El silencio, el sentido y la intimidad. La gravedad y la caída. Con estos términos, dentro de estos límites, Silvia Arazi despliega en La medianera una especie de himno a la introspección. Como en los interiores de Balthus, pero también como con los objetos de Morandi –sin su helado aislamiento–, la discreción y la sutileza se abstienen de revelar (aunque nunca se atreverían a ocultar) la tragedia. Una vez escrita esta palabra, tampoco debemos dramatizar: un gato, una estría, el pudor ante la palabra “victoria” instalan y hasta diseminan en un lirismo quedo, ajeno por completo a la estridencia y el desborde, el sistema de alarma. Y los temas colindantes, tantos que enumerarlos sería convocar el pleonasmo y la catástrofe, aportan el estremecimiento necesario, como esos estambres vibratorios que rozan las criaturas de Felisberto o de Clarice, escritores que aceptan la confianza del nombre de pila. No cito versos ni estrofas de otros poetas. Hay una presencia en los poemas de Silvia Arazi que despeja cualquier decepción como quien despeja una incógnita, una presencia frágil y elegante, ajena a cualquier sospecha de ostentación y suficiencia: orientadísima música de cámara.
Luis Chitarroni
Silvia Arazi nació en Buenos Aires. Estudió Historia del Arte en la UBA y canto lírico en el Instituto Superior del Teatro Colón. Se desempeña como cantante, actriz, poeta y narradora. Su primer libro de cuentos Qué temprano anochece (1998, Editorial Galerna) recibió el Premio Julio Cortázar de Narrativa Breve en España y algunos de sus relatos integran antologías en Argentina y en España. Publicó dos novelas: La música del Adiós (2004, Editorial Galerna) y La Maestra de Canto (1999, Editorial Sudamericana), que fue traducida al alemán y al holandés y llevada al cine por Ariel Broitman. La medianera obtuvo el Segundo Premio del Fondo Nacional de las Artes (Género poesía) con un jurado integrado por Arturo Carrera, Tamara Kamentszain y Damián Ríos.
© Foto: Marie Cirer