Nos espera en una casona muy coqueta de la Ciudad de Buenos Aires. Tiene aires de la emblemática Sur, pero un poco más descontracturada. Es la sede que la editorial InterZona comparte con Factotum y Marea Editorial. Así que se respira literatura.
Luciano Páez Souza se desenvuelve de una forma que hace pensar en esa amabilidad afectuosa del medio oriente. Tiene 35 años y le gusta decir que nació en Rawson en una cuna de libros, donde mamó el oficio en el seno de una familia dedicada a la edición y al arte: su madre es editora, correctora, diagramadora. Su abuela es políglota y traductora y fue secretaria del director general del Teatro Colón.En su familia siempre estuvieron presentes los libros y, por eso, a sus once años ya estaba volcando correcciones del papel a la computadora. A los 16 años trabajó en su primera feria del libro y desde allí realizó un recorrido por el mundo editorial que lo llevó a InterZona, que este año celebra su 20° Aniversario. De esa historia, casi cinco años, forma parte Luciano, su actual editor.
InterZona tiene un slogan particular: «el lenguaje es un virus». Es una frase de William Burroughs, el mismo autor que acuñó el término interZona en su libro El almuerzo desnudo. Es una ciudad, un no-espacio.
ULRICA: ¿Cuál es la historia de InterZona y la tuya en particular en la editorial?
LUCIANO PÁEZ SOUZA: La fundan los abogados Federico Godoy y Omar Beretta en el 2002 y contratan, de forma sucesiva, a excelentes editores para ir armando su catálogo: Edgardo Russo, Demian Tavarovsky y Damían Ríos. Con el tiempo la editorial se había vuelto algo inmanejable y estaba a punto de desaparecer. Pero la rescata Guido Indij dándole una renovación estética y reimprimiendo muchos títulos agotados que ya estaban instalados. Fue recibiendo apoyo de varias editoras a lo largo de los años, por lo que en el catálogo, si uno mira con atención puede ir notando la mano detrás de las diversas pinceladas. Cuando llegué a la editorial quise honrar a sus grandes maestros como el mismo Edgardo Russo, o también a Marcelo Cohen, que fue el director de la colección Línea C de ciencia ficción o a Jorge Dubatti que dirige la colección de teatro. En esos lugares puse mi cabeza. En volver a editar a Stanisław Lem, Steven Milhausser o M. John Harrison a Eugenio Barba o Yoshi Oida. Siempre siguiendo el paso de los maestros.También encontré un lugar muy fértil porque el abanico del catálogo es muy amplio y ecléctico que calzaba justo para proponer algunas autoras que me interesaban como Valentine Penrose o Hélène Cixous. También nos concentramos en las traducciones y esto, nos hizo ver a InterZona como una editorial más internacional, con autores que despertaran interés en todo el mundo hispano, ya sean autores argentinos o de cualquier parte del mundo. Principalmente con autores ya consagrados y que son talento argentino de exportación, como Luisa Valenzuela, María Negroni o Noé Jitrik (Y podría nombrar a tantos más que muchos quedan afuera: Gamerro, Chernov, Chitarroni, Lange).
U: O sea que InterZona tiene presencia en otros países también.
LPS:Sí. InterZona tiene muy buena presencia en España, en Uruguay, en México, en Chile. En Colombia hemos impreso nuestro primer libro este año, El sueño del árbol, de Andrea Salgado. Y gracias a todo el equipo que hacemos e hicimos la editorial es reconocida por la calidad de cada una de las ediciones y por la propuesta del catálogo en general.
U: Además que es fácil reconocer un libro de InterZona. Uno ve un libro de la editorial y sabe que pertenece a ella. Hay una firma.
LPS:Sí. Ya tenemos una firma gracias al diseño y los estándares de calidad que Guido siempre mantuvo y también a la fuerza de las colecciones que se supieron ubicar en los nichos de gente lectora. Mucho de lo que hacemos es para personas que leen 3 o 4 libros por mes como mínimo. Podemos hacer libros que son demandantes y así y todo no perdemos ese público porque sabe que se van a encontrar algo de buena calidad. Todas las editoriales tienen su propio público, incluso nosotros tenemos diferentes nichos, como los lectores de nuestra colección de teatro. Pero el nuestro se caracteriza por tener un gran nivel de lectura. Que no consume una literatura del entretenimiento sino del pensamiento. Comprometida, con aristas políticas incluso.
U: ¿Qué creés que es lo que más valoran los lectores de InterZona?
LPS: Nuestros lectores esperan la calidad y la buena literatura. Y después también lo novedoso o sorprendente. Nosotros tenemos una frase que nos define: «vanguardia clásica». Hay libros que se escribieron hace cientos de años y se pueden leer hoy, como los de Maurice Maeterlinck o Norah Lange. O como aquellos que se escribieron hoy y creemos que pueden perdurar.
U: ¿Cuáles son los hitos de la editorial?
LPS: Rabia, de Sergio Bizzio, es una novela que marcó un hito no solo en InterZona sino en toda la literatura contemporánea argentina. Otro hito fue Plop, de Rafael Pinedo, que se publicó en 2002 así que también está cumpliendo sus 20 años y la hemos reeditado con una tapa nueva como celebración. Eso en el campo de la literatura nacional. Luego estarían Confabulaciones de John Berger que vino con la posibilidad de hacer una edición muy bonita o La condesa sangrienta, de Valentine Penrose, que son hitos más recientes de nuestro catálogo, no solo por su contenido sino por la forma de edición. Y más actualmente aún, Stanisław Lem y Hélène Cixous con traducciones que han cosechado muchos lectores. También, en contemporánea argentina, María Negroni que, no solo forma parte de InterZona como prologuista o traductora, sino que este año se sumó también como autora, Luisa Valenzuela o Noé Jitrik. Para mí, contar con los últimos tres libros que Noé Jitrik escribió, y que son la cima de su producción literaria, es uno de los grandes hitos de esta editorial.
U: ¿Querés hablarnos de tu relación con Noé Jitrik?
LPS: Era un tipo muy generoso. La primera vez que pensé cómo trabajar un libro suyo pensé ¿De qué manera puede una persona joven enfrentarse a una escritura de la magnitud de un autor como Noé Jitrik? Es cierto que todas las lecturas te generan impresiones y uno, a un autor novel, se anima a compartir más esa impresión. ¿Pero cómo compartir esas impresiones con Noé Jitrik? Quizás fue esa honesta suavidad que tuve para acercarme a su obra lo que me permitió acercarme a él como autor. Nos dimos cuenta de que compartimos muchas afinidades y eso hizo que la relación profesional se tornara un poco más personal. Almorzar o charlar con él es algo que celebro haber vivido, era un hombre siempre interesado en que ocurra algo en la conversación. Fue un sostén emocional durante la pandemia y luego de la pandemia, también. Para mí Noé, fue un gran compañero y un maestro.
U: Saliendo de lo personal, ¿qué desafíos le presenta el país y el mundo a InterZona?
LPS: Estamos en una crisis de papel atroz. No solo por la escasez sino por el precio. Habrá aumentado un 170% en lo que va del año. Supera ampliamente a la inflación. Esa es una realidad que nos cuesta transmitirla a nuestros lectores y de todas maneras elegimos hacer los libros de forma que acompañen a la calidad del contenido como ya les contaba. Yo quiero que los libros duren 300 años, si uno piensa en un linaje de lectores, por ejemplo, yo leía libros que eran de mi abuela y ahora pretendo lo mismo, que nuestros libros se puedan leer más de una vez y a través de las generaciones. Por eso cosemos nuestros libros y usamos un gramaje de 80 gr de papel bookcel. Es un formato de papel que se va dejando de fabricar porque no hay demanda. Son cosas caras y que llevan tiempo, lo que también influye en los costos. Aún así buscamos que los libros tengan un precio muy similar al de otros libros del mercado, pero estamos haciendo una comparación con libros de hechura más económica, que son pegados o usan un gramaje más bajo, que tienen solapas más chiquitas o en algunos curiosos casos, de dudosa traducción. Porque traducir a Cixous o a Lem es muy trabajoso y costoso tanto para el traductor o traductora que uno elige como para la edición que luego se haga. Hoy tenemos el gran desafío de mantener una cierta rentabilidad sin que eso se traslade a los costos para los lectores. Y luego si uno quiere contratar más autores internacionales, tiene que pagar con divisas. Otra realidad que cada vez se complica un poco más. Los aumentos de precio de tapa de los libros, que antes se realizaban una vez al año, ahora se hacen cuatro veces, algo que nos gustaría evitar porque es muy desgastante para toda la cadena del libro, para nosotros, para los distribuidores, para los libreros, para los lectores. Aunque es inevitable hoy en día. Otro gran desafío que creo que debemos plantearnos es el de un sitema en que la economía vaya de la mano con la ecología. Por eso, para esta crisis económica debe haber una respuesta ecológica.
U: ¿Cómo sería?
LPS: Por ejemplo, nosotros le ponemos plástico a nuestros libros porque los producimos en una ciudad y para un gran territorio del país que tiene un 80% de humedad. Si quiero que un libro se conserve cinco años en un depósito, está bien que esté plastificado. Pero ese plástico es anti-ecológico. El papel tiene, a su vez, su gran huella de carbono. Así que a su vez debemos pensar cómo hacer más ecológico nuestro trabajo. Hemos sacado las libretitas que están hechas de desperdicios de las impresiones, por ejemplo, para aprovechar al 100% el papel, o hacemos impresiones de varios libros juntos. Esto para resolver ecológica y económicamente estos desafíos que se presentan.
U: ¿Cómo ves el panorama de la literatura argentina contemporánea?
LPS: Veo mucha confusión y disparidad. Y eso genera un terreno en el cual cualquier cosa puede emerger. En términos biológicos y evolutivos, es un equilibrio puntuado. Un momento en el que se ven algunas explosiones como cuando después de la lluvia crecen de un día para el otro un montón de hongos. Luego, de eso, hay que ver qué queda. Ahora el momento es confuso porque estamos en el medio de la ebullición. Hay confusión y ego. Muchas ganas de ser publicado antes de escribir. Y en este mundo, el libro es un objeto del marketing personal. Si no tenés una tarjeta personal, podés dar un libro. Y eso ha confundido el terreno, entre lo que es un libro, lo que es la literatura, lo que es la escritura, lo que es escribir para uno de modo catártico, como hacer terapia, o lo que es tener una propuesta estética. Y esto pasa porque nos hemos olvidado de que la literatura está en la categoría de obra de arte.
U: ¿Creés que las redes sociales contribuyeron a esa confusión?
LPS: Sí. Totalmente. Porque es un terreno donde mostrar y aparentar.
U: ¿Y cómo ves la relación que se da entre redes sociales y literatura?
LPS: Confusa también. Aunque democrática porque cualquiera puede acceder a ellas. Hay gente con cuentas que hablan bien de la literatura y otras que quieren libros gratis. Otras donde aparece más la persona que el libro y no sabés si en realidad, ese libro, es la excusa para mostrar un viaje a la playa. No se puede observar qué es más importante. Si el libro o el lector. Pero también forma parte de ese momento de efervescencia del que hablábamos. Son herramientas que las podemos usar de cualquier manera y, hoy, la tendencia no va mucho hacia la literatura. Pero sería una muy buena herramienta, porque hoy las editoriales se preocupan más por vender libros que por generar nuevos lectores. Así que todos pelean por repartir una torta que se va achicando cada vez más. Porque el espacio de los libros como entretenimiento compite con otras áreas como el cine, las series, el teatro y, hoy en día, las redes sociales que también nos consumen mucho tiempo. Hay algo de banalidad. Pero también encuentro cuentas que me gusta mucho lo que hacen, como la de Cecilia Bona (@porqueleerok) porque es una de las pocas cuentas que trabaja en la promoción de la lectura a nivel federal. Es una cuenta muy útil.
U: La última pregunta, ¿dónde esperás ver a InterZona en los próximos veinte años?
LPS: Espero verla como una de las mejores editoriales argentinas y del mundo de habla hispana. Creo que InterZona se va a internacionalizar mucho más y que va a quedar como un catálogo muy sólido y épico. Como lo supieron hacer algunas editoriales que marcaron una estética, una política, una filosofía y que sentaron un debate.