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El gran espejo de amor entre hombres. Romanticismo entre bambalinas.

En la siguiente reseña, la novela que nos ocupa es “El gran espejo del amor entre hombres. Historias de actores” del autor Ihara Saikaku, publicado por la editorial Satori, que también publicó la que se ha considerado como la primera entrega de estas historias de amor homosexual, “El gran espejo del amor entre hombres. Historias de samuráis”, del mismo autor.

En esta entrega Saikaku se centra en los entresijos detrás de los escenarios de teatro Kabuki, uno de los entretenimientos más valorados durante el Período Edo (1603-1868). Los actores pertenecientes a este característico drama se han convertido en protagonistas de diferentes formas artísticas: podemos encontrarlos en los grabados Ukiyo-eataviados con los atuendos correspondientes a sus personajes, como muñecas pertenecientes a distintas tipologías o incluso en la literatura, como ocurre en el caso que nos ocupa.

En el teatro Kabuki hay personajes de lo más variados, desde fieros guerreros a delicadas mujeres, cuya interpretación también le corresponde a hombres, los llamadosonnagata. A las mujeres les estaba prohibido participar en este tipo de representaciones debido a que entre bastidores ofrecían otros servicios que les permitían obtener un beneficio extra. Como se verá posteriormente, los hombres también se van a aprovechar de su belleza para ganarse más de un admirador que pagase por su compañía.

Aquellos actores seleccionados para representar un papel femenino no pueden ser cualquiera. Como nos indica la Introducción a las historias de esta novela, han de destacar por una belleza peculiar y andrógina, un físico delicado que pueda pasar por un cuerpo femenino; la voz es otro rasgo que se ha de cuidar bastante, tonos agudos, sobre todo. Los onnagata pasaban por un duro entrenamiento, puesto que tenían que actuar como mujeres en todos los aspectos: sus ademanes han de ser delicados, han de empaparse de las pasiones y sentimientos propios de la mujer, cantar y hablar como una dama…

Sus admiradores eran muchos, tanto hombres como mujeres. Dejando de lado su actividad sobre las tablas, los onnagata se retiraban a descansar en las salitas de distintas casas de té, donde podían reunirse con sus clientes, admiradores mayoritariamente, que gustaban de la llamada “vía del amor viril”.

La novela presente trata distintas historias de amor protagonizadas por algunos de los actores más célebres y deseados del Kabuki con otros hombres de variada condición. Debemos destacar que en este momento, las relaciones homosexuales no son algo mal visto, más bien todo lo contrario, pues un hombre que mantenía a un joven amante despertaba envidias y admiración a partes iguales. Por otro lado, el mantener relaciones con una mujer, era algo considerado como despreciable (Sobre todo por aquellos hombres dedicados al amor viril), justificado por la necesidad y el matrimonio.

Los amantes de los onnagata siempre eran hombres, otro motivo más por el que ser apreciados por la sociedad. Bien es verdad, como se verá en alguno de los relatos, que pueden llegar a sacrificarse en determinadas circunstancias para hacer feliz a una fémina

La obra presente esta compuesta por cuatro partes, cada una de ellas con una serie de relatos protagonizados por distintos personajes. No hay ningún tipo de determinante que venga a marcar la selección y división de las historias, aunque en las dos últimas el discurso se detiene con mayor detallismo en las opiniones y diatribas de los personajes correspondientes, quedando el relato amoroso en un segundo plano.

Un elemento a destacar es el carácter cercano de las historias, un relato común donde se dejan de lado las florituras y alardes para centrarse en la acción y en las opiniones. Esto hace que el lector se acerque a la sociedad del Período Edo con facilidad, que pase a ser un participante más en las discusiones.

Dos de las historias que se podrían destacar y que vienen a corroborar los aspectos mencionados son:

“Lágrimas en una papelería”, el relato que abre esta novela. Un amor tierno y dulce que nace cuando uno de estos onnagata, que había recogido una rama de cerezo para sus compañeros, se ve atacado por un grupo de hombres que han bebido demasiado y que pretenden hacerse con su obsequio, hasta que un curtido guerrero acude en su ayuda. En este caso, se nos habla de un amor puro, no de un intercambio de favores y dinero. Como suele ocurrir en otros relatos, el final es agridulce y abierto.

Otro ejemplo es la segunda historia “Oraciones por una vida en el templo Mitsudera Hachiman” que pone de relieve ese desprecio hacia las mujeres. Un bello actor de gran corazón descubre la admiración que por él siente una joven moribunda, se le plantea el dilema de cumplir una de sus últimas voluntades, pasar una noche con él; pero si el resto de hombres se enterara de tal desliz sería despreciado. El autor, en este caso, introduce algunos comentarios de su propia cosecha dando su opinión sobra la situación delonnagata y su decisión, cabe destacar que estamos ante un misógino en toda regla, que añade cierto humor a una historia plagada de dramatismo.

Este ha sido un bonito descubrimiento, un libro para leer pausadamente y disfrutar de cada una de las historias, siendo a la par un pasaporte para los aspectos más románticos del antiguo Japón, narrados de forma ágil, como si de una novela contemporánea se tratase.

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