Todos en algún momento van, han ido, irán hacia Shakespeare; escuchan el llamado, pero no como si fuera el llamado de la especie o de la sangre; no un llamado antiguo, por el contrario, un llamado contemporáneo, un llamado reciente. Todavía Shakespeare es la gran cifra de nuestra experiencia, un misterio, un jeroglífico que nos diseña y en el que todavía trabajamos, y que por supuesto aún no hemos descifrado del todo.
William Shakespeare nació en Stratford-upon-Avon, Inglaterra, en 1564 y falleció en 1616. Actor, poeta y dramaturgo, fue autor de una célebre colección de sonetos, dos poemas dramáticos y cerca de cuarenta obras teatrales, incluyendo comedias, tragedias, dramas históricos y los romances de su última etapa. Con Hamlet (1600) se inicia el período de sus grandes tragedias, que continuará en Otelo, Rey Lear y Macbeth. Sería difícil, y ocioso, tratar de resumir en pocas líneas la influencia e importancia de su autor. Alejandro Dumas padre dijo sin exagerar “Después de Dios, Shakespeare es quien más ha creado”. Y Jorge Luis Borges, en Everything and Nothing, dice de él: “Nadie fue tantos hombres como aquel hombre”.