Juan Incardona comenzó a abordar la impronta barrial en el compilado de cuentos “Villa Celina” y siguió con la novela “El Campito” --un relato alucinado que se sumerge en el conurbano de la mano del imaginario peronista--, saga que agrega su vertiente más rockera en el flamante libro editado por Grupo Editorial Norma.
“Cuando cerraron las fábricas y los oficiales torneros se suicidaron en masa, los hijos, tirados abajo del sol fumando una vela, dos velas, tres velas, nos recluimos en las esquinas para tocar nuestras primeras canciones acompañados por guitarras criollas y armónicas (...) hasta que nadie quiso escuchar otra cosa que no fuera rock”, arrancan las primeras `estrofas` de este libro.
El Pity de Viejas Locas y algún espíritu embrionario de Callejeros -bandas oriundas de Villa Celina que el autor conoció- aparecen en estos relatos, pero también el peronismo, como trama que atraviesa el destino del municipio más grande del país, con una población que supera los tres millones de habitantes.
En un reportaje, Incardona reconoce a Alejandro Dolina como una influencia juvenil por “esa mitología barrial que él armaba en torno a Flores”.
“Yo me sentía identificado con respecto a lo que pasaba en Villa Celina, que de noche es un lugar de luz, rodeado de oscuridad, con mucha casa baja, de farol y potrero”, contó.
También reconoce como influencias más adultas a Roberto Arlt, Leopoldo Marechal y Mark Twain, este último al comparar al Río Matanza con una “especie de Mississipi contaminado, porque me recuerdo jugando con mis amigos en la orilla y me siento un poco Tom Sawyer”.
-¿Cómo nace “Rock barrial?
-Todo nace con el libro 'Villa Celina', donde surge una matriz de distintos temas que se ubican geográficamente en La Matanza, donde yo viví muchos años. Me interesó ficcionalizar la cultura popular de La Matanza, porque ahí predominan el rock, el peronismo, el trabajo, la desocupación, la religiosidad popular y el fútbol.
En los años 90, en Celina comenzaron a surgir las primeras bandas de rock barrial, había una cultura rockera muy fuerte, pero también de recuperar el folclore de los grupitos de chicos juntándose en las esquinas a tomar cerveza y a rockear.
-Pero en muchas zonas del conurbano, la banda de sonido es la cumbia...
-La cumbia surge fuerte en el segundo gobierno de Carlos Menem, pero en el primero, en mi barrio, todo era rock: Viejas Locas, Río Verde, La Renga, que llegaba de Mataderos, los Piojos desde El Palomar. Era una forma de expresión muy fuerte.
-¿Cómo pensás que surge el fenómeno del rock barrial?
-Para mí, surge con la cultura de la esquina que ya la había tomado el tango, pero también con el cierre de instituciones que contenían a los vecinos --la unidad básica, el club social, la parroquia-- y esos chicos van a parar a la esquina. Mientras sus padres se van quedando sin trabajo, las instituciones se cierran y crece la droga y la violencia.
El rock barrial fue una resistencia al cierre de las fábricas y la desocupación. En esa época hubo muchos obreros que quedaron desocupados que se encerraron en sus casas, se deprimieron o se suicidaron. Y estas bandas las arman los hijos de los obreros expulsados del sistema.
Pero además, nosotros habíamos perdido los valores políticos de la generación de los 70 y del principio de la democracia, mis amigos no militaban en partidos políticos, se entraba a la unidad básica porque cumplía una función social, era como entrar y salir del club, porque el peronismo siempre cumplió esa función social y mucho más en La Matanza.
-¿Y la música cómo llega a ustedes en esas esquinas?
-Los pibes nos conteníamos entre nosotros y siempre había una guitarra cerca y un hermano mayor que pasaba canciones de Pappo's Blues, Vox Dei, Manal y Charly García.
Así todos empezamos a armar nuestras primeras canciones que, tal vez por escribirse en la esquina, reflejan esa temática, el barrio o el mundo que te rodea, como “Voy a bailar a la Nave del Olvido” de La Renga, que habla de la avenida Perito Moreno y de los techos de Pompeya.
-¿El rock es una herramienta en tu literatura?
-Es imposible no meter el rock, crecimos escuchando mucho rock. Por eso ves que no hay cuentos del interior de una casa, todo es del afuera, de respirar el barrio. Hay una educación que te da la comunidad porque muchas cosas sobre la vida las aprendí gracias a los vecinos y a mis amigos del barrio.