Victoria Ocampo y Ezequiel Martínez Estrada, indiscutidos referentes culturales y literarios del círculo intelectual argentino, mantuvieron una “amistad encantada”, fundamentalmente epistolar y sazonada por alguna que otra tirantez, producto de sus diferencias ideológicas y de las inestabilidades políticas argentinas. Fueron aliados, con tendencia a la gratitud y la adoración.
Esta reunión de cartas y documentos inéditos, cuidadosamente editados y seleccionados por Christian Ferrer, abarca desde 1945 hasta 1969 y pretende ser un homenaje a un vínculo poco conocido hasta ahora, pero esencial para comprender la literatura argentina del siglo pasado. Pese a sus diferencias irreconciliables –él empleado de correos e hijo de inmigrantes y ella descendiente de Don Juan Manuel de Rosas y oriunda de una casa con veinticuatro balcones–, prevalecieron las muchas y muy pronunciadas afinidades. Cada uno a su manera, y según su suerte, se dieron forja a sí mismos. Y el herraje, inalterable y siempre vivo, constituye un patrimonio sustancial en la historia nacional.
Ezequiel Martínez Estrada nació en 1895 en la Provincia de Santa Fe. Entre 1918 y 1929 publicó seis poemarios y obtuvo importantes premios literarios, entre ellos: el Primer Premio Municipal por Argentina y el Primer Premio Nacional de Literatura por Humoresca y Títeres de pies ligeros. Escribió ensayos, cuentos, biografías, poesía y obras teatrales. Ejerció la docencia y colaboró en la revista Sur.
Fue conocido como un célebre autodidacta, un notable intelectual que dedicó su vida a pensar el país. Sus obras más importantes, además de La cabeza de Goliat, fueron Radiografía de la pampa, Muerte y transfiguración de Martín Fierro, y La Vida maravillosa de Guillermo Enrique Hudson. Presidió la Sociedad Argentina de Escritores y la Liga Argentina por los Derechos del Hombre.