Uno de los comienzos más recordados y estudiados de la literatura argentina dice así: “Cuando tenía catorce años me inició en los deleites y afanes de la literatura de ciencia ficción un viejo librero de la calle Corrientes. 'Cualquier otro género es para infradotados’, decía.”
En realidad no, el comienzo al que hacemos referencia es este: “Cuando tenía catorce años me inició en los deleites y afanes de la literatura bandoleresca un viejo zapatero andaluz que tenía su comercio de remendón junto a una ferretería de fachada verde y blanca, en el zaguán de una casa antigua en la calle Rivadavia entre Sud América y Bolivia.”
¿Suena más reconocible? La segunda frase corresponde a El juguete rabioso, de Roberto Arlt. La primera, más acorde a nuestros tiempos, corresponde a El juguete rabioso y radioactivo, de Nico Saraintaris, que fue publicado por la editorial que él y el ilustrador Fernando Martínez Ruppel acaban de inaugurar: Literatura Clase B.
Para entender esta idea de reescribir un clásico de la literatura adaptándolo a otra época y subvirtiendo tanto su lugar en el sistema literario como su forma de consumo, podemos remontarnos a abril de 2009, cuando fue publicado el primer mash-up literario, o al menos el que popularizó el género: Orgullo y prejuicio y zombies, “co-escrito” por la escritora inglesa del Siglo XIX Jane Austen (por la parte de Orgullo y prejuicio) y el estadounidense y posmoderno Seth Grahame-Smith (por la parte de los zombies). La idea entonces era tomar un texto clásico y, rastreando la superficie textual, buscar los espacios donde poder colar elementos típicos de otro tipo de literatura: popular y de género. Así tuvimos, por ejemplo, Sensatez y sentimientos y monstruos marinos y Androide Karenina y, en un plano de subversión histórico-literaria similar, un Abraham Lincoln, cazador de vampiros. Luego, en la medida en que dejó de ser novedoso o el chiste maduró, el género comenzó a decaer.
Estos experimentos (muy exitosos a nivel comercial, por cierto) no fueron el único signo de una revitalización del género pulp fiction en Estados Unidos: varias editoriales pequeñas comenzaron a editar neo-pulps o reeditar clásicos, joyas perdidas del género. El trabajo más destacable en este sentido pertenece a Hard Case Crime. Esta pequeña editorial viene reeditando en cuidadísimas ediciones económicas, con unos artes de tapa que hacen justicia al género al que pertenencen, a escritores como Michael Chrichton (sí, el que escribió Jurassic Park, que además tuvo una enorme obra de novelitas pulp), Lawrence Block o la completamente inconseguible y legendaria novela del cineasta Samuel Fuller,Brainquake. También han conseguido que escritores de la talla de Stephen King escribanpulp-fictions exclusivas para ellos (Colorado Kid y Joyland, la última de estas, una pequeña joyita).
Le pregunté a Saraintaris acerca de su apuesta literaria en el contexto de la movida neo-pulp. Respondió sentado cómodamente en un Starbucks de Palermo que su Juguete rabioso y radioactivo no está en la misma línea que los mash-ups literarios que dieron el puntapié inicial a la posibilidad de tomarse un poco en broma la literatura que se lee en las carreras de Letras, sino que lo suyo es una reescritura integral de la novela más famosa de Arlt, donde se respetan ciertos tópicos como la iniciación en la vida de un adolescente, el fracaso, la mentira y la traición, además de que el protagonista también se llama Silvio Astier.
La tapa misma de la novela, que tiene un retrato cyborg de Roberto Arlt, sigue en buena medida los clichés de las revistas baratas tipo pulp-fiction: colores llamativos, una frase vendedora pero literariamente marginal (“Le gustaba la ciencia ficción… ¡y terminó viviendo entre monstruos!”), un logo editorial con forma de plato volador y una faja roja que cruza la parte superior. Había más cosas que les hubiera gustado lograr. En especial, dijo Saraintaris, colorear los bordes de los ejemplares en amarillo, rojo, azul o verde, dependiendo de la colección, al igual que se hacía con viejas ediciones baratas.
Saraintaris tiene una trayectoria en la escritura de género pulp. Junto a su socio mantuvieron durante años el blog Literatura Clase B (ahora reconvertido en la página oficial de la editorial) donde el escritor escribía varias sagas de género (ciencia ficción, aventura, fantasy, acción, erótica) y Martínez Ruppel ilustraba. La editorial parece un paso adelante y los títulos ya anunciados son Don Segundo Saurio (Don Segundo Sombra + dinosaurios) y Juvenilia en Andrómeda. “La idea es hacer varias colecciones –dice Saraintaris–. Esta con la que comenzamos, Clásicos Alternativos, se trata de reversiones de textos fundamentales de la literatura argentina. Pero más adelante queremos publicar obras inéditas de género de otros escritores.”
La apuesta de Literatura Clase B, pese a su novedad, no es el primer intento de revivir en nuestro país ese tipo de literatura que le puso el nombre al género “literatura barata”. En una vereda vecina a la propuesta de El juguete rabioso y radioactivo, de una experimentación vanguardista, se encuentra disponible desde 2007 el Martín Fierro ordenado alfabéticamente, del escritor Pablo Katchadjian, que es lo que promete: el libro emblemático de la literatura argentina con sus versos colocados en orden alfabético. Y si bien la búsqueda fue distinta, la idea de poder tomar un clásico de la literatura y reversionarlo es la misma.
El autor dobló la apuesta con su El Aleph engordado: en esa ocasión tomó el cuento de Jorge Luis Borges y le agregó unas 5.600 palabras a las 4.000 originales. Pero las cosas no salieron bien para la literatura del homenaje y el mash-up en esa ocasión: María Kodama, viuda de Borges y heredera de los derechos de autor del escritor, ganó varias instancias judiciales de una demanda de plagio contra el escritor experimental.
Este año los derechos de autor de la obra de Roberto Arlt caducaron y Saraintaris dijo que, si bien estudiaron bien la reglamentación, no quisieron correr ningún tipo de riesgo y, entre otros motivos, es por eso que El juguete rabioso y radioactivo es una reescritura más integral donde casi no hay palabras o citas originales de Arlt.
También del lado de la experimentación formal-literaria, pero al mismo tiempo cercano a los géneros populares, en 2011 se editó El guacho Martín Fierro, del poeta nacido en Asunción pero residente desde hace años en Buenos Aires Oscar Fariña. En El guacho, como el título lo indica, Martín Fierro no es ya un gaucho perseguido injustamente sino un pibe chorro que en vez de encomendarse a “los santos del Cielo” como el icónico personaje, se destina a “los porros del Chelo”, y tiene estrofas como:
Choreando me voy a morir,
choreando me han de enterrar,
y choreando vuá llegar
al pie del Eterno Padre:
de la concha de mi madre
vine a este mundo a chorear.
Fariña tomó el texto original de José Hernández y, siguiendo la estructura rítmica y de rima, reconstruyó el relato adaptándolo a nuestros tiempos. Una jugada temeraria pero que en el fondo vuelve a resignificar lo que el Martín Fierro original representaba para las clases acomodadas: el relato de un malandra, un trozo de escoria social. Las subsiguientes apropiaciones de Martín Fierro para conformar un tipo social ideal para la Argentina en construcción de comienzos del Siglo XX le habían sacado todo rastro de subversión al texto hasta fosilizarlo. Fariña, con su Guacho, destruye ese edificio para volver a colocar en el centro de la provocación a un tal Martín Fierro.
¿Qué búsqueda hay detrás de revivir un género de literatura popular que tuvo éxito en los Estados Unidos de los años '20, '30 y '40? Quizás sea que la literatura argentina siempre está buscando la solemnidad y el “arte”, olvidándose casi siempre de la función de entretenimiento que también puede poseer. En esa búsqueda también podemos encontrar la apuesta de la editorial cordobesa Llanto de Mudo, que tiene ya publicados dos ejemplares de su revista semestral PALP.
La apuesta cordobesa por los géneros populares también cobró forma de literatura serializada (novelas que se van desarrollando en los sucesivos números de la revista-libro, así como en su página web) y de género con la inclusión de textos de escritores consagrados, en vías de consagración o inéditos hasta el momento, que buscan en la escritura de una literatura diferente escapar a los cánones estrictos de la “literatura-literaria para literatos”.
Por su parte, la editorial Clase Turista, de larga trayectoria en la búsqueda de innovaciones literarias, sacó hace un tiempo la colección Saqueos en Greiscol, que ya desde su título apela a una sensibilidad criada en los años '80, años que tuvieron en la televisión un desborde de géneros pulp con tantas series (El auto fantástico, Brigada A,Lobo del aire, MacGyver, y podríamos continuar durante un buen rato sin dejar de mencionar obviamente a He-Man y los amos del Universo con su Grayskull al que hace referencia la colección de Clase Turista) y productos que educaron la sensibilidad estética de los que hoy contamos con treinta y pico de años.
Saqueos en Greiscol comenzó en 2012 con cuatro títulos de pulp aggiornado a nuestro imaginario argentino (por eso lo de “saqueos”) y también a nuestros tiempos, con una estética de portadas que no apeló a los famosos dibujos expresionistas del género sino a cuidadas y perturbadoras fotografías. Si bien la editorial parece haber desacelerado la producción de títulos para esta colección, todavía pueden conseguirse en librerías algunos de sus hits como El tucumanazo, de Esteban Castromán, o Las mellizas del bardo, de Hernán Vanoli, que incluye a un Lionel Messi cyborg.
También apostando por la literatura de consumo masivo al extremo de lo berreta, llegará a librerías este año la colección Zona Pulp, de interZona. La editorial que lleva en su nombre la locación ficcional creada por William Burroughs está preparando una colección de novelas pulp-fiction de género (con mi dirección) que ofrecerá una selección de novelas cortas de ciencia ficción, policial, erotismo en tiempos de internet y otros géneros que se irán sumando en la medida que la colección crezca.
La búsqueda de una literatura que vuelva a enamorar a los lectores, que apele a la necesidad de leer aventuras, space operas y demás géneros vilipendiados durante tanto tiempo parece haber ganado nuevamente el imaginario de escritores y público. La era dorada del género ha pasado hace tiempo ya, pero no caben dudas que todavía estamos a tiempo de seguir sintiendo la emoción de un niño al descubrir estrafalarias aventuras que vienen con el eco tecno-paranoide de los períodos de posguerra en los que florecieron este tipo de creaciones literarias.