dormir una siesta, pero sin que esto genere molestias ni mal humor. “No me angustia si no me dormí. Tengo el privilegio de ser escritora, de estar en cosas artísticas, de no tener tantos trabajos que me obliguen a madrugar, puedo juguetear con mi sueño”, nos dice Cecilia Szperling, escritora, performer, periodista, creadora de ciclos literarios reconocidos como “Confesionario” (hoy en radio UBA los jueves a las 22:00), “Libros + música” y “Libros marcados”.

A pesar de que, por suerte, para ella el sueño no es un problema, es un tema que la ronda y que está muy presente a la hora de hablar de sí misma. “Si me pongo a pensar cómo me percibo, cuál sería la roca firme dentro mío, esa roca es mi fábula autobiográfica, la máquina de proyectar sueños. Me veo como alguien muy onírico, que el mundo de los sueños, ese mundo de la fantasía lo quiero vivir. Quiero que la realidad incluya esa fantasía entonces tengo los sentidos muy perceptivos, las situaciones me dan siempre un poco otra cosa, no solamente lo que son. Las situaciones me dan la fábula fabulosa porque estoy con la fantasía abierta para encajarle cosas a la realidad, para incrustrar y para modificar. Desde un lugar más lineal, mis dos hermanas son bailarinas, y yo me formé desde muy chica en la danza, en la música y en la actuación. Esa fue mi formación, y para mí era más natural empezar a escribir y leer mis textos en espacios como escenarios que pensarlos como un libro. Vivo mucho más la escritura en el arte que en el territorio de las letras. Sin embargo ese arte, primero la dramaturga, las letras y el contar están siempre”.

Y el contar, como dice Cecilia, está siempre presente en su vida, y lo está desde hace años. “Cuando era chica, el novio de mi hermana menor me dijo “che, nos gusta mucho lo que escribís” y yo digo ¿qué escribo?. No creía que escribía, pero se ve que sí. Dejaba poesías e impresiones de mi día tiradas por ahí, y este novio de mi hermana las iba leyendo. No tenía conciencia de esto. Después si me acuerdo que, cuando era muy chica, escribí un libro que se llamaba Cuentos para chicos porteños aburridos, hubo un momento en el que copiaba a María Elena Walsh”. Ya viviendo en Estados Unidos y de una clase de teatro surge el proyecto de un diario de emociones y sensaciones. Algo de lo escrito ahí llega a Rodrigo Fresán (editor en ese momento de suplemento Verano/12 del diario Página/12) quien decide publicarlo. “Fue raro, recuerda Szperling, porque de alguna manera no me armé como para escribir y sin embargo lo primero que escribí un poquito más a conciencia de lo que estaba haciendo se hizo público. Lo primero que escribí lo publiqué, la gente lo leyó y yo gané plata. Cerró como un círculo profesionalizado, pero es muy raro porque no estaba para nada en mi plan”. A partir de ahí, la escritura pasa a formar parte de su vida de manera consciente, asociándola como experiencia a otras artes.

Estas asociaciones y cruces la llevaron a escribir y a lecturas de esos escritos, con música y proyecciones de imágenes inspiradas en esos textos. Su última novela, La máquina de proyectar sueños (2016 – Interzona), estaba pensada para estas lecturas, para la oralidad: “tenía las primeras partes de la noche que las leía con Paula Maffía, había empezado a trabajar con Flavia Da Rin, que estaba ilustrando cada una de esas noches. Me gusta mucho leerlo, porque es un libro que es una narración pero a la vez es poesía, es como música. Me gustaba mucho escuchar esas palabras, como sonaban. Me gustó mucho el sonido, y la verdad es que no veía una novela, pero tenía el principio y el final escritos, eran textos de dos o tres páginas, que funcionaban muy bien juntos. Estaba contentísima en el sentido de “esto es lo que quiero hacer”. Yo entro a la literatura siempre por otra puerta, no queriendo entrar, es como que me siento adentro y ese adentro se manifiesta”.

Y esta forma de manifestarse llevó a la composición de una fábula autobiográfica, una composición onírica que mezcla en un mismo texto realidad y ficción, corriendo los límites entre una y otra a medida que pasan las páginas. ¿Por qué escribir una fábula autobiográfica? “Una fábula autobiográfica no es hacer la autobiografía de los hechos sino de las imágenes poéticas que te marcaron. Es una autobiografía de la fábula que uno construye con su vida, de los propios mitos que uno tiene de si mismo y del mundo. El conocimiento del mundo para mí, por mucho tiempo, era ese pasillo entre mi pieza y la pieza de mis papás, era un universo enorme y pasaban un montón de cosas ahí, esas barandas de madera, las escaleras. Me quedaba en el medio y unas escaleras subían y otras bajaban, era como estar en el medio del laberinto, en el centro del universo. Me encontraba en esa noche, en esa escalera, en esa casa, como en el carozo, en el centro de la tierra. Algo así sentía”.

Esa casa, esas escaleras, estaban a pocas cuadras de donde nos encontramos. Este lugar es la escenografía de su novela, pero también de su vida, y de la construcción de su propio ser. “Yo vivía acá cerca, rememora Cecilia Szperling, a unas cuadras, en Cramer y Juramento. Una casa con frente de piedra, construida como una especie de castillo, con un jardín terriblemente salvaje y con muchísimas habitaciones. Fue un escenario que después se amplió e incluyó el colegio, la plaza. Este es el universo que tuve en mi infancia y que está en la novela”. Un universo que, en La máquina…, se vuelve un personaje más, influyendo en la protagonista y en sus amigos y familiares, dándole contexto físico a una historia que en muchos aspectos, es puramente onírica. “En la adolescencia ya ese universo cae y hay que caminar, ir de acá para allá, por eso pongo la idea del flaneur. Uno ya recorre la ciudad y rompe ese capullo uterino, que es un poco como uno vive “in útero”, en la casa, la plaza, el colegio. Y ese estado en algún momento cae. Al inicio de la adolescencia vemos que hay un mundo por conocer, una casa y una familia que ya no tiene todo lo que uno necesita, ya no tiene todas las respuestas. Hay como un quiebre”. Y, tras sus años de niñez, la protagonista llega a su adolescencia y se encuentra con este mundo nuevo, que la interpela, y encuentra en su familia, otrora contenedora, un límite para su descubrimiento del afuera. Si bien durante la infancia la familia es un mundo, “mundos que contienen, completa Szperling, galaxias llenas de misterios”, llega el momento de la caída de ese romanticismo familiar y aparece el romance con la calle, la ciudad, los pares.

Los recuerdos y esta construcción de la propia identidad conforman gran parte de la historia de su última novela. “La máquina de proyectar sueños es uno de los sueños que yo tuve, es un sueño autobiográfico en el que yo soñaba que me despertaba e iba a la pieza de mis papas y había un proyector encendido, y que esas proyecciones sean nuestros sueños es una conjetura. ¿Es la mariposa que sueña que es persona o es la persona que sueña que es mariposa? ¿Me desperté y lo vi, y la vida es sueño, o estaba soñando y vi eso? Esa máquina guarda una literalidad del sueño como la expresión de esas imágenes que generamos a la noche, no como el sueño de las ambiciones y los deseos, sino cosas de ese sueño, de la belleza, del brillo, de la alegría. Este personaje tiene mucho de melancolía, de muerte, la belleza no es sinónimo de lo positivo. Me parece que la máquina es ese deseo, que la vida vivida en poesía no termine. Vivir en poesía, que mientras estemos aquí que sea de esa manera, que no sea sin gracia. El sueño sería vivir ensoñado”.

Confesiones, libros y marcas
 

Cecilia Szperling es creadora de ciclos literarios que rompen con la tradición de este tipo de eventos, trascendiendo el espacio desarrollado por ella y multiplicándose. “Cuando hice Lectura + música, en Buenos Aires sólo había ciclos de lectura de poesía. Lo que yo quería era que la lectura fuera algo parecido a escuchar un tema musical. La gente cuando va a escuchar música se distiende, toma una cerveza, se abraza, se besa, baila, cierra los ojos, se ríe, comenta cosas, tiene una experiencia sensorial. Sin embargo la literatura siempre tuvo ese contexto de ´hoy hay lectura, quedense callados´ y que te lean quinientas horas. Lo que yo traté de hacer fue poner una lectura corta, una banda, una lectura, una música, y al tener esa música se va generando un ambiente, y ese ambiente es la noche, y las luces y la música. Y elijo lo que tiene sonoridad. La idea era poner el libro en acción”.

Y llegó Confesionario, historia de mi vida privada. “Me pasaba que había ciertos materiales literarios que eran muy buenos pero que no daban con la lectura a la noche, con el público ahí. Confesionario fue subir la apuesta de lo que contamos. No solo leerlo en público, subirse a un escenario, agarrar el micrófono y salir de la torre de cristal, que era el desafío uno, sino contame algo que me convoque, ya sea una historia brutal o vanal, no me importaba, algo que me haga reír o que me haga llorar, pero que me convoque y que me pueda identificar”.

Y siguiendo con la búsqueda de nuevas maneras de relacionarse con los libros, aparece Libro marcado. “Libro marcado fue una linda vuelta de tuerca, porque es contar como lector qué fuiste pensando al leer cada cosa. Tratar de recomponer y tomar las marcas en los libros, los subrayados, como huellas de esa lectura. Porque estoy curiosa en torno a la lectura, porque es algo solitario, es algo antisocial, es algo que tiene que ver mucho con el sueño. Porque a veces leo el mismo libro que otra persona, y entendemos cosas distintas, el momento en el que estamos nos influye completamente y amamos un libro porque esa circunstancia hizo que ese libro nos llegue de otra manera. Hay una relación que tiene que ver con la vida, no está separado de ella”. Y este ciclo en particular hizo que cambiara su manera de relacionarse con los libros. “Hasta hacer Libros marcados yo no marcaba mis libros. Pensé en las marcas de los otros y finalmente al marcar los libros, me di cuenta de que los marco con la intención de ver qué es lo que yo estoy leyendo. El marcarlos es una lectura bastante yoica en relación a lo que quiero atrapar de ese momento. Y ahora sí, marco mucho los libros. La marca es una cosa que uno hace adentro, es lo que a uno le ha quedado. Lo que a mí me había quedado es lo que si después vuelvo al libro, está ahí. La marca es lo que a vos te impresiona. Es un doble juego. El libro te marca con algo que tiene y vos lo marcas para recordar”.

Libros, libros y más libros
 

Las palabras y la literatura siempre estuvieron presentes en la vida de la autora. Lo que leyó, y lee, y lo que su madre, declamadora, recitaba en reuniones familiares fueron una gran influencia, y vienen rápidamente a su mente los libros y autores que fueron referentes para la composición de su última obra. “Trabajé, por supuesto, con los libros de César Aira ´Yo era una niña de siete años´ y ´Yo era una niña moderna´ ya que me encantó ese postulado “tengo diez años” “tengo siete años” que juega con lo que te estoy contando. Vos ya sabés que no tiene siete años, que no es una nena, y sin embargo hay algo de eso que penetra. Yo creo que ese leitmotiv de Aira me inspiró muchísimo. Después leí el libro de Ariel Schettini ´El tesoro de la lengua´, donde analiza a las poetas latinoamericanas y hay todo un Siempre en la búsqueda de nuevos desafíos, Cecilia tiene muchas ideas dándole vueltas. Instalaciones, novelas, lecturas, obras de teatro. Todo tipo de expresión artísticas entra en los planes de Szperling, y si de novelas se trata hay dos que están en producción. “Me pasó que hay muchos textos que leí, que no tenían que ver con la propuesta de La máquina…, e hicieron que en este momento tenga dos novelas: una que es un nueva propuesta y otra es un montón de cosas que ya tenía escritas, que no tienen que ver con esta novela, pero salieron de la misma matriz. En términos poéticos va a ser parecida, pero va a ser distinta en términos de la historia que estoy contando. El punto de vista del personaje es diferente, no tiene esa poética, tiene una poética un poco distinta. Ya estoy trabajando en esas cosas”.capítulo que es un tributo a esas poetisas o poetas. Juana de Ibarbourou, Gabriela Mistral, Alfosina Storni, toda esa idea del jardín, la rosa, la flor que es triste, la flor que es alegre. Un jardín que es el universo, un paisaje que es el alma. Y me metí en estas poesías que me recitaba mi mamá, y también hay algo ahí que se cuela de la oralidad. De algún modo creo que estuve en esta escritura atravesada por eso. Y también están otras de mis lecturas, como Puig. Hay una búsqueda poética con el lenguaje”.

Por estas lecturas que la atraviesan desde siempre, Szperling tiene una relación con los libros en general y con cada uno que llega a sus manos, muy especial. “Mi relación con un libro es casi como mi relación con un sueño. Es como un buen sueño que tenía todas las cosas que uno sueña. Eso es un libro, es un sueño que tiene algo lindo, porque lo toca, está en la realidad, lo puede retener, lo puede invocar, puede volver. Es menos tirano que el sueño. El sueño es más performático, es efímero, se te va. Tengo una relación completamente de centro con el libro, es algo céntrico en mi vida”.

Siempre en la búsqueda de nuevos desafíos, Cecilia tiene muchas ideas dándole vueltas. Instalaciones, novelas, lecturas, obras de teatro. Todo tipo de expresión artísticas entra en los planes de Szperling, y si de novelas se trata hay dos que están en producción. “Me pasó que hay muchos textos que leí, que no tenían que ver con la propuesta de La máquina…, e hicieron que en este momento tenga dos novelas: una que es un nueva propuesta y otra es un montón de cosas que ya tenía escritas, que no tienen que ver con esta novela, pero salieron de la misma matriz. En términos poéticos va a ser parecida, pero va a ser distinta en términos de la historia que estoy contando. El punto de vista del personaje es diferente, no tiene esa poética, tiene una poética un poco distinta. Ya estoy trabajando en esas cosas”.

- ¿Qué te gusta leer?

- Siempre me gustó mucho leer. De muy chica leí los siete tomos de Proust “En busca del tiempo perdido” y leí a Borges, con mucha identificación de su espiritualidad, de su filosofía de la filosofía. Entiendo porque tardaron tanto en reconocerlos porque en cierta medida, siendo para mí el centro de la literatura, tienen una cosa que contar en siete tomos. Tu vida para muchos no es literatura, o en ese momento no lo era, era simplemente contar lo que te pasó, que es eso, ¿un diario? Y yo creo que Borges, con sus pequeños escritoss un filósofo, es un sabio, es un artista, de muchas ideas. Lo de Funes el memorioso, El aleph, son ideas de arte contemporáneo, de filosofía contemporánea.

Borges y Proust fueron dos formaciones muy fuertes. Después en Estados Unidos la formación de la dramaturgia, de los escritores americanos y la formación del cine. Esa es la literatura para mí. Y por supuesto leo Aira, Piglia. Me gusta mucho como escriben, y me siento honrada porque creo que también habré estado un poco influenciada por Alan Pauls y Fabián Casas, que son los que escribieron en la contratapa del libro, son dos escritores de los que leo todo lo que escriben. Me interesan también escritores como Guadalupe Nettel, Sergio Bizzio, Julián Gerber, la poesía de Talata Rodriguez. Leo mucho a mis contemporáneos, me gusta Pedro Mairal, me gustaron las novelas de Mauro Libertella. Al tener esa cosa de no clasificar, es como si quisiera olvidar esa lectura. Y quedarme con la atmósfera, el clima.

- Finalmente... ¿por qué escribís?

- Escribo porque no me queda otra. No tengo opción.

 

Por Soledad Hessel

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