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Juan Diego Incardona: “Me pareció pertinente escribir sobre el rock barrial como un hecho político”

Entrevistamos a Juan Diego Incardona con motivo de la próxima aparición de Las Estrellas federales, su nuevo libro.


Juan Diego Incardona (Buenos Aires, 1971) ha puesto la mirada sobre lo que pasa en las calles, en los barrios bajos y su relación con el peronismo como fenómeno social y cultural. Ya publicó cuatro libros y el quinto está a punto de aparecer en las librerías. Además de fundar en 2004 la revista virtual El Interpretador, actualmente coordina el área de Letras en el ECUNHI (Espacio Cultural Nuestros Hijos), de la Fundación de las Madres de Plaza de Mayo.En su obra el paisaje literario y los personajes se anticipan y se entrecruzan. Incardona trabaja –a través de una escritura directa– , una mitología suburbana alrededor del gran Buenos Aires. Desde allí, sirviéndose de la ciencia ficción y el relato fantástico como bases, crea una prosa autorreferencial que se disecciona entre la crónica y el relato ficcional.Su manera de escribir podría llamarse “literatura de los chicos comunes”: La de aquellos que perdieron todo y ganaron poco. Él mismo podría ser un personaje de sus libros: un pibe de barrio que se hizo escritor y, armado de sus héroes y sus mitos, construyó una épica. Juan Diego Incardona habló con la Fundación Tomás Eloy Martínez.

 

1- En lo que va del año comenzó a dictar el taller sobre “La imaginación de lo común”, ¿podría desarrollar cuáles son los ejes del curso y qué significa para usted la imaginación de lo común?

Juan Diego Incardona: Es un taller que trabaja distintos aspectos. Aunque si bien nos concentramos en la narrativa, es interdisciplinario, porque también hablamos de música y cine, siempre en función de contar una historia. Por un lado, yo le doy, a los que participan, charlas sobre distintas técnicas narrativas; cosas que, de algún modo, fui incorporando como autodidactica y otras por leer a los grandes maestros: estructuras, dibujos argumentales, cómo organizar y ordenar un texto, cómo producir efectos. Con respecto a la imaginación de lo común, el titulo refleja mi modo de ver la literatura, de trabajar la referencia, el nombre propio, la experiencia. Incluso la autobiografía y el marco de la época, el lenguaje. La literatura siempre da material para que poder reescribir, regenerar o actualizar. La consigna es ir por afuera de la literatura. Es decir, buscar temas, motivos, palabras que no tengan mucha historia literaria. La idea es huirle un poco a lo que abunda en la biblioteca y tratar de encontrar en otros discursos o en otros aspectos de la realidad, la belleza. Buscar la lírica no tanto en la luna o la melancolía, sino en una jerga de la calle, en la cultura popular, la ciencia, que es un poco mi propia poética.

 

2- ¿Cree que esa imaginación de lo común está subvalorada en la literatura argentina?

JDI: Depende quién lo instale. Aquí en la literatura es bastante viejo que se trate lo popular y la periferia. Quizás en nuestra tradición aparece como un viaje más bien exótico, es parte de un relato de aventuras. Un tipo vive en la capital y se desplaza hacia el borde, hacia la periferia y se encuentra con los indios, los gauchos o con los cabecitas negra del conurbano bonaerense. Y generalmente, en esa tradición, esa persona debe superar la adversidad, porque ahí, supuestamente, lo quieren matar y violar, como al unitario de El Matadero. Quizá lo que yo busco –y también otros autores de mi generación que escriben desde ese lugar–, es escribir no como fruto de un viaje, sino como relato de pertenencia, de la propia comunidad. Ya no es el otro el que está representado, sino que ese otro se convirtió en uno mismo, en uno más de esa comunidad. No abunda en la literatura argentina relatos de esas características que funcionen como una voz propia dentro de lo que es el margen. El margen aparece en autores como Borges, sobre todo los autores que cultivaron una literatura más libresca. Pero aparece como algo mas idealizado, como un arquetipo de la valentía, del coraje: una idealización más bien platónica en busca del genoma argentino. Por supuesto, hay excepciones. Hubo grupos que han trabajado de distintas maneras ese costado, como el grupo Boedo, que trabaja la representación del proletario, del pobre, quizá también lo haga desde la idealización y piadosamente. En contrapartida, autores como Arlt, lo describen más bien como lumpen.

 

3- Si hay un género que se vislumbra en sus obras es el de la ciencia ficción. Una ciencia ficción leída desde la provincia de Buenos Aires con sus mitos, sus héroes, su épica e impronta. ¿Ese género es el que le permite imaginar todo lo que después termina escribiendo?

JDI: Es que yo creo que lo común no necesariamente se puede representar desde el realismo. Incluso lo cotidiano, lo doméstico, puede canalizar la creatividad de un autor a través de otros géneros, otros modos de acercarse a la realidad. No creo que el género fantástico, o de ciencia ficción se alejen de esa realidad. Al contrario, iluminan de un modo particular aspectos que están mucho más cercanos en una narración que se propone mimética. A veces desde ese mundo alucinado u onírico se demuestran sentidos que de otra manera quedarían ocultos. Yo al escribir ese tipo de historias también tengo que hacer uso de los géneros. En El Campito, eso lo tomé como otra manera de encarar la emoción del peronismo, el sentimiento que recorre el animo colectivo de La Matanza con relación a una perspectiva política, pero también cultural y sentimental. Y me pareció que ese relato rulfiano, fantasmagórico, donde los tiempos se cruzan y los personajes se deforman hay algo de los sueños, pero también del mundo reconocible. Por eso a mí no me interesaba inventar un señor de los anillos que naciera de un repollo. Todos mis personajes están deformados de otras personas que realmente existen; porque el barrio que tiene la forma de la cabeza de Evita no lo inventé yo. Entonces, hasta qué punto la realidad argentina no es ciencia ficción.

 

4- La segunda parte de Rock Barrial, su último libro, está inspirada en el 20 de diciembre de 2001, ¿cómo logró encajar esa historia de confusión y muerte entre relatos que hablaban de rock y de La Matanza?

JDI: Simultáneamente a la escritura de Villa Celina yo venia escribiendo esta serie de relatos que se llamaba Ampere. Estaba más relacionada con la historia de una tribu adolescente. Sin embargo, lo empecé a escribir en el 2002 y todavía estaba en el aire lo de la batalla en La Plaza de Mayo. A medida que lo fui reescribiendo encajó perfecto en lo que estaba haciendo en Rock Barrial. De alguna forma, las expresiones artísticas de los ´90, como el rock, fueron la manera de sublimar que tuvieron los jóvenes de hoy, lo que otra generación había hecho en la política en el pasado. En los ´70 todos los pibes de 18 años militaba en alguna organización: en cambio, en los ´90 la militancia cayó muchísimo, más allá de que el peronismo mantuvo su estructura, porque es parte de la vida cotidiana de los barrios. Salís a la vereda y está el peronismo. El rock barrial, que forma parte de ese combo cultural de los ´90, también produce modificaciones en el comportamiento social: todos esos pibes, esos jóvenes que hasta los ´80se reunían en las instituciones, en los patios de las escuelas, las parroquias y los clubes, empiezan a exiliarse de todo eso para ir a la esquina. Más allá que la cultura de la esquina viene del tango, al menos yo recuerdo la explosión de las barras en las esquinas, los pibes tocando la guitarra, tomando una cerveza. Y eso empieza a estimular de modo diferente la creatividad. El rock barrial, además de ser una vertiente de clase obrera del rock nacional, afloró un accionar político oculto, que estaba ahí, expresándose de otra manera, y que un día salió a la calle. Por eso me pareció pertinente escribir sobre el rock barrial como un hecho político.

 

5- Está por salir su nuevo libro, ¿podría adelantarnos algo?

JDI: Sigue la misma línea de El Campito, pero sin lo político explícitamente, aunque la política siempre está de algún modo. El libro nuevo es una ucronía, es decir, sucede en el pasado, pero tiene ambientes futuristas relacionados con una mirada sobre los ‘90, debido a la desocupación, el cierre de las fábricas. En el libro se producen fugas contaminantes de los depósitos y empieza a haber efectos paranormales en el Conurbano. Muchas personas y plantas comienzan a sufrir mutaciones y, además, la historia es contada por un Juan Diego, que busca trabajo, no lo encuentra, y se mete a trabajar en un circo de mutantes. A partir de este grupo de personas se va mostrando el derrumbe, la degradación de la comunidad. Mi plan es que sea el último libro de la serie que integran Villa Celina, El Campito y Rock Barrial. Luego, me gustaría dar un giro y trabajar con la literatura, pero por otro lado.

 

Foto: Juan Diego Incardona por lavaca.org

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